Termino el día, ya amaneciendo, presumiendo de una lectora que reconoce un trabajo atractivo eso de escribir, contar historias cercanas que están ahí fuera y en las que muchos otros no reparan. Me gusta. Historias de gente. El periodismo humano vivió una época de ninguneo que lo relegó a un segundo plano sin embargo hoy son tantas las que conocemos que llegan por mil frentes que hasta los que van de sesudos se paran a escucharlas, a sacarle tajada.

Para muchos es un género nuevo y desconocido, casi despreciados, pero en mi caso, no. Las he seguido durante muchos años. Es el periodismo que he ejercido por elección personal. Podría escribir un libro con una mínima parte de ellas pero no lo escribiré jamás. Las disfruto tanto que hoy mismo he vivido la experiencia de entrar en la vida de un personaje de primera internacional a través de su familia. Cinco horas de charla apasionada en el salón de un hogar cuyo resultado publicaré en La Provincia en un par de semanas. Valiosos testimonios que perfilan al personaje admirado.

El placer de escuchar y saber que lo que escuchas será tu historia en el teclado, es único. Más enorme aún si quienes relatan, los que hablan, los que hacen confidencias sin red son los que conocen como nadie al personaje. Por eso deseas volver a casa y escribir en paz lo que has escuchado, lo que te han contado, con sus matices y vehemencia, y recrearte en un relato que ya haces tuyo. Y volver a sentir la pasión por contar.

Por contar historias.

www.marisolayala.com