Vodka por las noches, palizas por fugarse y ratas: así vivían los menores migrantes de Siglo XXI

Personas que trabajaron para la oenegé indican que no hay suficiente comida para las personas acogidas y que les llegaban a pagar dinero para no denunciar

"Vi cómo los directores se gastaban el dinero para las pagas semanales en cenas con el personal", recrimina un antiguo subdirector

Menores migrantes pasan las horas en una terraza del centro de menores El Tablero, en el sur de Gran Canaria

Menores migrantes pasan las horas en una terraza del centro de menores El Tablero, en el sur de Gran Canaria / LP/DLP

Vodka en las habitaciones por las noches, palizas por fugarse de las instalaciones y ratas campando a sus anchas. Esta es la descripción de antiguos trabajadores sobre el panorama en el que vivían los menores migrantes albergados en los recursos gestionados por la Fundación Respuesta Social Siglo XXI, investigada junto a cuatro directores de cinco de sus centros de Gran Canaria y Lanzarote por presuntos delitos de falsedad en documento mercantil, administración desleal y/o malversación de caudales públicos. También estaban malnutridos, porque no había comida suficiente para cubrir sus necesidades, y ociosos, porque nadie se preocupaba de que tuvieran actividades que hacer o un programa formativo.

Muchas de estas cuestiones las detalla la Fiscalía de Menores en sus inspecciones a los centros de Puerto Rico, Vegueta y Tafira, en las que pone el foco sobre la situación de hacinamiento, malnutrición e inadecuación de las instalaciones para acoger a los menores migrantes. Además, resalta que existía carencia de personal educativo y, en general, de trabajadores cualificados para las funciones propias de recursos de este tipo.

De hecho, Á. F. C., que actuó como subdirector en el centro El Tablero -el único de la isla que no está siendo investigado- durante unos meses cubriendo una baja, aseguró en conversación con este periódico que el filtro en las entrevistas laborales "era cero". Hasta el punto que de la treintena de trabajadores que había en las instalaciones, un tercio eran familiares del director. Algo que se repetía, según afirmó, en el resto de recursos que estaban bajo la gestión de la oenegé con sede en Madrid. "Era como una secta, para cubrir las vacaciones del personal, el director traía a sus primos desde el Sáhara", indicó.

Falta de formación del personal

Para María, nombre ficticio de una trabajadora del centro de menores Acorán de Tafira que no quiso revelar su identidad, "no se entiende cómo mucha de la gente que estaba trabajando ahí no tenía la formación adecuada para ello". Y es que los educadores o trabajadores sociales eran una minoría, puesto que la mayoría de veces se contrataba únicamente a gente que fuera "fuerte o grande", sin entrar a valorar ninguna otra cuestión que pudiera resultar más relevante para las funciones que iban a desempeñar. 

La alimentación que recibían los migrantes acogidos era la "justa y necesaria", según denuncian trabajadores de Siglo XXI

La alimentación que recibían los migrantes acogidos era la "justa y necesaria", según denuncian trabajadores de Siglo XXI / LP/DLP

Las condiciones en las que vivían los menores migrantes eran "infrahumanas", según los trabajadores consultados. Á. F. C. destacó la "insalubridad 100%" que existía en el centro en el que estuvo, así como la presencia de ratas en las instalaciones. "Se veía que los jóvenes bebían vodka a las tres de la mañana en sus habitaciones. Y si yo me enteraba, se tenía que enterar todo el mundo. Lo llegué a poner en conocimiento, y ellos decían que qué podían hacer si no tenían personal suficiente", comentó.

El catering "justo y necesario"

María agregó que el catering del que disponía el Acorán "era lo justo y necesario", que la alimentación para estos chicos no era la idónea para su desarrollo. "Un ejemplo, a muchos de ellos no les gustaba la pasta, y la empresa les daba pasta dos o tres veces a la semana... A nadie le importaba lo que sintieran o pidieran", esgrimió la educadora, quien sumó el hecho de que los alimentos no llegaban en condiciones de temperatura. Además, recalcó que todo estaba "racionalizado" hasta el más mínimo detalle. "Si había 50 niños, había 50 magdalenas, 50 bocadillos o 50 paquetes individuales de mermelada para las tostadas", ahondó. 

Fachada de uno de los centros de menores gestionados por Fundación Respuesta Social Siglo XXI cuya directora está siendo investigada

Fachada de uno de los centros de menores gestionados por Fundación Respuesta Social Siglo XXI cuya directora está siendo investigada, en el barrio de Vegueta / Andrés Cruz

La carencia de comida se trasladaba a otras necesidades básicas. María explicó que a los residentes les daban una tarjeta semestral con la que comprarse ropa, que utilizaban "las zapatillas deportivas más baratas del mercado y cholas de las de dos euros, que mientras caminaban se les iban quedando atrás". Además, "tenían todas las cosas metidas en cajas de plástico negras, como las de la fruta, debajo de la cama", recriminó. Tampoco había sábanas, mantas y el champú con el que se duchaban estaba racionalizado hasta el punto que se lo daban "en vasos de chupito"

Mil euros por silencio

Los responsables del centro de El Tablero, al que fueron a parar algunos de los menores acogidos en el desmantelado Puerto Bello, se gastaban "en cenas con el personal" los 3.000 euros semanales que les abonaba la Fundación en concepto de pagas a los residentes, según Á. F. C. Eso sí, para evitar que denunciaran las palizas que sufrían por fugarse o cuando hacían algo que no gustaba al personal, les sobornaban con dinero. "Llegué a ver cómo el director sacaba de la caja fuerte 1.000 euros y se los daba a un chaval al que habían dado golpes por todo el cuerpo para callarle", contó quien fuera subdirector.