Ablaye Boye: «Cumplí los 18 en la cárcel»

Boye entró en la prisión de Tenerife II cuando tenía 16 años, acusado de ser el patrón de su cayuco

La Justicia tardó un año y nueve meses en admitir su minoría de edad

Ablaye Boye, en el entorno del Audiorio de Tenerife.

Ablaye Boye, en el entorno del Audiorio de Tenerife. / Andrés Gutiérrez

Isabel Durán

Isabel Durán

Ablaye Boye llegó a Tenerife con 16 años. A pesar de su edad, terminó en prisión acusado de ser el patrón del cayuco en la que arribó a las Islas. Estuvo entre rejas durante un año y nueve meses. A pesar de que advirtió sobre su minoría de edad, nadie le creyó, pues no tenía ninguna documentación y al llegar aseguró ante la policía que tenía 19 años por miedo a quedar atrapado en un centro de menores.

Detrás de los muros de una cárcel, donde el tiempo parece congelarse y las esperanzas a menudo se desvanecen, emerge la historia de Ablaye Boye. Este joven gambiano llegó a Tenerife en octubre de 2021, con apenas 16 años. Solo. Sin el apoyo de un adulto que velara por él. En tierra le esperaba un destino impensable para un joven europeo de su edad: la cárcel. Boye abandonó Gambia, donde la pobreza es protagonista del día a día, con el sueño de una vida mejor. Se subió a un cayuco con otras 71 personas y zarpó desde las costas de Mauritania. Cuando arribó a las Islas, le advirtieron de que si decía su verdadera edad lo enviarían a un centro hasta que cumpliera los 18 años. El miedo, la incertidumbre, el desconocimiento y la desprotección lo llevaron a mentir. Aseguró ante la policía que tenía 19 años. Ese engaño le perjudicó cuando algunos de sus compañeros de travesía lo señalaron como el patrón de la barquilla. Lo siguiente fue ingresar de forma preventiva en la prisión Tenerife II.

«En ese momento pensé que me había jodido la vida», recuerda Boye, quien pasó entre rejas un año y nueve meses hasta que la Justicia admitió que fue internado cuando era menor de edad. «En prisión te vuelves loco. A pesar de asegurar que era menor de edad, nadie me ayudaba», explica el joven gambiano, que compartió prisión con otro chico acusado por el mismo delito y que también fue liberado al demostrarse que tenía 16 años. «Mi único interés allí era aprender español. Iba a clases y no paraba de estudiar con libros», explica Boye, que reconoce que tenía días buenos y días malos. Días en los que «había problemas entre los blancos» y días en los que «había problemas entre paisanos». Su fortaleza mental le ayudó a superar su estancia tras las rejas. Evitaba pensar en el exterior y se concentró en formarse.

Ablaye Boye, en el entorno del Audiorio de Tenerife.

Ablaye Boye, en el entorno del Audiorio de Tenerife. / Andrés Gutiérrez

La vida de Boye cambió cuando su caso llegó a una persona que colabora con una entidad que trabaja con menores migrantes y pidió un vis a vis con él. Le relató su historia y pronto comenzaron los trámites para presentar su documentación. También se le solicitaron las pruebas médicas para que los forenses pudieran estimar su edad. La burocracia en un país como Gambia no es sencilla, pero su madre logró tramitar la partida de nacimiento con la que se confirmaba que Boye había nacido en 2005. «Cumplí los 18 en prisión», afirma.

En marzo de 2023, Boye salió de prisión, pero no tenía dónde vivir, pues al ser ya mayor de edad no podía entrar en el sistema de protección de menores. La misma chica que le ayudó a salir de prisión –a quien ahora considera su hermana– lo acompañó a una oenegé que lo ha acogido hasta ahora. Aunque ya está en libertad, la incertidumbre sigue imponiéndose en su vida. «Estoy pendiente de que me juzguen y todavía no sé si lo harán como mayor o como menor de edad», señala el joven, que cada semana tiene que comparecer en comisaría par firmar. «Todavía no puedo trabajar, porque no tengo toda la documentación necesaria, y tampoco puedo salir del país», lamenta. Además, Boye está a la espera de conocer en unas semanas la resolución de su solicitud de asilo. 

La defensa critica que los jueces dudan de forma sistemática de la documentación que procede de Gambia

La abogada encargada de su defensa, Sara Rodríguez, señala que los jueces ponen en duda sistemáticamente la documentación oficial procedente de Gambia y denuncia las irregularidades que se produjeron durante el proceso de las pruebas de determinación de edad de Boye. «El juez de instrucción, aunque lo sacó de prisión por ser menor, no declaró la minoría y no se inhibió. Por lo que no se le puede juzgar directamente en la jurisdicción de menores», aclara la letrada. Boye está a la espera de recibir su pasaporte desde Gambia, que servirá para dar fuerza a su defensa como menor de edad. Además, Rodríguez lamenta la lentitud con la que la Justicia responde ante un tema que debería ser urgente, pues este joven no puede continuar con su vida y con su proyecto migratorio hasta que se resuelva definitivamente su caso.

Hasta ocho años de prisión

La pena tipo para quienes ejercen como patrones de los cayucos va de los cuatro a los ocho años de prisión. Si se demuestra que no forman parte de una organización y son solo el final de una cadena, rebajan un grado la pena y la Fiscalía solicita tres años de prisión. Sin embargo, cuando existen datos de que es un patrón profesional, pide cuatro o cinco años, a los que se suman entre uno y tres años, si han fallecido personas por su mala pericia durante la travesía.

Pero, ¿por qué Boye fue acusado de ser el patrón de su cayuco? Desde los 14 años, el joven empezó a trabajar en el mar y se vio obligado a abandonar los estudios para dedicarse a la pesca. Durante dos años bregó con redes, pasó largas jornadas en alta mar, aprendió a manejar cayucos y se acostumbró a la oscuridad de la noche en mitad del Atlántico. Cuando se subió a la barquilla que le trajo hasta Canarias, Boye era un experto en la vida en el mar. Durante los seis días que duró su travesía mantuvo la calma y no le afectó la navegación. «La gente perdía la cabeza, pensaban que iban a morir», relata el joven, que celebra que nadie perdió la vida durante el trayecto y que el viaje fue «tranquilo». Sin embargo, recuerda que tres días después de zarpar se quedaron sin comida y sin agua. Su experiencia en la mar y su confianza en llegar a tierra hicieron que sus compañeros de cayuco pensaran que él era uno de los organizadores de la expedición.

Su cayuco tardó seis días en llegar desde Mauritania; los tres últimos días no tenían ni comida ni agua

El caso de Boye no es único en Canarias. Este viernes, la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife denegó la libertad a otro joven gambiano que está preso desde hace casi cinco meses, pues duda de la autenticidad de la partida de nacimiento con la que intenta demostrar que es menor de edad. Su defensa –compartida con Boye– anunció que elevará una queja al Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas, para que inste a España a cumplir con las convenciones internacionales, respete los documentos del chico y lo trate como a un menor.

Además, en diciembre, dos jóvenes senegaleses fueron ingresados en prisión preventiva en Las Palmas II –también investigados por ser los patrones de una embarcación precaria–. Dos meses después se demostró que uno de ellos era menor y el segundo logró salir de prisión la semana pasada. Su liberación se produjo solo tres días después de que el Comité de Derechos de Niño de Naciones Unidas exigiera a España una medida cautelar para que el joven no siguiera recluido entre adultos.

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