Los clientes llenan sus carros de agua, papel higiénico, lácteos, alimentos infantiles y otros productos básicos, ante el miedo a desabastecimiento y el cierre de los colegios debido al coronavirus, aguantando colas que llegan a la hora y media, e incluso más, en muchos casos. El responsable de un céntrico supermercado en la capital admitía en la tarde de este jueves que después de seis años en el puesto no había visto tal afluencia de personas con compras tan grandes ni en las navidades.

"La gente está mal de la p... cabeza". La expresión le sale del alma a un joven de compras al pasar por el pasillo del papel de cocina y de baño. Pero no es el único comentario vinculado a la situación que se está generando por la propagación del coronavirus. "Con lo flaquito que soy yo si me pasa me manda para el otro barrio, seguro". Este es otro joven hablando por el móvil en la zona de perfumería de un establecimiento de una cadena nacional también en Las Palmas de Gran canaria.

En ambos establecimientos se cumple una imagen muy semejante. Las cajas a pleno rendimiento para cobrar a los clientes, que esperan con paciencia su turno. Y determinados productos agotados, y otros con limitaciones. No es que no hayan en almacenes, sino que no han podido ser repuestos porque la demanda está siendo impensable.

La falta de mercancía se nota sobre todo en el agua y el papel higiénico. Las estanterías están vacías en muchas marcas. La situación lleva a alguna pareja de compras a plantearse si comprar ante esta situación excepcional, aunque reconocen que tienen todavía en su casa. La demanda se observa incluso en la calle, donde las personas que llevan sus bolsas han hecho acopio de ambos.

Las elevadas ventas se dejan sentir también en productos básicos, como es el caso de las pastas, los granos y hasta la lejía. También en alimentos infantiles como las compotas y hasta los corn flakes. En este caso, se explicaría porque los niños se han quedado sin clase durante las próximas dos semanas.

El responsable de uno de los supermercados no para de sudar, tratando de organizar las colas, mientras todas las cajas están activadas por el personal. Asegura que lleva seis años en este trabajo en un sitio muy céntrico de la capital, y que nunca había visto nada así. Ni en las horas punta del periodo navideño. Incluso, se han restringido los envíos a domicilio, porque no pueden atender a todos los clientes. Esta situación vivida este jueves tarde se viene repitiendo en los últimos días.

Las listas de demanda se completa también en otro centro en la fruta y verdura de una empresa nacional, que agotó sus existencias en la mayor parte de la mercancía dispuesta a primera hora. No será hasta esta mañana cuando dispongan de nueva carga. Esta situación se repite con la lubina, ya que la pescadería también se ha quedado sin poder servirlo y solo queda a la vista el hielo.

"¡Ños, qué show!", se le escapa a una muchacha al ver los puestos vacíos, mientras alguna persona saca fotos para inmortalizar esa situación excepcional, casi de un conflicto bélico.

También se echa en falta determinadas marcas de aceite, geles de baño y otros de higiene personal, hasta productos elaborados, como el pavo y el pollo. La situación es tal, que hasta los toldos que cubren los congeladores están echados, porque nadie va a encontrar nada.

"Esto está fatal", expresa Susana Santana, mientras espera en la fila única de uno de los supermercados del centro de la capital. En su carro, lleno hasta los topes, asoman productos básicos como leche o pan y confiesa que este es el segundo establecimiento al que asiste.

"No suelo venir aquí, pero en el supermercado que me queda cerca ya no quedaba lo que yo necesitaba", sostiene, reiterando ante todo que esta compra no tiene nada relacionado con las medidas espontáneas que la mayoría de ciudadanos están tomando para suministrarse ante un inminente desabastecimiento de alimentos o artículos esenciales.

"La verdad es que esto está siendo una locura", comenta algo asustada, sobre todo al percibir con sus propios ojos el miedo que se ha extendido entre la población. "Es como una avalancha; han arrasado con casi todo", resalta ya cansada de esperar durante tanto tiempo en la cola de la caja. "Me duelen las piernas", lamenta con resignación.

La suspensión de las clases de los centros escolares ha generado la preocupación de las familias. "Nosotros hemos venido porque tenemos una niña pequeña", expresan Jonathan Reyes y Gabriela Espinar, dos vecinos de la zona de Triana, que se acercaron a última hora de la tarde al supermercado más cercano con la intención de comprar pañales, compotas y leche. "Ya fuimos por la mañana a otro establecimiento y apenas quedan existencias de los productos infantiles", explican.

"En la vida había visto algo parecido", sostiene la madre impresionada, que espera desde hace media hora a que avance la fila única que se ha organizado en el supermercado, conformada solo por los usuarios con carros grandes. Esa es la media de tiempo que los clientes han tenido que sufrir sobre las siete de la tarde, algo por lo que no habían pasado nunca los que se consideran habituales de estas tienda de la zona de Triana. Una de las encargadas señala a los clientes que deben permanecer en una fila única, a pesar de que están todas las cajas abiertas para atender al público.

"Creo que hay que tener una visión humanista del asunto, no hay mucha información y la gente actúa sin pensar", expresa su marido, que no solo piensa desde el punto de vista como usuario sino que se pone en el lugar de los trabajadores de estos comercios. "Tienen que organizar de alguna manera y lo hacen lo mejor posible", añade comprensivo, añadiendo al mismo tiempo que el cierre de los colegios ha supuesto una "revolución".

No todo el mundo analiza la situación desde un prisma tan negativo. "Yo no he visto tan mal la situación; aunque hay mucha más gente de lo normal, eso es verdad", confiesa una muchacha, que aprovechó para hacer la compra de la semana mientras su madre acudía a su cita con el dentista. Su cesta es diversa, desde verduras y carne, hasta bolsas de papas fritas y otras chucherías. "Había más o menos de todo en las estanterías", declara incluso sorprendida, pues los vídeos e imágenes que se han movido por los grupos de whatsapp o redes sociales no se corresponden con la realidad que ha vivido en su tarde de compras.

Sin embargo, en otro supermercado cercano la situación es completamente diferente. Patricia Rodríguez termina su compra con la certeza de que tendrá que acercarse a otro sitio para culminar su lista de productos necesarios. "No he encontrado casi nada, es una pasada", expresa con los ojos abiertos, comprobando que las noticias sobre la falta de papel higiénico son completamente ciertas. "Tampoco hay frutas ni verduras; carne o leche", sostiene incrédula, aunque añade que según las conversaciones que ha mantenido con un encargado "por las mañanas no hay color, pero los productos que reponen se van agotando con rapidez a lo largo del día".