Los nuevos artesanos (IX)

El ganchillo japonés en Gran Canaria

La canaria Rosa Medina realiza peluches de ganchillo con la técnica oriental, ‘amigurumi’, para confeccionar juguetes que son la ilusión de los más pequeños

El ganchillo japonés en Gran Canaria | JUAN CASTRO

El ganchillo japonés en Gran Canaria | JUAN CASTRO / Gretel Morales Lavandero

La técnica japonesa para hacer ganchillo tridimensional, ‘amigurumi’, es la que utiliza la artesana grancanaria Rosa Medina de la Santa Cruz, para confeccionar sus peluches. Elefantes, abejas, personajes ficticios como Pipi Calzaslargas, Totoro o Stitch son algunas pocas creaciones de la gran gama de artículos que son obra de la infinita imaginación de su creadora, que ha obtenido recientemente el carné de artesana.

Rosa Medina de la Santa Cruz solo ha rechazado un encargo: un muñeco de Hitler. De resto, ha hecho de todo, elefantes, monos, abejas, pájaros y muchos personajes ficticios por los que los niños se chiflan. La artesana realiza peluches de ganchillo con la técnica japonesa, amigurumi, desde hace tres años. Comenzó como un pasatiempo para matar las horas muertas que pasaba en el sofá por una enfermedad que le obligó a dejar su trabajo como quiromasajista, pero cuando sus conocidos comenzaron a pedirle encargos sin descanso se dio cuenta que podía dedicarse a ello profesionalmente.

Por temas de salud Medina se expusó a un tratamiento bastante fuerte durante un año y estuvo casi todo el tiempo postrada en el sofá, en el que ahora teje sus creaciones. Llegó la Navidad y no tenía recursos para hacerle un regalo a sus hijos: «Me dije que no tenía dinero pero tenía manos, así que comencé tejiendo un gato», el cual regaló a una de sus hijas, que lo guarda con cariño al ser el primero de muchos. «Fue lo que me sacó adelante, por lo menos tenía para comer», indica Medina sobre su nueva profesión. El boca a boca fueron sus comienzos: «El primer gato se lo regalé a mi hija pero luego hice un montón más, estaba el sofá lleno de gatos», hace hincapié.

La artesanía, según Medina, no está lo suficientemente valorada: «Todo el mundo cobra por su trabajo y parece que el artesano no puede hacerlo». No comenzó en el mundo del ganchillo de primeras, su madre y abuela ya le habían enseñado desde pequeña a hacer las puntadas tradicionales pero cuando descubrió en internet la técnica oriental para darle forma tridimensional, no dudó en aprender de forma autodidacta.

El ganchillo japonés en Gran Canaria

El ganchillo japonés en Gran Canaria / Gretel Morales Lavandero

El público que generalmente se decanta por sus productos son los niños aunque hay algún que otro adulto que no puede evitar sacar la billetera para llevarse un Minion, una pokeball o un Baby Yoda. Medina ha sido una de las últimas artesanas en obtener el carnet de la Fundación para el Estudio y Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac). Tras tener el certificado empezó a asistir a puestos en diferentes zonas de Gran Canaria, donde ha descubierto las preferencias de los niños.

Las modas actuales son el personaje ficticio Stitch, Totoro o todos los pokémon. «Lo de las pokeballs fue una pasada, estaba en el puesto haciéndolas sobre la marcha». La parte favorita de Medina es observar la ilusión de los niños cuando toman el peluche en sus manos. «Cada pieza es única, quizás hago doce de la misma, pero cada uno tiene una personalidad», destaca.

Por esa razón cada vez que termina un muñeco le despide con un beso. «Yo me miro en ellos, pongo todo de mí para hacerlos», comenta la artesana que añade que cada muñeco es un reto. «Incluso la segunda vez que lo haces piensas si te saldrá bien», añade.

El ganchillo japonés en Gran Canaria

El ganchillo japonés en Gran Canaria / Gretel Morales Lavandero

El período de Navidad ha sido uno de los más intensos en los pocos años que lleva siendo artesana, las pasadas fueron las primeras fiestas en las que puso un puesto. «Estoy acostumbrada a ver la cara del niño cuando los padres le compran el peluche así que les pedía que, por favor, me enviaran fotos porque necesitaba ver ese momento para saber que mi trabajo está bien hecho», recuerda la artesana que no puede evitar emocionarse cuando los más pequeños descubren sus nuevos juguetes.

Medina dedica todo su día a crear, desde las seis de la mañana hasta la noche, (o hasta lo que pueda su cuerpo). «El 25 de diciembre me fui a comer con mi familia y me llevé mi ganchillo, en lo que estaban hablando yo me ponía a tejer, es como comer pipas», asegura. Además de su trabajo es su pasión y todo su mundo, al que le dedica mucho cariño en cada muñeco.

Para aprender la técnica necesitó mucha paciencia. Fueron horas de hacer y deshacer o buscar información para conseguir que el peluche saliera. La práctica le ha dado la agilidad de la actualidad pero sigue siendo un reto. Depende de la dificultad del muñeco y el tamaño la artesana puede tardar entre una hora o hasta cuatro días, como, por ejemplo, fue un peluche de Pipi Calzaslargas, que le llegaba por las rodillas. Tan solo a dibujar el patrón le dedica 14 horas. Sin embargo, la absoluta dedicación que le ofrece no es molestia porque son parte de ella.

En la imagen superior, Rosa Medina de la Santa Cruz, posa junto a algunas de sus creaciones. Sobre estas líneas a la izquierda, la artesana teje uno de los muñecos. A la derecha, algunos de los artículos que confeccionó para las últimas navidades. |

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