Firgas.

El hotel de Rosarito Ponce y las fiestas

Vivir en el Hotel Azuaje costaba cinco pesetas diarias e incluía desayuno, almuerzo, comida y cama

La fonda celebró el 150 aniversario de su construcción el pasado año

El Hotel Firgas, en una celebración festiva (fines del siglo XIX, principios del XX).

El Hotel Firgas, en una celebración festiva (fines del siglo XIX, principios del XX).

El miedo a una invasión norteamericana, la búsqueda de climas diferentes a los de la ciudad en el verano, los campestres paisajes llenos de un anhelado aspecto bucólico, poder asistir a nuevas costumbres de diversión y fiestas en los meses de verano fueron la razón para que cientos de canarios junto a un creciente turismo procedente del extranjero llenara desde finales del siglo XIX los campos y cumbres de la isla de Gran Canaria. En Firgas, estas razones se unieron a las cualidades terapéuticas de las aguas termales alumbradas en el cercano barranco de Azuaje y que motivaron una razón específica para venir a la Villa de San Roque.

Como tanto Firgas como Moya carecían en un primer momento de aquella creciente afluencia de buscadores de la salud -que llegaron hasta organizar decimonónicas acampadas en el fonde del barranco-, la rehabilitación de inmuebles existentes y la nueva construcción de algún otro fueron la forma de adaptarse aquella sociedad agrícola y ganadera a unas nuevas circunstancias que muchas veces les asombraban por el interés que los de fuera mostraban ante circunstancias, montañas, fiestas y expresiones culturales que «siempre habían estado allí». Lógicamente, las personas que pudieron afrontar esa adaptación y conseguir sacar beneficios económicos de ella eran los que disponían de un capital con el que dar los pasos necesarios. Entonces como ahora.

En el caso que nos ocupa, el magnífico edificio que señorea un lateral de la Plaza de San Roque y que no pudiera haber tenido jamás mejor ubicación ni estampa más distinguida es el que fuera conocido a partir de 1923 como el Hotel o la Fonda de Rosarito Ponce; a dos pasos de iglesia, plaza y ayuntamiento.

Tal como destacara en su trabajo Sergio Falcón Marrero, la construcción fue edificada en 1872 en terrenos de la familia Hernández González. Desde ese año y hasta principios del pasado siglo fueron el matrimonio formado por José Navarro Ortega y su esposa Dolores Montesdeoca Medina los que lo regentaron, así como el servicio de bestias que se encargaba de llevar a los huéspedes hasta los baños de la Fuente Santa de Azuaje.

La familia propietaria del alojamiento, llamado por entonces Hotel Azuaje, continuaron con el edificio hasta que en 1912 lo vendieron a Juan Suárez Gil, que rápidamente lo reformó y amplió de tal manera que el 15 de junio de aquel mismo año lo abrió ya preparado para el alojamiento veraniego de fiesta y salud.

Suárez Gil anunciaba que la casa tenía buenas habitaciones, un espacioso comedor desde el cual se dominaban preciosas vistas, un extenso patio para espectáculos, teléfono en comunicación con Las Palmas y otros pueblos de la isla y un buen servicio de cantina. Al frente de este hotel estaba Ildefonsa Suárez, de la que se afirmaba que era ·conocida de los veraneantes de Firgas, por su especialidad en la cocina y prontitud en el esmerado servicio»; y que poco tiempo después abriría negocio propio.

Vivir en el Hotel Azuaje hace 111 años costaba cinco pesetas diarias e incluía desayuno, almuerzo, comida y cama. Y todo lo que le rodeaba y era gratis, claro. Los actos de las fiestas de San Luis y San Roque, las excursiones a la montaña, las largas y saludables caminatas a Los Dolores o Quintanilla eran añadidos sin coste.

Además, el nuevo propietario incluyó desde su rehabilitación, un entretenimiento interesante y novedoso: en el patio del hotel funcionaba todas las noches un cinematógrafo para los huéspedes y los firguenses en general. Algo que colocaba a Firgas al nivel de una gran ciudad y que gustó mucho.

Pasadas las fiestas de San Roque, Juan Suárez dio otro paso en la nueva configuración del hotel: a mediados de septiembre de 1912 pasó a llamarse ‘Hotel Firgas’ dejando atrás el nombre de Azuaje, su primera denominación.

Como todo iba muy bien; en 1914 Juan Suárez Gil casó con Rosario Ponce Gil, la hija de Pedro Ponce Guerra, que fuera alcalde de Firgas a fines del siglo XIX.

Y justamente hace un siglo, tras nueve años de matrimonio y cuando tenían el proyecto de rehabilitar la casa reconstruyéndola con el estilo de un hotel a la moderna, de gran capacidad, con buen servicio de automóviles para los baños de Azuaje y para excursiones; el seis de marzo de 1923 fallecía Juan Suárez Gil. Aquel mismo año estaba en la relación de principales contribuyentes del municipio de Firgas y tas su muerte, su viuda Rosario Ponce regentaría propiedades y hotel y como ‘viuda de Suárez’ dirigió a partir de entonces la que sería conocida en los años siguientes como la Fonda de Rosarito, que continuó estando muy presente en la vida social firguense.

El 15 de mayo de 1923, Rosarito abría nuevamente el establecimiento hotelero, tras nuevas reformas y aclarando que en su fonda no se admitían personas que padecieran enfermedades contagiosas. Tan sólo unas semanas después, desde las ventanas del hotel, los huéspedes pudieron asistir al programa de festejos que en honor a San Luis Gonzaga tuvieron lugar el 16 y 17 de junio. El hotel fue entonces y siempre palco privilegiado de todo tipo de eventos, como en aquellas fiestas de San Luis de hace un siglo fueron la verbena con iluminación a la veneciana, el paseo con música, los fuegos artificiales, la carrera de cintas o la elevación de globos; y que se repetirían en las festividades del Patrón San Roque.

Abierto estuvo el hotel hasta que el declive de Azuaje sobre 1934, debido a razones nunca relacionadas con la excelente calidad sanitaria de sus aguas, y que junto a los cambios sociales se llevaron por delante el interés del negocio alojativo.

En el trabajo referido, Falcón Marrero destaca los muchos usos de la construcción desde entonces hasta su venta. La Escuela Graduada Mixta en la que fue maestro el hijo del matrimonio fundador José Suárez Ponce, así como su propio hogar; el comercio de ultramarinos de la familia Domínguezque consta en la Carta Etnográfica del Cabildo, el Juzgado de Paz, etc.

Tras las fiestas de San Roque de 1970, a la edad de ochenta y tres años fallecía doña Rosario Ponce Gil. Su hijo José Suárez vendía el mismo año el edificio del Liceo a la Sociedad que lo gestionaba y que había sido fabricado por su madre; y en 1972, el propio hotel al ayuntamiento de la Villa de Firgas

Durante dos décadas, la antigua construcción se dedicó como almacén municipal, escuela de solfeo de la banda, y en suma un lugar de usos múltiples que si bien determinó su integración social como espacio cultural tanto fue un momento de progresivo y alarmante deterioro, cuya solución se iniciaría bajo la alcaldía de Manuel Ramón García, con el encargo por parte del Cabildo Insular del Proyecto de Rehabilitación de la vieja Fonda a fin de destinarla a Casa de la Cultura de la Villa de Firgas, encomendado a la arquitecta Alicia Doreste conjuntamente con José Luis Gago.

Y aunque los vericuetos por los que pasó dicho proyecto retardaron bastante su proceso, éste se vio culminado a las ocho de la tarde del viernes 21 de abril de 1995 siendo alcalde Francisco Ponce, con la inauguración de la Casa de la Cultura de la Villa de Firgas en el extraordinario edificio restaurado de la que fuera Fonda de Rosarito; que también albergaría la Biblioteca Municipal y las oficinas de la concejalía de Cultura.

Se presentó libro escrito al respecto por la arquitecta Alicia Doreste, en el que se contemplaba tanto la historia del inmueble «como la técnica combinativa de caracteres vanguardistas y tradicionales empleada en su restauración».

La Compañía de Ballet de Tere Molina, la Coral Villa de Firgas dirigida por Edmundo Domínguez, la exposición de acuarelas de Ismael Marrero, la de artesanía local de Antonio Cardona, la de fotografías sobre Firgas y su pasado, cedida por el Club de Leones; y el encuentro de música folclórica en el que participaron los grupos Atacayte, Parranda la Umbría, Tacande, así como los de las asociaciones de Vecinos Unidos e Idafe, cerraron aquellos primeros días de arte y cultura en el entorno del rehabilitado hotel.

Desde entonces, este lugar ha sido sede y acogida de cientos de eventos que han permitido que tanto los firguenses como los visitantes hayan podido disfrutar en su ámbito de un lugar en el que expresiones musicales, conferencias, presentaciones de libros o exposiciones han sido una ventana abierta a la fascinación de la cultura como a inicios del pasado siglo debió ser también las primeras películas que en su patio permitieron a Firgas ser pionera frente a otros muchos lugares de Canarias. a Fonda de Rosarito celebró, con algunas actuaciones de restauración y adecuación aún pendientes, el 150 aniversario de su construcción el pasado año. Un pasó más que de seguro traerá muy pronto a la Villa de Firgas mucha más cultura, mucha más vida y fiesta; gracias a la presencia de este emblemático y singular edificio justo al lado donde, tras la aborigen Afurgad, la historia de monjes y trapiches sitúan el ancestral nacimiento de esta población.

Suscríbete para seguir leyendo