Medio Ambiente

La metamorfosis de Los Tilos de Moya

La bajada del nivel freático y el cambio climático se salda con la reducción de ejemplares de los tiles que da nombre a la Reserva Natural de la villa de Moya

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Tras cinco siglos de expolio el antiguo monteverde que coronaba las medianías del Norte desde Tenteniguada a Agaete ha ido menguando hasta acabar en relictos como Los Tilos de Moya, una reserva natural, emblema de la laurisilva grancanaria que ahora, frente a la pérdida de los manantiales y la crisis climática, encara la reducción de su especie reina, la de los majestuosos tiles que le dieron el nombre.

Desde que los europeos arribaran en Gran Canaria y dieron por conquistada la isla uno de los grandes perdedores de la batalla se concentraba en el potente monteverde que ocupaba una franja que abarcaba desde Tenteniguada a Agaete a partir de los 400 metros de altitud. Una laurisilva que desde el minuto era exaltada por los cronistas, que interpretaban con asombro su abigarrada flora y fauna como el cartógrafo e ingeniero Leonardo Torriani, que dejó por escrito a finales del siglo XVI, en su descripción de la Selva de Doramas, que es de “aguas fresquísimas, cerros amenos, sitios extraños, cuevas toscamente hechas y varias clases de árboles en número infinito que con sus excelsas cimas parecen rebasar el término de su crecimiento, los cuales crean sombra a los prados, a las hierbas y a las fuentes que allí se halla”.

Un lugar que asciende en el siglo XVII según el cura Francisco López de Ulloa, a fenomenal recreo de “muchas personas nobles y los principales de la isla y jueces superiores y de todo género”, al que acuden “a tener divertimento y gozar de aquella frescura y amenidad”.

La cubierta vegetal de Los Tilos de Moya.

La cubierta vegetal de Los Tilos de Moya. / José Carlos Guerra

Paraíso de lluvia horizontal

Bajo la enrevesada cúpula vegetal volaban, según lo pinta López, las perdices, las tórtolas, las “palomas torcases y tan grandes en tal manera que llegan a ser como una gallina”. Un paraíso de lluvia horizontal al que al canto de las aves se sumaba el creciente run rún de la extracción maderera. Esto también lo deja caer el clérigo presbítero, si bien con más optimismo del que delata el resultado final al cabo de los siglos: Es tanta “su fertilidad”, describe, “que donde se corta un árbol para la labor de sus edificios y fábrica de navíos salen tres o cuatro y dentro de otros tantos años hay tanta multitud que es de congruencia el contarlos”.

En el trabajo A propósito de la descripción de Chil y Naranjo sobre los Tilos de Moya, que firman Antonio Santana y Claudio Moreno, de la Sección de Geografía de la ULPGC, y que recoge estas crónicas así como la evolución del emblemático espacio hoy Reserva Natural Especial, se desgrana como aquella primigenia laurisilva que coronaba la base de la cumbre grancanaria se va transformando en lugar de pastoreo y de labores agrícolas, mermando año a año tanto la superficie forestal como las miles de madres, o nacientes, que hacían escurrir a la isla hasta la costa.

Laderas arboladas de Los Tilos de Moya.

Laderas arboladas de Los Tilos de Moya. / José Carlos Guerra

El siglo de las repoblaciones

En el caso de la Montaña de Doramas, y su verde desde Teror, Firgas, Valleseco y Moya, la privatización a mitad del siglo XIX de las antiguas lindes de realengo a dos propietarios principales, el general Morales y el brigadier Delgado, suponen la puntilla final de aquella maravilla forestal, para dejar a las generaciones de la segunda mitad del siglo XX con apenas un 1 por ciento de lo que fue.

Los esfuerzos del Cabildo, -que compra el barranco en los 60 e inicia repoblaciones a finales de los 70 y principios de los 80- así como del Gobierno de Canarias y el Ayuntamiento de Moya durante las últimas décadas, han sido los propios de un enfermo en paliativos al que por su columna vertebral le ocupa una carretera asfaltada y por sus venas una hermética tubería que colapsa la irrigación de sus raíces, a lo que se añade el tránsito sin mesura sobre un suelo cada vez más empobrecido, de forma que una de las primeras medidas radicales tomadas hace 30 años fue la de implementar el cierre de su perímetro, una medida que dura más de veinte años, hasta que vuelve a abrir en mayo de 2011, tras más de dos años de trabajo en el que se plantaron 1.200 árboles, se recuperaron viejos caminos, los de Chiripitas y San Fernando, se habilita el llamado Circular, se desbrozan 18.000 metros de terreno para evacuar especies invasoras, se crean 300 fajinas para nivelar terreno y se capturan decenas de gallinas asilvestradas. La intervención se remata con un centro de interpretación, de funcionamiento irregular.

Un visitante alonga por el camino Circular de Los Tilos de Moya

Un visitante alonga por el camino Circular de Los Tilos de Moya / José Carlos Guerra

Imágenes históricas

La Reserva ahora, tras las repoblaciones ejecutadas gracias al trabajo de recolección de semillas en diferentes enclaves para preservar su riqueza genética por parte del geógrafo y ecologista José Julio Cabrera Mujica y de la viverista del Cabildo Eli Reyes Perera, es un relicto de 91 hectáreas en plena -y crucial- metamorfosis. Una forma de ilustrar este cambio en proceso es recurrir a las imágenes históricas, donde se aprecian inmensos ejemplares de tilos, especie que da nombre al sistema, con alturas de hasta más de 30 metros.

Pero con el entubamiento del agua, la escasez de precipitaciones y la pérdida de ese gigantesco fonil vegetal capaz de crear la lluvia horizontal, aquellas copas empiezan a secarse, apreciándose en la actualidad ejemplares puntisecos con copas de apenas diez o quince metros de altura.

Y es que el til, la especie clímax de la laurisilva de toda Macaronesia, en términos medioambientales funciona como el canario de la mina. Es el que reina en los mejores bosques de la Gomera, Tenerife y Madeira, y solo prospera en el sumun de los mejores y más profundos suelos, con la mejor orientación en zonas muy húmedas y umbrosas.

Cambio de rey

De ahí, en el caso concreto de Moya, su declive, que es reemplazado por la cada vez más abundante regeneración de otras especies de la laurisilva, como los barbuzanos o palo blancos reforestados, así como el brezo y la falla, con lo cual, según técnicos del Cabildo, «el futuro de la formación boscosa no está en peligro, ya que seguirá siendo laurisilva, pero sí será más pobre en tiles y más rico en las especies que le acompañan».

Su futura fisonomía es un incógnita dado «que aún no sabemos si el predominante será el barbuzano, el viñátigo o la falla, algo que también determinará el cambio climático, quedando el tilo en lugares muy concretos, concentrado en las umbrías de los fondos de barranco», de forma que en un futuro a largo propio sea más propio el topónimo de Los Barbuzanos, o Los Aceviños de Moya.

Los mismos especialistas creen además que el área de Los Tilos no se incrementará tampoco en los próximos años, debido al desgaste que presentan sus laderas, con poco suelo, «y muestra de ello es que están cubiertas de pitas y tuneras, indicadores que apuntan a la escasa calidad de un piso que además queda muy expuesto a la insolación».

Setas a pie de matos en Los Tilos de Moya.

Setas a pie de matos en Los Tilos de Moya. / José Carlos Guerra

El sublime y perdido panorama

Pero esto no es obstáculo para poder determinar que en estos momentos, tras años de reforestación, la laurisilva se está recuperando con una velocidad de crucero importante, sobre todo porque una vez sentadas las bases ahora toman el relevo una fauna avícola «que están dispersando las semillas por todos lados». De forma que se está recuperando mucha superficie de laurisilva en la franja norte de la isla, especialmente en puntos como el barranco de La Virgen, que experimentó un auge de su masa forestal con la reintroducción de la paloma rabiche a principios de la pasada década en un programa europeo que contemplaba la repoblación de 500 hectáreas en distintos puntos de las medianías del norte, como la finca de Osorio o los también barrancos del Andén y Oscuro.

Pero, de nuevo, el cambio climático «seguramente obligará al Servicio de Medio Ambiente a buscar terrenos para restaurar la laurisilva en zonas favorables, donde tengamos la certeza que podrá prosperar el monteverde».

Lo que no se podrá esperar, al menos ni a corto ni a medio plazo, es el repetir las postales literarias del médico, historiador y antropólogo Chil y Naranjo en las que describía las prodigiosas maravillas de Los Tilos de Moya, un lugar, donde pescaba anguilas embarbascadas en sus charcos con tabaiba y desde donde contemplaba un norte que llegó a describir como «el más sublime panorama».

Prohibidas las bicicletas y los paseos a caballo

La consejería de Medio Ambiente del Cabildo probaba el pasado mes de septiembre las nuevas normas que rigen en la Reserva Natural de Los Tilos de Moya, y en las que queda terminantemente prohibida la circulación de bicicletas, los paseos a caballo, así como los aparatos de música, la megafonía o los grupos electrógenos para no afectar a la avifauna. Además se establece un horario de 08.00 a 14.00 horas en horario de invierno, entre los meses de octubre a junio, mientras que en verano abre a la misma hora pero cierra a las 13.30 horas. También se especifica que solo se puede transitar por el llamado sendero Circular, y que en caso de hacerlo con mascotas éstas deben ir atadas en todo momento y que es obligatoria la recogida de sus excrementos, para lo que existe un contenedor habilitado para su depósito. Añade que hay que evitar pisar fuera de los recorridos para frenar el deterioro de unos suelos frágiles, advirtiendo por último sobre la potestad de los vigilantes para suspender cualquier actividad no sujeta a las normas.

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