Un domingo de mejunje y aceituna

Miles personas se dan cita en Santa Lucía para disfrutar de una masiva Romería de Los Labradores

La fiesta superó las 17.000 personas de las ediciones anteriores

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Santa Lucía, la santa, abrió un claro sobre Santa Lucía, el pueblo, para proteger la gigante caldera de Tirajana de los sirocos y dar inicio sin ventoleras ni pejigueras a la Romería de los Labradores, que dio inicio a la una menos diez minutos de un domingo de colores en el que las parrandas multiplicaban por dos a las carretas.

Dime que ya no me quiereeees, y verás como me muerooooo, saltaban las seguidillas a cancela abierta de la iglesia principal, en la que un ancestral servicio de transporte se arrimaba hasta el zaguán para portar a la Virgen del Rosario, la imponente imagen de la Escuela de Luján Pérez que ahora luce sobre la carreta tirada por la familia Ramírez, con sus bueyes engalanados con brillantes collares de campanas.

Detrás de ellas otras trece, unas a tracción animal y otras a tractor propiamente dicho, y entre medio una treintena de parrandas, dibujando un cuadro de tipismo que ya no se volverá a repetir hasta el paso del invierno en toda la Gran Canaria, que por algo, la de Los Labradores de Santa Lucía, es la última gran romería del año. Esto, en un día que parecía pintado adrede en el que desde temprano se fueron taponando las vías de entrada al pueblo, de forma que entusiastas como Marga Lousa tuvieron que aparcar sus fotingos de buena mañana bien a las afueras, tanto como en el cementerio para iniciar desde allí su propia romería de veinte minutos hasta los pies de la iglesia, «un poco de senderismo, antes de empezar la fiesta, confesaba con sus sonrisa a la vera de la carreta de Miguel Vega, la de Rosiana-La Sorrueda, y que ya había triunfado el pasado año por su especialidad «en golosinas, y es que de hecho se la conoce por ello», y por «los quesitos, las papitas arrugadas, las croquetas de pollo, los bocatas de pata, los huevos duros, las pellas de gofio y los refrescos de Agua de Firgas. Ah, y el mejunje, que cuando se me siente el estómago quizá me atreva».

A las tres de la tarde la última carreta pasaba por la plazoleta Cristóbal Navarro, punto en el que la gorda fila india de la comitiva se expandía para dar cuenta de un volumen de personas que alcanzaban la categoría de mogollón 5 en la escala de Richter, probablemente superando las 17.000 personas que ya marcaron un hito el pasado año, con una enorme cantidad de familias, todos sus miembros ataviados junto a sus pequeños de rigurosa etiqueta de la tierra: zurrón de piel de cabra, chaleco, fajín, cachorro y, en versión VIP, con bucio, garrote y palo canario, en un ambiente que contagia, al personal de la tierra y a los asimilados.

Asimilados como el alemán Miguel Kemerling, yerno de la que probablemente fue la primera familia de extranjeros en asentarse en la localidad del sureste. «Mi suegro llegó al pueblo hace más de 55 años, y yo la primera vez que llegué», explica perfectamente ataviado de maúro selecto, «fue hace 32 años: me enamoré del pueblo, de su naturaleza y de mi pareja, Siona, que nació y creció aquí».

Hermanamiento de elixires

Afincado en ese paraíso que lleva por topónimo La Sorrueda asevera que es ésta, la de Los Labradores «una de las mejores citas de Gran Canaria, y sé que cada uno podrá decir lo mismo por las de su propio pueblo, pero es que esta fiesta es muy auténtica, con sus actuaciones, su Haragán» y su mejunje, elixir endémico de Santa Lucía que también elabora él mismo con su ron, su hierba luisa, su miel «y un poquito de zumo de limón y de naranja», y que según confiesa por lo bajo, «hago más flojo para poder tomar un poco más, porque el brutal ya lo hace otra gente», explica entre risas.

Por ahí también anda el concejal de Urbanismo y Movilidad Levi Ramos cotejando amistosamente el otro preparado autóctono de las Tirajanas, la guindilla de Tunte, que se ha traído desde allí el tirajanero Gonzalo Medina, para «un hermanamiento», como lo describe Ramos, con su regusto de guindas maduras, ron, azúcar y media caña de canela.

Es momento de ponerse firmes, que ahí está el señor alcalde, Francisco García, enmedio de una marea que lo tiene contento, «por la gran participación de este año, mayor que en ediciones anteriores por público y por número de carretas», algo que achaca no solo al buen tiempo, sino por una fama en aumento y «quizá por ser la última del año en las puertas de la Navidad». Por todo esto, y por algo más. Por la apabullante muestra de gastronomía exhibida elaborada por producto local: «sus aceitunas, sus mantecados, sus chicharrones...»

Francisco García afirma que a la patrona le ruegan este año «agua para los campos y salud para poderlos trabajar», todo ello para un pueblo que no se olvida de los suyos, como ayer lo hacía en una edición más, y en forma de homenaje en la carreta de los amigos de Joni López y Manolo El Pinta, dos jóvenes fallecidos demasiado pronto que han dejado un recuerdo imborrable en la localidad del sureste, «una pérdida muy grande» y a los que inmortalizan como ellos mismos hubieran querido, «con parranda, alegría y amistad».

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