Valsequillo

Los nueve fieles de la trilla en Valsequillo

Los trilladores del municipio darán este viernes el pregón de la fiesta de la Ruta del Almendro en Flor 

La mayoría coincide en que el futuro del oficio ya se ha perdido

Eugenio González junto a José Antonio Mayor en una de las trillas

Eugenio González junto a José Antonio Mayor en una de las trillas / LP/DLP

La historia y la tradición serán protagonistas este viernes 26 de enero con la lectura del pregón de la fiesta de la Ruta del Almendro en Flor. Los trilladores de Valsequillo serán los encargados de dar el pistoletazo de salida a una fiesta que acumula anécdotas y recuerdos, tantos como tienen los nueve trilladores, que a través de unas breves líneas han querido compartir su experiencia dedicada a un oficio que está perdido.

El Ayuntamiento de Valsequillo ha nombrado a los trilladores del municipio como pregoneros de la fiesta de la Ruta del Almendro en Flor. En total, son nueve ganaderos que han dedicado toda su vida a esta profesión, y este viernes 26 de enero serán reconocidos en una de las fiestas más importantes del pueblo. Además de ser los pregoneros, se les entregará la Almendra de Plata, un premio que cada año concede la institución local en el marco de la fiesta a personas o colectivos relevantes por su dedicación a la promoción y difusión de la cultura tradicional popular de Canarias. Nueve trilladores que detrás de sus años en este oficio acumulan historias dignas de enmarcar.

Miguel Monzón Falcón

La pasión de Miguel por la trilla viene de antaño, y es que según explica, su padre en la guerra civil tenía yeguas y trillas. Después de la situación por la que había pasado España, no tuvo más remedio que dejarlo y se olvidó del oficio que le había ocupado durante tanto tiempo. Pero Miguel cogió esa rutina de su padre, y en el año 1966 se adentró en un oficio que le ha mantenido ocupado durante una larga trayectoria de su vida hasta el día de hoy, que sigue manteniéndola como hobbie. Sin embargo, esa tradición se ha ido perdiendo con el paso de los años y con la situación de la naturaleza, pues la falta de lluvia en los campos ha dificultado todo. "Por ese motivo la gente va abandonando la agricultura hasta el punto en el que se pierda de verdad", dice. Los animales para Miguel Monzón lo son todo, y según comenta le gusta desde los gatos hasta los elefantes. Sin embargo, ahora solo tiene una yegua y gallinas. Una yegua a la que Monzón tiene un gran amor, pues nació en su casa junto a él en el año 1998 y desde entonces han sido uña y carne. Luna, como se llama, ha sido un refugio para él tanto en la época en la que tenía que trabajar de taxista como ahora, cuando después de su jubilación la está disfrutando como nunca. "Luna lo es todo para mí, es de mi familia".

José Ventura Mayor Navarro (Nonito)

Para Nonito, como es conocido en el pueblo, lo que comenzó como algo familia cuando era chiquillo se convirtió en un estilo de vida. Sus inicios los recuerda con 17 años, cuando comenzó la trilla junto "a las crías". Ahora mismo, intenta seguir manteniendo tradiciones, pero la situación cada vez va empeorando debido a que cada vez hay menos personas que se dedican a este oficio. "El futuro está parado porque solo se dedican a esto los cuatro puretas que quedamos, y me gustaría que siguiera porque es bonito, pero las cosas han cambiado mucho", dice. Ahora mismo, la rutina de José Ventura pasa por su burro, su yegua y sus cabras. Cada día va a ponerles de comer y se entretiene con eso, porque para él sus animales son pasión. "Lo mío con los animales es como los mecánicos que les gusta montar y desmontar coches", comenta. El viernes, dará el pregón junto a sus compañeros de trilla, algo que describe como "muy bonito para todos nosotros", y aunque no está nervioso de momento, asegura que a final de semana el estado de ánimo cambiará.

Francisco Atta, junto al grupo de gobierno y los trilladores

Francisco Atta, junto al grupo de gobierno y los trilladores / LP/DLP

José Antonio Mayor Déniz (Pepe Mayor)

Pepe Mayor no sabe decir cuantos años hace que se dedica a la trilla, pero haciendo memoria los sitúa en unos 60. Su amor por el oficio, como era de esperar, viene de sus antepasados, pues antaño se trataba de una labor que había que hacer sí o sí para poder sobrevivir. No como ahora, que más bien se hace como exhibición. "Desde que tenía 14 o 15 años ya sabía hacer la trilla a la perfección", recuerda Pepe. Por aquel entonces, en Valsequillo había trillas casi todos los días y había que ocuparse de ello. Sin embargo, lo que era necesidad con el tiempo se ha ido convirtiendo en tradición para que no se pierda con los años. "Ahora esto es más bien un deporte, porque cada vez la agricultura está peor y lo que hacen es con máquinas", explica. Además, en pleno siglo XXI, la juventud no quiere saber nada del campo "porque da mucho trabajo y poco dinero". Según recuerda Mayor, hace años llegaban los panaderos por la mañana a comprar trigo, pero ahora no aparece nadie, porque lo que traen viene desde la península mucho más barato. "Esto no va por buen camino, la agricultura está abandonada, todo se ha puesto caro y no hay gente nueva que quiera saber de esto. Aquí hay que jugar todos los días y es muy duro", comenta.

Lorenzo Suárez Melián

Lorenzo no duda ni un minuto al decir que el futuro en el campo está perdido. La lluvia y la escasez de agua son los principales inconvenientes en un oficio que cada vez resulta ser más duro para las nuevas generaciones. Nacido y criado en Valsequillo, Suárez Melián recuerda que desde pequeño, su padre le colocaba detrás de la yegua. "Son recuerdos buenos y bonitos, algo que viene de tradición y que yo he intentado inculcar a mi hijo", asegura. Aunque su hijo, que actualmente tiene 30 años no se dedica a esto, sí que tiene caballos, con los que a ambos se les cae la baba. "Recuerdo la última trilla de mi padre, que fue con Miguel Monzón y estábamos como 40 personas de fiesta, celebrando, y se nos soltó una de las yeguas y cuando nos dimos cuenta iba llegando al pueblo", rememora entre risas. Lorenzo no puede terminar su historia sin antes agradecer a los mayores, de los que han aprendido el amor por este oficio. Casi con total seguridad que Lorenzo se dedicará a la trilla hasta que se le acaben las palabras. Para mí los animales son muy importantes, y cuanto más conozco a las personas, más quiero a los animales", asegura. Por su parte, dar el pregón lo describe como algo muy bonito, una sorpresa de la que están bastante agradecidos. "Llevábamos años sin lucro y al menos se han acordado de nosotros".

Lorenzo Suárez: «Cuanto más conozco a las personas más quiero a los animales, no tengo duda de ello»

José Hernández Álvarez

Si hay algo que recuerde con mucho cariño Pepe Hernández de su abuelo es su oficio en la trilla. "Hubo un mes que estuvo cada día haciendo trillas, y apenas pisaba la casa", recuerda. Tradiciones antiguas que se han perdido a excepciones de algunos pocos, como él, que siguen recordando este oficio como algo bonito. Ahora, Hernández lo ve como un deporte al que está muy involucrado. "A veces la gente piensa que es maltrato animal, pero no tiene ni idea porque nosotros sabemos lo que hacemos y queremos a nuestros animales más que nadie". Aunque toda la vida la ha dedicado a la construcción, la trilla siempre ha sido su pasión, y aunque ahora está retirado, Pepe Hernández no ha olvidado aquellas tardes en las que salía del trabajo y se iba a trillas sin comer ni nada. Pirusa, su actual yegua, tiene más papeles que él mismo, y sobra decir que es una más de la familia. "Mi mujer dice que miro más por Pirusa que por ella", dice entre risas. Anécdotas mucha, como la de aquellos años locos en los que más de 40 personas se reunían y acudían a trillas a San Mateo, Tenteniguada y todos los municipios que se les ocurriera.

Antonio Monzón Falcón

Familia, tradición y necesidad. Esas son las tres cuestiones que hicieron a Antonio dedicar su vida a la trilla, un oficio que era necesario para poder sobrevivir. "Mis primeros recuerdos son con los mayores, que me llevaban en ayudar en lo que podía y ahora me gusta seguir la tradición", explica. Su casa, la describe como la jungla, pues su pasión por los animales le ha llevado a tener cabras, caballos e incluso perros. "La agricultura da pena, trabajas como un desgraciado y no ganas nada", dice abiertamente. En la actualidad, con la trilla casi perdida, Monzón asegura que colabora en lo que puede, porque es algo que le gusta y le apasiona.

Francisco Sánchez Melián

Desde que tiene uso de razón ha dedicado su vida a la trilla. De sus antepasados, algunos se dedicaron a este oficio pero no todos, porque no podían permitirse los medios para llevarla a cabo. "Es bonito verlo y hacerlo, estar con los amigos de toda la vida, un trabajo duro, pero que tiene su lado bonito", dice Francisco. A sus 86 años, sigue viendo la trilla como una tradición digna de seguir, pero su estado de salud le impide seguir llevándola a cabo. "Los animales son mi vida y siempre ha sido así, los humanos vivimos e los animales y ellos viven de nosotros", explica. Francisco asegura que siempre ha tenido materiales para llevar a cabo la trilla, pero actualmente no se usa. "La gente no siembra, se aburren, lo dejan de lado y los que lo hacen es con ayuda de máquinas". Dar el pregón, sin ninguna duda, es algo que le llena el corazón y que va a disfrutar como si fuera un niño, junto a sus amigos de toda la vida.

Eugenio González Suárez

Geri, como es conocido por sus más allegados, lleva prácticamente toda la vida asistiendo a las trillas. Su familia siempre se dedicó a ello y con el paso del tiempo han intentado que la tradición no se pierda. De Valsequillo de toda la vida, Eugenio no tiene dudas al reconocer que tienes que nacer para ello a la hora de adorar la profesión. Después de tantos años, sigue dedicando su vida a ello, aunque ahora como hobbie. "Mi casa de siempre se ha adaptado a la trilla, recuerdo que antes lo hacíamos con burros y por la noche separábamos el grano, en aquel entonces era lo que había", cuenta. Al contrario que el resto de sus compañeros, Geri cree que siempre habrá quien prefiera dedicarse a las cosas antiguas, motivo por el que considera que la tradición no se perderá con el tiempo. "Tener animales y dedicarte a ellos es un orgullo, algo que te llena porque son de la familia", sentencia.

Lucas Morales Borja

Con tan solo 27 años, Lucas ya tenía su caballo propio y empezó a dedicarse seriamente a la trilla, un oficio al que guarda con mucho cariño impulsado por las tradiciones de sus antepasados, que fueron los que le inculcaron esta forma de vida, dedicada al completo a los animales. Ahora, con 78 años, sigue acudiendo a las trillas, algo que le gusta "más que una fiesta". No olvida a los animales, que para el son el trabajo de cada día de todos los agricultores. "Ahora tengo cabras y ovejas, pero son para el consumo de mi casa, cada día estoy con ellos y la agricultura me entretiene". Lucas no se esconde, y habla de la imposibilidad de vivir de la agricultura hoy en día. "Si nos protegieran un poco mas no habría tanto paro, porque los que no tienen trabajo se podrían dedicar a plantar y a ayudar a atender a los animales". Una situación que cada vez empeora, y es que venden a precios de oro y compran como ricos.

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