Entrevista | Fernando López Pérez Jesuita en la Amazonía

Fernando López Pérez: «Para la ultraderecha el diferente es un sujeto de segunda categoría»

El jesuita palmero Fernando López Pérez, que desde el año 1985 trabaja con los pueblos de la Amazonía, recala en Gran Canaria para ofrecer una charla en el Centro Loyola en la que habla de ese lugar del mundo como «nuestra casa común». Cazado al vuelo ante una gira a Arucas para visitar a parte de su familia, López retrata el mundo actual a través de los ojos de sus hermanos y ‘catedráticos’ indígenas.

El jesuita Fernando López Pérez con un anciano de una de las tribus contactadas de las Amazonía brasileña, en una imagen cedida por el propio López.

El jesuita Fernando López Pérez con un anciano de una de las tribus contactadas de las Amazonía brasileña, en una imagen cedida por el propio López. / LP/DLP

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Fernando López Pérez, ¿qué lleva a un hijo de la isla bonita a terminar en lo más profundo de la Amazonía?

Seguir el pálpito del corazón, el sueño que misteriosamente se instala en ti mirando los atardeceres, el mar, y preguntando que hay tras el horizonte en la línea donde los barcos se pierden. Seguir el sueño de una estrella... A mí me nació en la universidad, en Sevilla, donde fui a estudiar Física y me abrió el universo. En un primer momento, cuando termino la carrera, me vi en la posibilidad de formar parte del Astrofísico de La Palma pero antes me pregunté dónde quería entregar mi vida tras formar parte de un grupo juvenil universitario en el que trabajamos con la alfabetización de niños gitanos, apoyando a los mayores tirados en las calles, todo ello entre clase y clase, una fase en la que se fueron construyendo mis inquietudes sociales. A eso se añadía una experiencia de noviazgo preciosa, hasta que surgió Paraguay a través de los jesuitas en 1985.

En plena dictadura de Alfredo Stroessner, casi nada.

Si, y además en una situación superviolenta de los últimos cinco años de dictadura y una iglesia superposicionada contra ella, con trece jesuitas torturados, cientos de indígenas desaparecidos. Eran días de las marchas del silencio a favor de la justicia y yo lloraba todos los días por el desgarrón afectivo de la familia, el de todos aquellos proyectos laborales que dejé atrás, el noviazgo, pero por el contrario me sentía feliz como nunca. Los jesuitas me propusieron entrar en el noviciado, aprendí guaraní y a canalizar todas mis inquietudes que colocaron mi vida al servicio de los pobres y los indígenas, así que, jodido, sí, pero contento.

Un inciso. ¿Cómo vivió la crisis del volcán palmero?

Me avisó unas horas antes mi hermano Lucas, que estaba en La Palma. Creo que vamos a tener volcán, me dijo. Y así fue. Me hace pensar que tal vez a los palmeros nos coloca en el justo tamaño que tenemos los seres humanos frente al universo, frente a los misterios de la naturaleza. Cuando la madre tierra se sacude, no hay proyecto don dinero. Todo el mundo adquiere su lugar verdadero, eso nos lo enseñan los pueblos indígenas, que somos parte de la naturaleza y tenemos que cuidarla y respetarla sin jugar a ser dioses. La vida es un fino equilibrio que suma unidad y diversidad, en la que las relaciones amorosas entre los distintos seres hace posible el misterio de la vida.

Desarrolla usted su trabajo en la frontera de las tribus no contactadas. Tendrá un sinfín de experiencias cuanto menos alucinantes.

En la Amazonía tenemos grupos de largo contacto, de reciente contacto y grupos que viven en aislamiento voluntario, o pueblos libres, tal y como los califica el CIMI, Consejo Indigenista Misionero, que es el órgano de la Iglesia católica que trabaja con antropólogos, lingüistas y servicios de la defensa de la vida en Brasil. La Amazonía está constituida por nueve países y tiene una superficie equivalente a 16 veces España, de 7,5 millones de kilómetros cuadrados. Es la región del mundo con el mayor número de grupos indígenas en aislamiento voluntario, en torno a 180 a 200 referencias, y que huyeron de nosotros por la tremenda violencia a la que los sometimos en la conquista y sobre todo en el periodo colonial del ciclo del caucho entre el siglo XIX y principios del XX. Ni Brasil ni ningún otro país entra en las dos guerras mundiales, pero sí que envían materias primas y los pobres del nordeste brasileño son enviados a Amazonía como soldados del caucho, entrando en la selva con rifles, iniciando una guerra de balas contra flechas. Terminado el ciclo del caucho, empieza el de la madera, el del oro, el del petróleo, con episodios mucho más terribles que los cuatro siglos anteriores del periodo colonial.

¿Hasta donde penetraron en esas incursiones?

Hasta los rincones más recónditos, y eso fue tan doloroso que, huyendo de los salvajes blancos, las fieras más sanguinarias, de los ‘civilizados occidentales’, se tuvieron que esconder en la cabecera de los ríos y en los interfluvios de la selva central. En el imaginario de sus antepasados recrean y cuentan de generación en generación que los blancos somos las fieras peores.

¿Y en qué consiste su trabajo en el Consejo Indigenista Misionero?

Trabajamos con los pueblos indígenas contactados, que nos cuentan si en una determinada región han encontrado vestigios de parientes aislados. Entonces entramos con ellos con GPS y cámaras para documentar esos vestigios pero nunca para hacer contacto, que ya harán ellos si así lo desean. Con esa documentación detallamos las coordenadas y preparamos informes para los gobiernos, para que estos hagan una demarcación de las tierras y prohibir la entrada de empresas. Con todo, éstas entran limpiando la selva de indígenas primero para explotar los recursos, ya que de lo contrario no podrían legalmente, si se documentara la presencia de ellos. Y son guerras que nunca aparecen en los medios.

Usted ha ofrecido una charla en el Centro Loyola de la capital grancanaria en la que habla de la selva como nuestra casa común...

Si hay algo que hoy la ciencia demuestra es la profunda conectividad que existe entre todos los seres. En palabras de Carl Sagan, todos somos polvo de estrellas, y en esto está el paradigma del convivir de los pueblos indígenas, el concepto tekoporã, que en guaraní significa que yo vivo bien si tú vives bien, y si el árbol vive bien, el aire vive bien, el bosque, el jabalí..., somos comunidad de seres en relación y si éstas son recíprocas la vida fluye. Tanto las selvas tropicales como los arrecifes de coral son las cunas de la vida y si la Amazonía se depreda se romperá el equilibrio y la posibilidad de formas de vida que generan otras formas de vida. Fíjese que la Amazonía es fecundada por el polvo de los desiertos de África, un ejemplo de que cuando se rompe el equilibrio en una región queda afectado todo el planeta. Esto lo aprendí de mis ‘catedráticos’ indígenas, que somos seres profundamente interligados, algo que de lo que en occidente nos hemos despistado desde hace mucho tiempo porque todo, y a todos, mercantiliza. De hecho, de la escuela salimos preparados para ser un perfectos depredadores, donde tú y yo no cabemos, solo tú o yo por exclusión, obsérvelo con los palestinos, con los ucraniamos, con los africanos que se nos ahogan en nuestras costas, todos ellos quieren que continúe la danza de la tierra, y para eso nos tenemos que ponernos de acuerdo.

Hablando de excluyentes, ¿es cuantificable el daño causado por el ya expresidente Bolsonaro y sus políticas en la Amazonía brasileña?

Sí. Absolutamente. En todo el mundo tenemos estos procesos de extremismo, de ultraderecha que solo piensa para un puñado de personas y el resto es carne de cañón. Su proyecto está diseñado para aquellos que nacieron blancos, occidentales, y no para integrar en la diversidad. El diferente es una amenaza, un sujeto de segunda categoría. De ahí su intento de derrumbar los marcos legales que reconocían los territorios a los indígenas por ser anteriores a la constitución de los estados nacionales. Ahora preside Brasil Lula da Silva, pero ese proyecto bolsonarista no ha acabado porque es el proyecto del gran capital que sigue comprando votos para permitir la explotación legal de la tierras indígenas, y esto acaba de ocurrir con el gobierno de Lula, que es el famoso marco temporal.

¿En qué consiste ese marco temporal?

Es la tesis de los grupos económicos fuertes con una visión extractivista de la Amazonía, que la consideran como recurso natural y que está intentando imponer que los pueblos indígenas que fueron reconocidos hasta la promulgación de la Constitución de 1988 tienen derecho a titular tierras, pero no lo tienen aquellos que quedaron fuera, a los que ahora niegan sus derechos ancestrales.

¿A cuántos pueblos afecta? si es posible conocer ese dato.

En principio a esos mismos grupos no contactados o en aislamiento, pero también a muchos otros contactados que se mantienen en sus lugares pero que no han logrado delimitar sus tierras. La tesis que está detrás, independientemente del símbolo político, es la de la dictadura del capital, que subordina la dimensión política y la ecológica, y hay que revertir esta matriz, para crear proyectos ecogeopolíticos donde lo económico sea una herramienta al servicio del bien común de todos los seres que habitamos en el planeta.

Pero, ¿usted considera que Lula da Silva realmente apoya ese proyecto?

Lula está en contra, pero el Parlamento ha ganado y ahora mismo se ha tramitado su recurso de inconstitucionalidad al Supremo, es decir, Lula logró vetar el marco temporal, pero el Congreso lo derrumbó, y lo hizo porque detrás está el poder maderero, la soja, los hacendeiros, militares. Entonces manda la economía, que es ecocida. Vea el cambio climático y el desequilibrio del planeta, que llega por no haber respetado el equilibrio y la relación entre los seres. Tengo que subrayar que con la entrada de Lula se abre una nueva página en la Amazonía por crear el Ministerio de Pueblos Indígenas y colocar como titular a la indígena Sônia Bone Guajajara -citada en 2022 como una de las cien personas más influyentes del mundo por la revista Time. Además también colocó por primera vez como presidenta de la Funai, Fundação Nacional dos Povos Indígenas, a la abogada Joenia Wapichana, del grupo indígena Wapishana. Es decir que la buena intencionalidad está ahí, pero manda el dinero.

Dígame por último, Fernando. ¿Le ve futuro a la selva del Amazonas a la vista de tantas amenazas?

Si la selva amazónica o África siguen siendo depredadas y sus habitantes masacrados es porque alguien en el mundo consume en exceso lo que para sus habitantes es una necesidad vital. Si no cambia la lógica occidental capitalista la selva amazónica no tiene solución, y si se rompe ese equilibro, el planeta todo queda comprometido. En otras palabras, si queremos que nuestros hijos continúen la danza sobre la madre tierra todos tenemos que sumar en el buen convivir de todos los seres del planeta Tierra.

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