Los barrios de la Cumbre muestran en el Almendro en Flor su mejor gastronomía

El pueblo de Tejeda acoge a 10.000 personas durante el fin de semana de su fiesta principal

Fiesta del almendro de Tejeda

Unas diez mil personas pasaron este fin de semana por el pueblo de Tejeda para participar en las Fiestas del Almendro en Flor y, ante tantas bocas que alimentar, los vecinos de once barrios de la Cumbre se movilizaron para ofrecer todos los platos imaginables que se pueden elaborar o combinar con ese fruto seco, aparte de las mejores carnes, verduras y quesos de las zonas más altas de la Isla. 

Y no es tarea fácil, porque en esos caseríos cumbreros apenas quedan residentes fijos, una veintena en el mejor de los casos, y tienen que recurrir a los hijos del pueblo que un día emigraron a la capital o al sur de la isla en busca de mejores oportunidades. Es el caso de Lucía Velázquez Martín, que desde hace unos veinte años vuelve durante los primeros días de febrero a hogar familiar en El Espinillo para echar una mano en la preparación del ventorrillo para la fiesta. 

Este año lo instalaron a mitad de la calle principal, por lo que fue uno de los más concurridos durante el sábado, dedicado a los turistas, y el domingo, día grande de la fiesta. La asociación de vecinos de El Espinillo tiene por tradición  ofrecer a los visitantes arroz con leche y tortillas de carnaval, cuyos olores llaman la atención a todo el que se acerca a menos de veinte metros. 

Guadalupe Quintana y sus compañeros del ventorrillo de Timagada

Guadalupe Quintana y sus compañeros del ventorrillo de Timagada / LP/DLP

El tenderete que protege del sol y del frío lo monta el Ayuntamiento y el resto es cosa de las mujeres y hombres del barrio. «En El Espinillo solo quedan ocho o diez habitantes fijos, el resto somos personas que nacimos aquí y venimos los fines de semana, aunque últimamente hay gente que se ha jubilado y ha vuelto», comenta Lucía, que se encarga de cobrar, a precios muy populares, los platos que van sacando los cocineros.  

Voluntarios

En el caserío de Timagada queda una veintena de personas, explica Guadalupe Quintana, que dirige al resto de compañeros voluntarios en el reparto de papas arrugás, escaldón de gofio, queque de manzana, todo acompañado de vino tinto de una pequeña bodega familiar de Tejeda. 

Guadalupe no es optimista respecto a frenar la despoblación de estos pagos cumbreros, enclavados en paisajes de postal pero muy alejados de las comodidades de urbe y con escasos servicios. «Ya ni siquiera hay tiendas para que la gente pueda comprar lo fundamental para vivir aquí de forma permanente», se lamenta. 

Los vecinos del Carrizal de Tejeda, quizá por estar más cerca del mar -pues siguiendo el barranco se llega hasta La Aldea de San Nicolás- tienen por costumbre hacer un asadero de sardinas en su ventorrillo y ofrecerlas con una buena ración de papas arrugás con mojo de almendras.

La floración luce en su máximo esplendor ante la falta de lluvias

Para los que duermen poco o nada durante estas fiestas, pues las verbenas duran hasta altas horas de la madrugada, también preparan un chocolate caliente con bizcochos de almendra, señala Andrés González. «Lo hicimos esta mañana, pero se acabó pronto»,  señala para el caldero vacío. 

Andrés también se queja de que la población fija de esos barrios de la Cumbre siga disminuyendo, pero asegura que los pocos que resisten en El Carrizal, no más de 25 personas, seguirán participando cada año en las fiestas, tanto del Almendro como del Socorro, para mantener estas tradiciones. 

Los diez mil asistentes a esta 51.ª edición del Almendro en Flor, según los cálculos ofrecidos por el alcalde de Tejeda, Francisco Perera, multiplican por más de cinco la población oficial del municipio, 1.844 habitantes que según los datos del padrón al cierre del año 2023, algunos menos en la realidad porque bastantes de los empadronados solo están los fines de semana y en vacaciones.

Encuentros como este del Almendro, donde los vecinos ganan protagonismo, en este caso a través de la comida que se reparte a los visitantes, ayuda a recuperar población, aunque sea por unos días, en la docena de caseríos diseminados por el municipio.  

Así, desde Ayacata llegaron ollas con garbanzada, potaje de berros y frangollo; de La Degollada rancho y escaldón; de El Juncal chicharrones, queso, pella y vino de la tierra; de La Solana también potaje de berros y aceitunas; de El Chorrillo pata asada; de La Culata arroz con carne; o de La Higuerilla  garbanzada y tortillas de carnaval.  Los vecinos de Lomo Los Santos ofrecieron la mejor oferta de postres, como licor de naranja, truchas de batata y cabello de ángel con almendras, bienmesabe, tarta de almendras y bollitos.  

Platos tradicionales

Además de la aportación de esos once barrios, también hubo gastronomía de la almendra en los restaurantes habituales del pueblo, casi siempre llenos los fines de semana aunque no haya fiestas, y en ventorrillos ocasionales, como el de los padres y escolares del Centro de Educación Obligatoria (CEO) de Tejeda para recaudar dinero para el viaje de fin de curso. 

Beatrix, una de las madres, y la joven Laala se pusieron al mando de los calderos en una esquina del mostrador para «ganar unas perrillas» vendiendo chocolate caliente, queque tradicional de almendras, bocadillos de dulce de menbrillo con queso de la tierra, carne de cabra, papas sancochadas y arroz con lentejas. Los alumnos del CEO fueron este año los pregoneros de la fiesta, la noche del pasado viernes, una labor en la que estuvieron acompañados por el verseador Yeray Rodríguez.  

Otra atracción del Almendro en Flor es la muestra de artesanía, que se desplegó por la calle principal, los alrededores de la iglesia y la plaza de La Vaguada . Muchos visitantes se pararon a admirar las miniaturas que elabora Miguel Afonso, artesano de la madera llegado desde Santa María de Guía.  «Solo he subido este domingo a ver que tal se me da la venta y hay bastante gente», comenta desde su mesita de trabajo. Fabricar muebles diminutos o utensilios de labranza de reducidas proporciones es solo una afición que no da para vivir. «Soy agricultor y luego me entretengo con esto», confiesa. 

Los residentes en los caseríos cumbreros intentan perpetuar las tradiciones ante la despoblación

Si Miguel hubiese subido el sábado quizá habría vendido el doble, porque el Día del Turista hubo incluso más gente que en la jornada del domingo, según calcularon algunos vecinos del pueblo. Los visitantes se repartieron entre los dos días y eso evitó las aglomeraciones de años precedentes, que se reflejan sobre todo en la falta de aparcamiento y en los atascos de tráfico. 

Pese a la mejoría de la circulación en entradas y salidas, el pueblo se sigue quedando pequeño para tanto coche. Llegar a Tejeda desde los núcleos urbanos de Las Palmas de Gran Canaria, Telde o el Sur lleva un buen rato de carretera, una hora para la ida y otra para la vuelta, a lo que hay que añadir otra media hora si el visitante tiene que atravesar el casco urbanos de San Mateo entre las 11.00 y las 15.00 horas. Ya en Tejeda también hay que tener paciencia para comprar los famosos pasteles de almendra. Este domingo hubo momentos con colas de más de diez personas en las tres dulcerías.  

Al éxito de la fiesta contribuyó el buen tiempo en todo el fin de semana, días soleados pero sin frío ni excesivo calor. Los almendros lucen todas las flores en todo su esplendor porque no ha llovido en las últimas semanas. La floración se ha adelantado por las altas temperaturas, pero no solo se aprecia en los almendreros de las rutas de Tejeda y Valsequillo. También los nísperos tienen el fruto maduro dos meses antes de lo habitual. 

Suscríbete para seguir leyendo