Tejeda

Los últimos carboneros de Canarias

Una decena de artesanos mantiene vivo este oficio ancestral en Tejeda, bajo la marca comercial Carbón de la Cumbre

El oficio resiste a las grandes importaciones

Reconocimiento del Cabildo de Gran Canaria a la Asociación Charamusco de carboneros de la cumbre

LP/DLP

Javier Bolaños

Javier Bolaños

Es un oficio forestal ancestral, que ha quedado casi en el olvido en nuestros días. La Asociación Charamusco Carboneros de La Cumbre, de Tejeda, que agrupa a los últimos carboneros que quedan en Canarias, mantiene vivo su sello de identidad. En Gran Canaria apenas quedan seis unidades de producción con una decena de personas, que producen unas 40 toneladas de carbón al año con leña de almendro y escobón.

«Aprendí el oficio con mi padre desde pequeño; ahora, con 51 años, sigue siendo una afición, porque no se puede vivir de esto a tiempo completo». Carmelo Jiménez es el presidente de este gremio, que lucha por mantener viva la figura del carbonero, que acumula unos 400 años de historia.

Los profesionales han respetado el sistema tradicional de trabajo, al que se ha incorporado la estructura metálica, que se asemeja a una olla. Eso sí, la pinocha ha sido eliminada del proceso, por el peligro de incendio forestal. Y como materia prima se usa exclusivamente el almendrero y el escobón, que garantizan una mayor durabilidad frente a otras maderas alternativas, como el olivo y el eucalipto rojo. «Son más resistentes al calor», añade, lo que garantiza un asadero más duradero en las fiestas y en las parrilladas.

En estos momentos se mantienen seis unidades de producción en Gran Canaria, con una decena de personas dedicadas a estas tareas, incluidos familiares que echan una mano. Se trata en todos los casos de una actividad complementaria a su profesión principal. También tienen localizado a otro en La Palma, y no conocen a más en Canarias. Y, según apuntan, en toda España tampoco abundan, y existen algunos en Extremadura y Navarra, sobre todo.

El turismo le da la espalda

Carbón de la Cumbre, que es la marca comercial, cuenta con unos 40 puntos de venta en la Isla, sobre todo en Las Palmas de Gran Canaria, Telde y el Sureste, ya que no han logrado asentarse en los núcleos turísticos y el Norte. Y la producción oscila entre las 35 y 40 toneladas al año, con un precio de venta de entre 90 céntimos a un euro por kilo, rozando el límite con esos precios de rentabilidad.

«Este es un trabajo artesanal, muy sacrificado. Y trabajamos la calidad más que la cantidad, porque no podemos responder a una alta demanda». Entre otras razones, porque dependen, sobre todo, de fincas particulares que les permiten cortar matos secos o de poda, que ellos mismos deben extraer. Y, a veces, les piden un precio que haría inviable el negocio. «Lo difícil es conseguir madera», reconoce.

Es un trabajo laborioso, ya que exige, por un lado, esa búsqueda de madera, que a veces se localiza en lugares de difícil acceso para su extracción; luego está el proceso; y, por último, la venta.

Carmelo Jiménez.

Carmelo Jiménez. / J. B.

La demanda isleña del carbón es mucho mayor de lo que puede absorber la leña de La Cumbre, por lo que los restaurantes, supermercados, casas y puntos de venta echan mano a la importada.

En este sentido, pone como ejemplo que un grill de Arucas importó cinco contenedores de leña, cuando ellos nunca podrían hacer frente a una demanda de ese tipo por sus limitadas producciones. Ni siquiera aunados.

El proceso manual de estos artesanos de la madera dura unas dos semanas en su conjunto. Y uno de sus secretos es que cuanto más tiempo esté a fuego lento, mejor será el producto final y tendrá más peso. Para ello se coloca la madera en las hoyas sobre unos palets, que se cubren luego con planchas y tierra, con una abertura principal para que entre el aire que permita prender toda la madera. Hay que evitar que se quede «cruda» o pase a ser ceniza. Luego se deja enfriar, antes de su empaquetado.

En su caso, Carmelo obtiene entre 500 y 1.000 kilos al mes, que le impiden vivir solo de este oficio.

El Cabildo les está ayudando económicamente para costear el embalaje del Carbón de la Cumbre. Además de las bolsas de papel, pretenden también incorporar las de rafia, y de más peso.

La actividad está cada vez más limitada por la escasez de materia prima y también por las alertas por incendios forestales, que les obligan a paralizar las quemas. «El problema es que cada vez se repiten más las alertas», añade.

Reconocimiento

El consejero insular de Medio Ambiente, Raúl García Brink, entregó precisamente este viernes a estos carboneros en Pagos de Casas Juan Gómez, en Tejeda, el reconocimiento Gran Canaria Mosaico, por su contribución a la prevención de los incendios forestales. García Brink destacó que la limpieza de los terrenos y la retirada de ramas secas que realizan sirven de cortafuegos para evitar la propagación de las llamas.

El alcalde, Francisco Perera, recordó que esta es una actividad ancestral, «que hay que mimar y cuidar», porque también supone darle una segunda vida a los árboles. Perera aprovechó para pedir también a los dueños de los terrenos que faciliten la recogida de leña. “Igual habría que obligarles a hacerlo”, añadió, para sortear estos impedimentos.

Raúl García Brink, entregando este viernes el premio a los carboneros.

Raúl García Brink, entregando este viernes el premio a los carboneros. / Nacho Oramas.

Carmelo Jiménez cree que las instituciones deben ayudar a divulgar este oficio, sobre todo entre los jóvenes.

Además aprovecharon para pedirle al consejero una subvención para comprar una carretilla mecánica de oruga para recoger la madera. Y para costear nuevas remesas de bolsas para comercializar el carbón en distintos pesajes, y no solo las actuales de cinco kilos.

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