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Tras los pasos de Galdós por la ciudad

Un libro muestra cómo ha cambiado la capital en la que vivió el escritor respecto a la actual

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La ciudad de Galdós Juan Carlos Castro

La figura de Benito Pérez Galdós sigue dando para mucha escritura. Un libro de Plácido y Pablo Checa recorre los principales sitios e inmuebles de la ciudad por los que transitó en su juventud.

Mucho ha cambiado la ciudad por la que paseó, en su infancia y juventud, Benito Pérez Galdós. Si bien los ecos de sus pasos todavía resuenan en las calles empedradas de Vegueta por las que transitó -porque ninguna queda ya de antaño en Triana-, Las Palmas de Gran Canaria ha experimentado una gran modificación, también en sus barrios históricos en los que hunde sus raíces. Para contar esas modificaciones, Plácido y Pablo Checa proponen un recorrido por algunos de los inmuebles y espacios más emblemáticos de aquella capital provinciana y cómo les ha tratado la historia en el último siglo y medio, y su relación con la vida del escritor grancanario, que marchó a estudiar a Madrid con 19 años, pero que tuvo en su ciudad natal el lugar donde se educó, formó sus primeros pensamientos literarios y artísticos, su ideología y su carácter. Lo hacen en su nuevo libro, La Ciudad de Galdós, que se presenta este martes en el Salón Dorado del Gabinete Literario.

«La capital no ha sabido aprovechar muchos de los elementos de la arquitectura que tuvo en el pasado», lamentan

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En la calle de Cano del barrio comercial de Triana nació el 10 de mayo de 1843 el décimo hijo del matrimonio formado por don Sebastián Pérez y doña María Galdós, que fue bautizado con el nombre de Benito. En los alrededores de su casa natal, corrió, jugó, hizo sus primeras amistades y se formó, y por eso hay tantos destellos en sus obras de estas calles y de los edificios emblemáticos, algunos de los cuales ya no existen o han variado sustancialmente. A través de once capítulos, La Ciudad de Galdós recorre esos lugares para contar la historia, no solo de ellos mismos, sino también del joven Pérez Galdós. El último de ellos se dedica, por su parte, a relatar la que llaman «Ciudad Galdós», el barrio de Schamann, el cual no existía en aquella época pero que hoy en día está plagado de guiños a la figura, obras y personajes del autor grancanario por antonomasia en sus calles y plazas.

En opinión de Pablo Checa, «esta ciudad no ha sabido aprovechar muchos de los elementos de esa arquitectura que había, hay cosas que se han conservado más o menos bien, y otras que se han mantenido regular». Pone como ejemplo los «maravillosos puentes» que cruzaban el Guiniguada, y de los que ya no queda prácticamente nada. O las murallas que encerraban el antiguo núcleo urbano, y de las que no quedan vestigios, como sí ocurre en otras urbes como Tarragona, Toledo o Ávila. Y ello hace que, poco a poco, se vaya perdiendo esa historia, que solo queda visible en unas pocas fotografías antiguas y anotado en documentos del pasado que siguen conservándose como oro en paño en los archivos.

Este libro nace como consecuencia de los paseos que, siendo profesor Plácido Checa, hacía con su alumnado para conocer más de cerca la figura de Benito Pérez Galdós y sus vínculos con su ciudad natal. Y es que todavía sigue existiendo mucho desconocimiento entre la población, sobre todo entre las nuevas generaciones, acerca de la vida temprana del escritor y de la historia de la capital en general, a veces tan olvidada.

Por ejemplo, tras la reconstrucción de la espadaña de la iglesia de San Francisco de Asís, lugar en el que se bautizó Pérez Galdós dos días después de su nacimiento, se labraron en piedra unas palabras que el escritor dijo durante una entrevista en 1910 sobre el sonido que hacían las campanas. «Su son no lo confundiría con ninguno. Lo distinguiría entre cien que tocasen a un tiempo», respondió a una pregunta del periodista, y parte de la cual se grabó en ese lugar.

La iglesia de San Francisco de Asís, donde fue bautizado, siempre estuvo en su recuerdo con cariño

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Otra historia tiene que ver con la catedral de Santa Ana. Inspirado, posiblemente, por Victor Hugo y su Jorobado de Notre Dame, Galdós creó un personaje ficticio para su cuento Necrología de un prototipo que era una suerte de espectro que habitaba en el interior de la seo, y cuyo trabajo era ser el palanquero del órgano y sobrevolar las capillas hasta el cierre del recinto sagrado, momento en el que se va a su casa. Una obra esta menos conocida del escritor, pero que sitúa abiertamente en su ciudad natal. Argumentos, tanto este como el de la iglesia de San Francisco de Asís, que vienen a desterrar esa creencia todavía extendida acerca de que Galdós no quería saber nada de su tierra y se quitó el polvo de los zapatos al llegar a Madrid en 1862.

Más allá de ese núcleo central capitalino, Galdós también se vio influenciado por la finca de Los Lirios, en el Monte Lentiscal, donde su familia paterna recibió como obsequio unos terrenos tras luchar su padre y su tío en la Guerra de la Independencia de 1809. En esta casa, pasaban él y sus hermanos los veranos y alguna que otra larga temporada, como cuando huyeron de la epidemia de cólera que diezmó la población capitalina en el año 1851. De hecho, destaca Plácido Checa, al principio de su novela Marianela, el escritor deja ver algunas referencias en la descripción detallada del paisaje que pueden recordar con este rincón de la geografía insular, si bien no aparece en el libro, y constituye uno de esos pocos detalles que pasan más desapercibidos de la vida temprana del autor.

El que sí tiene un capítulo en el libro de los Checa es el barrio de Schamann. Pese a que no existía en aquella época, pues se empezó a edificar a mediados del siglo pasado, sus calles recuerdan la figura y obra del escritor, con nombres sacados de sus novelas, un parque dedicado en su honor y una estatua en ese mismo espacio que pasa desapercibida y que le muestra descansando mientras lee Cyrano de Bergerac. Paseando por este núcleo de Ciudad Alta, el transeúnte se podrá encontrar a Fortunata, Jacinta, Doña Perfecta, Pedro Infinito, Mariucha y multitud de nombres de personajes ideados por Galdós, prácticamente desde que termina la calle de Triana que lleva su propio nombre y hasta Escaleritas. Un auténtico mundo galdosiano extramuros de donde él nació y pasó sus primeros años.

«Galdós tuvo tres ciudades, además de Las Palmas, también lo fueron Madrid y Santander. Madrid es la ciudad literaria de Galdós, no lo negamos, pero la ciudad en la que formó su ideología, la de su entorno familiar y sus cimientos literarios, es Las Palmas», asegura Plácido Checa. Su hijo, Pablo, por su parte, no duda en afirmar, como lo hizo en su momento la biógrafa del escritor, Yolanda Arencibia, que a Galdós «no se le puede entender sin entender que es canario». Ambos han querido romper una lanza a su favor con este libro y demostrar que siempre tuvo muy presente a su ciudad natal.

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