Semana Santa: cuando la procesión vuelve a salir

Frente a las grandes gestas atribuidas a Jesús en los nombres de las cofradías, la Virgen queda inmovilizada en su silencio maternal

Procesión de la burrita celebrada este domingo en la capital grancanaria. | | ANDRÉS CRUZ

Procesión de la burrita celebrada este domingo en la capital grancanaria. | | ANDRÉS CRUZ / Antonio Puente

Antonio Puente

Los mejores desplazamientos son los que tienen lugar en los pasillos de nuestras casas, escribió Lezama Lima. Y algún recorte de esa celebración debió de influir en la Semana Santa de 2020, cuando en el punto álgido del confinamiento, se hicieron virales las más chuscas escenografías con las procesiones por dentro de las casas, con improvisados instrumentos musicales de cacharros de cocina y vendajes nazarenos de papel higiénico, para las manos encalladas por los aplausos a los sanitarios, y con la ventaja añadida de que las sábanas de los capirotes suplían con creces a las por entonces escaseantes mascarillas. Ahora, dos años después, con la llamada gripalización de la pandemia, los pies descalzos vuelven a su cauce, y doña Cuaresma se emancipa al fin de don Carnal. Se levanta la veda para el total de 1.599 hermandades y 1.500 cofradías registradas en España -la mayoría reconcentradas en Andalucía y las dos Castillas-, y toman licencia para devolver a su punto de ebullición, al baño maría, las más de 22.000 circunscripciones de culto a la Virgen, quien, por estas fechas, adquiere un protagonismo silente, de madre amantísima, compungida y de elocuente retaguardia. Pues, a diferencia de su emergencia veraniega, su actuación ahora se desdobla, con estar significativamente presente en los Pasos hacia la cruxifición pero no así en el reservado inicial, only men, de la Última Cena.

Virgen de la Candelaria. | | LP/DLP

Virgen de la Candelaria. | | LP/DLP / Antonio Puente

Algunas de las agrupaciones tienen nombres tan infinitos y pomposos como esta andaluza, que se lleva, sin duda, la palma en abultamiento de caracteres: La «Muy antigua, real e ilustre y seráfica hermandad sacramental de la Purísima Concepción y archicofradía de Nazarenos de la Santa Vera Cruz Sagrada, Oración de Nuestro Señor del Huerto y Nuestra Madre y Señora de los Dolores». O esta otra, de Huelva, para más señas, que, aunque de parecidas dimensiones, incorpora a más gente: «Ilustre, venerable, real y pontificia cofradía de nuestro padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén, María Santísima de la Amargura, San Juan Evangelista y Santo Domingo de Guzmán»...

Virgen del Pilar | | LP/DLP

Virgen del Pilar | | LP/DLP / Antonio Puente

En el copioso listado -todo un catálogo de denominación de origen para la transubstanciación del vino y la sangre-, se comprueba la recurrente diferencia radical en los atributos pasionales de cada género. Mientras que Él (nuestro Señor Jesucristo, todo junto o desglosado: Señor, Jesús, y Cristo) es ungido por las más épicas y variopintas acciones, Ella (Virgen y madre en la vida) queda rezagada a las más líricas y resignadas aptitudes. Así, por ejemplo, entre las muchas dedicadas a encaramar a «Jesús del Gran Poder», las apostillas rezan: «...y María Santísima de consolación en sus dolores», o bien, «...y María Santísima del mayor dolor»...

Virgen de Pino | | JOSÉ CARLOS GUERRA

Virgen de Pino | | JOSÉ CARLOS GUERRA / Antonio Puente

Ciertamente, la Virgen adquiere ahora un protagonismo de consolación. Es más maternal y unánime por el suelo patrio, mucho más homologada en su condición de simplemente María, que en los posteriores distingos comarcales de agosto, de mil y una apelaciones y tamaños con dos tipos de pigmentación y genealogía. Como subraya Ramos Perera en su tratado Las creencias de los españoles: La tierra de María Santísima, en España hay, en lo más elemental, dos tipos de vírgenes: las aparecidas y las halladas. Y, según subraya, contamos, entre las primeras, con la ostentación del pedigrí mundial de la patronísima Virgen del Pilar: «La única que, según el reconocimiento eclesiástico, se apareció tal cual, en carne mortal y en su propia vida. Es decir, sería la única fotografiable, si hubiese existido la fotografía en el año 40 después de Cristo, cuando se apareció a Santiago». De esa misma división de honor, aunque con una posición algo inferior en el ranking de pureza primigenia, es, por su parte, la Virgen de Montserrat, que, según la tradición, posó como modelo en vivo para el retrato que le hiciera san Lucas, y su talla fue realizada en la carpintería de san José, con las mismísimas herramientas del marido.

Sólo que, en este caso -al igual que las vírgenes de Guadalupe, La Candelaria o Nuestra Señora de Atocha-, se trata de un fichaje negro. Del mismo modo que hay anécdotas desternillantes sobre casos de vírgenes halladas por hacerlas parecer como aparecidas, también las hay sobre fallidas intentonas de blanqueo de las vírgenes negras. Heredada del culto a la fertilidad de las culturas romana y celta, la negritud virginal ha sido más bien un estigma en el ámbito de nuestra devoción mariana. Para mitigarlo, en ocasiones se ha echado la culpa al humo de los cirios del negror de las tallas, y se cuentan también leyendas de milagros inversos, como cuando, en cierta ocasión, se mandó pintar de blanco la imagen de la Guadalupe de Rianxo, en A Coruña, y al poco, ésta volvió a recobrar su negro primigenio. Fuera de los puntuales movimientos de asunción y procesión, a que la someten ángeles y costaleros, la propensión natural de la Virgen es al sedentarismo en el lugar de aparición o acogida. De ahí que, muchas veces, cuando han sido trasladadas las imágenes para crearles un nuevo santuario, han ocurrido desgracias. También, en ocasiones, han llorado, o como se cuenta de la Virgen del Rocío, retornaba por sus propios medios al lugar de origen cada vez que intentaban trasladarla.

«Santa María del Pasmo»

Así pues, negra pero presumiblemente blanqueada; hallada («A ti te encontré en la calle») pero virtualmente aparecida («Madre no hay más que una»), prístina, compungida, maternal y sedentaria (al pie de la Cruz con el pie quebrado), la imagen avanza agazapada y trémula, al vaivén de los costaleros. Para Dios es Cristo hay un exhaustivo currículo de acciones duales trepidantes: «De la vida y de la buena muerte»; «cautivo y de su entrada triunfal»; «atado a la columna y del desprendimiento»; «del calvario y la gloria»; «descendido y ascendido»; de «la agonía y de su entrada triunfal»; «del gran poder y de la humildad»... De Él, la épica movida con todo lujo de detalles: «Jesús del prendimiento traicionado por Judas»; «Jesús de la humildad despreciado de Herodes»; «Del señor triunfante en su entrada en Jerusalén»; «De la Flagelación de nuestro Señor Jesucristo»; «De la venerable unción y sagrada mortaja»; «De la sentencia»; «Del santo sudario»; «Del santo entierro»; «De la sagrada lanza»; «De las penas en sus tres caídas»; «Cristo atado a la columna»; «Jesús de las cadenas»; «Señor de los clarines»... Para Ella, en cambio, la angustia redentora de la foto fija, el reposo del guerrero filial en cuadros líricos: «Hermandad de la Reina de los Ángeles»; «Hermandad de mujeres de la virgen del amor hermoso»... Queda, al cabo, el exacto nombre privativo de una cofradía andaluza: «De María Santísima del Pasmo».

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