San Lázaro: El lomo que quiso ser aeropuerto y se quedó en cementerio

La compañía área Lufthansa solicitó en 1929 un aterrizaje de prueba de su línea Berlín-Canarias sobre las fincas agrícolas del actual cementerio de San Lázaro

Vista general de Lomo Bravo o de San Lázaro.

Vista general de Lomo Bravo o de San Lázaro. / Jose Carlos Guerra

Lomo Bravo, Llano del Polvo, Lomo de Cuesta Blanca o Lomo de San Lázaro. Todos estos nombres hacen referencia a un mismo lugar, concretamente a la actual ubicación del cementerio más grande de Las Palmas de Gran Canaria, localización donde el Ayuntamiento capitalino ha anunciado la adquisición de unos terrenos de 100.000 metros cuadrados por 2,8 millones de euros que permitirá ampliar los servicios del camposanto en los próximos años. Lo cierto es que la historia podría haber sido bien distinta y en lugar de las antiguas fincas de tomateras podría haber estado el aeropuerto de Gran Canaria, tal y como se barajó hace casi un siglo.

El francés Léonce Garnier pilotó el primer avión en aterrizar en Canarias. Lo hizo el 30 de abril de 1913, momento en el que aterrizó en una improvisada pista en los arenales de Guanarteme. Días más tarde, hizo lo propio en Tenerife. Sería en 1922 cuando el Cabildo y el Ayuntamiento capitalino comenzaron a barajar la posibilidad de crear un servicio aéreo entre el Archipiélago y la Península, «estableciendo su centro en Las Palmas, dada la importancia del Puerto de La Luz», según resalta el historiador Manuel Ramírez Muñoz en Gando y el enlace aéreo Península-Canarias.

La posición de tricontinentalidad del Archipiélago entre África, Europa y América trajo consigo que las primeras compañías aéreas se interesaran por las Islas. Las empresas buscaban, principalmente, hacer escala dado que la autonomía de los vuelos era escasa y la duración de los mismos no tenía nada que ver con la actual -Charles Lindbergh fue la primera persona en cruzar el Atlántico sin parar, lo hizo en 1927 y el recorrido duró 33 horas-.

La compañía aérea Latécoère se interesó por Canarias desde bien temprano. Fundada en 1917 en Toulouse, pretendía establecer a principios de los años 20 del siglo pasado una línea regular entre dicha ciudad del sur de Francia y Dakar, con escalas en Agadir o Río de Oro, entre otras localizaciones. Concretamente, la idea era conectar Las Palmas de Gran Canaria con Cabo Jubi y de ahí enlazar con la ruta Toulouse-Dakar.

Para buscar un lugar idóneo, una comisión de técnicos de la empresa se trasladó hasta la capital grancanaria en enero de 1923, hace justo un siglo. El alcalde de entonces, José Mesa y López, acompañó a la comitiva primero a la barriada Carló, lo que hoy es Schamann, donde existía por ese entonces un proyecto para convertir la meseta en una urbanización con chalets y avenidas.

Amerizar o aterrizar

El otro punto que barajaron fue Gando, localización que escogieron finalmente. Según la crónica de LA PROVINCIA de la época, la comisión de la Latécoère se mostró «entusiasmada» por «las excelentes condiciones de la extensísima explanada, en la que se podían recorrer «kilómetros enteros sin encontrar la más ligera irregularidad en el terreno». Además, destacaron la ventaja del pequeño puerto de la bahía, puesto que las aeronaves eran capaces de amerizar o aterrizar indistintamente.

«Gran Canaria fue siempre punto de escala para los hidroaviones que inauguraron las rutas trasatlánticas durante la década de los veinte», resalta Ramírez Muñoz. La Lufthansa fue otra compañía interesada en establecer comunicaciones con las Islas. Según los periódicos de la época, la empresa germana, fundada en 1926, tenía entre sus planes mandar la correspondencia en avión para después remitírsela a los «vapores rápidos» que que tenían como destino América del Sur «ahorrando así un tiempo extraordinario» y viceversa. 

Los técnicos del Cabildo rechazaron colocar el aeropuerto en Lomo Bravo y Lomo Barrial, Gáldar

Lo ideal habría sido que los aeródromos de Gran Canaria y Tenerife estuvieran relativamente cerca de las capitales, lo que facilitaría así las comunicaciones con sus respectivos puertos. Los técnicos de la compañía alemana enviaron así en 1929 un telegrama al Ayuntamiento de Las Palmas con el objetivo de conocer la idoneidad del Lomo Bravo para poder acoger el aterrizaje de prueba de una línea que uniría las Islas y Berlín. De hecho, unos años antes, el ingeniero de caminos Antonio Artiles ya había propuesto este lugar como posible aeródromo.

Domingo Bello, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, dio cuenta de dicho telegrama en el pleno municipal de septiembre de 1929. Según la prensa, un avión de la compañía Lufthansa estaba esperando en Sevilla para poder trasladarse a las Islas. Para ello, solicitaron conocer si podían disponer de 500 metros cuadrados en los que realizar el aterrizaje en dicho lomo, situado en los altos de la ciudad en el extinto municipio de San Lorenzo. En el mensaje, especificaron que en caso de estar el terreno sembrado -esta zona eran extensas fincas agrícolas- «ofrezcan terrenos de esas dimensiones».

El alcalde respondió que, tras visitar Lomo Bravo, donde actualmente está situado el cementerio de San Lázaro, «no reúne las condiciones campo de Gando», además especificaron que estaba cultivado y era imposible acondicionarlo con «premura». Así, sugirió que con «objeto de elegir campo e instalar aeródromo», mejor visitaran la Isla personalmente. Los técnicos del Cabildo rechazaron esta propuesta al mes siguiente. Por ese entonces la institución insular estaba en busca de un terreno donde poder instalar un campo de aviación de titularidad nacional, tal y como había solicitado el Estado dos años antes.

Finalmente, a Los Rodeos

Aquel vuelo de Lufthansa llegó, finalmente, a Los Rodeos. La aeronave un Arado V. 1, fue bautizada como Tenerife. Días más tarde -diciembre de 1929- llegaría a Gando ante la mirada del Gobernador Civil, el alcalde de la capital, su homólogo de Telde, una comisión del Cabildo y una nutrida representación empresarial.

El Cabildo estableció finalmente en 1930 que «únicamente Gando» podía acoger el aeropuerto nacional. El entonces vicepresidente insular, Diego Cambreleng, expuso en una entrevista décadas más tarde que, al igual que descartaron Lomo Bravo, hicieron lo propio con Lomo Barrial, en Gáldar, y que Gando fue elegido «por sus condiciones excepcionales». Cinco años después comenzó a operar de manera regular la primera línea entre la Isla y Madrid.

La cuestión aérea quedaba así zanjada, por lo que las pretensiones de colocar un aeródromo en los altos de la capital, ya fuera en lo que hoy es Schamann o Siete Palmas, quedaron zanjadas. En su lugar, el Lomo Bravo o de San Lázaro siguió siendo una finca agrícola. En 1955 el Ayuntamiento anunció la compra de parte del terreno con el propósito de construir un cementerio. Los otros de la ciudad se habían quedado pequeños. Cinco años más tarde, el camposanto abrió sus puertas en una parcela de 60.000 metros cuadrados y una capacidad para 40.000 enterramientos.

Desde entonces San Lázaro no ha parado de crecer hasta superar los 100.000 metros cuadrados. El Ayuntamiento capitalino acaba de aprobar una modificación del Plan General de Ordenación (PGO)que permitirá ampliar sus servicios -con tanatorio y crematorio públicos, zona para mascotas, columbario- además de un vial y dos zonas de aparcamientos sobre aquellas viejas fincas que formaban el Lomo Bravo.

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