Puerto

El último quijote de La Isleta

Un trabajador portuario dona una escultura a Aldea Infantiles y recauda fondos entre sus compañeros para pujar en la subasta que la ong organiza en Casa África

Empezó en la antigua Junta de Obras del Puerto y ahí sigue, a punto de jubilarse en la Autoridad Portuaria de Las Palmas, donde ha recolectado 2.000 euros para pujar por su propio escultura, un quijote de cajas de madera en el que narra la historia cervantina a través 60 ilustraciones de Doré. Es José Ramón Martín García, uno de los 45 artistas que colabora con Aldeas Infantiles en el proyecto ‘Cajas para un Sueño’.

José Ramón Martín García es, quizá, el último quijote del Puerto, un alma creativa de La Isleta que expulsa sus demonios a golpe de esculturas. Está a punto de jubilarse, tras pasar casi toda su vida en la Autoridad Portuaria de Las Palmas (APLP), donde lo mismo ha trabajado de mecánico que como delineante o responsable de la imagen corporativa de la institución portuaria.

De su cabeza inquieta nacieron los peces de madera que decoraban la desaparecida estación de cruceros; el diseño de los premios Puerto de Las Palmas, con ese faro pequeñito en honor a León y Castillo, o las figurillas de las naves de Cruz Roja y del PMA que estiran sus brazos al cielo en busca de ayuda humanitaria, por citar solo algunas de sus obras y diseños más representativos, siempre tan volcado en lo público, con un sin fin de rotondas, jardines y hasta la restauración del panteón de Fernando León y Castillo en la catedral de la capital grancanaria.

Pero esa, la de su vida laboral, es otra historia. Porque Martín García, el último quijote del Puerto de Las Palmas, se encarama ahora a estas líneas por su alma especuladora, creativa y solidaria, pues ha emprendido una campaña entre sus compañeros portuarios para recaudar fondos y pujar por las esculturas que Aldeas Infantiles expone esta semana en Casa África.

Martín sorteará luego su ‘Quijote’ entre los empleados del Puerto que han aportado fondos para la subasta

Entre los 45 artistas invitados figura el propio Martín, que ha donado a la ong una de sus obras, con la finalidad de recaudar fondos para el proyecto Cajas para un sueño, una iniciativa en la que Aldeas Infantiles entrega a cada participante una caja de vino para transformarla en una escultura y venderla luego al mejor postor.

La puja mínima arranca en los 70 euros, una cantidad demasiado pequeña para todo objeto hecho con cariño. Por eso a Martín se le ocurrió rascar en los bolsillos portuarios para presentarse en Casa África con un buen puñado de billetes, los cuales irán directos a revalorizar su propia obra u otras que necesiten un empujón económico, todo ello con el objetivo de lograr para la ong el máximo beneficio posible.

El resultado de la puja, o sea, su propia escultura si todo sale bien, lo sorteará después entre los compañeros de la Autoridad Portuaria que han participado de forma vicaria en el proyecto de Aldeas Infantiles.

La pieza de Martín, que se exhibe estos días a la entrada de la sede portuaria, es, como no podía ser de otra manera, todo un homenaje a la obra estrella de Cervantes. El escultor añadió a la caja de vino de Aldeas Infantiles más cajas de puros y de tabacos, hasta conseguir un voluminoso ingenio en el que ha grabado 60 ilustraciones realizadas por Gustavo Doré sobre la novela cervantina.

Así consigue elevar el precio de salida de la obra y revalorizarla en beneficio de la organización infantil

Es, por tanto, la vida del ingenioso hidalgo transferida con barniz a un montón de cajas de madera salvadas de la basura, porque Martín, más que artista, se define como un «hacedor de cosas», una suerte coleccionista de objetos perdidos o que nadie quiere y que él transforma hasta darles una segunda vida. Con sus manos, sin máquinas técnicas ni tecnología láser, tan acostumbradas al rudo trajín industrial del puerto que, sin apenas mucho esfuerzo, convierten cualquier madera en el más oxidado de los metales.

Porque al trabajador de La Luz no le gusta reciclar, sino reutilizar, sabedor de que la industria del reciclaje también contamina. Porque, a veces, le sabe más regalar sus esculturas que venderlas. Porque la basura, si se trabaja con amor, tiene un valor añadido. Porque José Ramón Martín García es de esos tipos que rescatan cosas del mar y las dejan en un rincón hasta que le hablan.

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