Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Colomar, la tradición mallorquina más dulce en Las Palmas de Gran Canaria

Arnaldo Colomar quería buscar un futuro mejor en Venezuela, sin embargo, recaló en Gran Canaria, donde formó una de las dulcerías más concurridas de la ciudad

Hacen todos sus postres de forma artesanal

En plena posguerra la península seguía sufriendo los estragos de la Guerra Civil. Por lo que, muchos españoles tomaron viento y popa para buscar un futuro más prospero en las tierras prometidas de Latinoamérica. Esa era la ruta que pretendía llevar a cabo Arnaldo Colomar, en la que Gran Canaria era tan solo un lugar de paso para llegar a Venezuela. Sin embargo, 73 años después su nombre sigue siendo uno de los más dulces de Las Palmas de Gran Canaria

Colomar, de origen mallorquín, permaneció en la capital y comenzó a cocinar ensaimadas en un solar de la calle Italia. Quizás fue la morriña de su Isla de origen o la visión de negocio lo que le llevó a preparar el dulce típico de su tierra. «Y ahí empezó todo», rememora su nieto, Arnaldo Colomar. Unos años después trasladó el local a su emplazamiento actual, la calle León y Castillo, 129. 

«Después comenzó a producir más, aunque lo principal eran las ensaimadas, también se adentró a servir hojas de merengue y los dulces canarios, los típicos», explica. Colomar, actualmente la tercera generación junto a otros dos hermanos, comenzó a trabajar con su abuelo a los 16 años. Empezó aprendiendo a cocinar la ensaimada, que era lo básico y estuvo una década, así, preparando y perfeccionando el postre que fue la herencia mallorquina de su abuelo. 

Cada día pueden preparar entre 2.000 y 2.500 cruasanes, uno de sus postres más famosos

Cuando el fundador murió se quedó su hijo, Bernardo Colomar, y padre del actual dueño. Fue entonces cuando empezaron a preparar los famosos cruasanes que se han convertido en uno de los productos estrella de la dulcería. «Ahora resulta que vendemos más que ensaimadas, así es la vida», asegura. Cada día hacen entre 2.000 y 2.500 cruasanes a mano: «Aquí todo es artesanal, hacemos los cruasanes más rápidos que una máquina y tengo ocho tíos ahí haciéndolos». 

Los igredientes originales

Además de seguir haciendo cada dulce como antaño, siguen manteniendo los ingredientes originales. «Yo sigo haciendo mis cremas con huevo, cuando ya casi todo el mundo hace la crema con polvo, y por supuesto, así queda mucho mejor, una crema de huevo es una crema de huevo, hay una diferencia», detalla. También usa nata animal por su mayor calidad frente a la vegetal. «La gente usa vegetal porque es más segura, no se estropea, la puedes dejar 15 días, en cambio, la animal se pone mala al día y medio», comenta. 

El postureo también ha llegado a la repostería y, a veces, las fotos de Instagram mandan más que el sabor. «Ahora todo el mundo quiere hacer el dulce perfecto, guapo, de cuatro euros y medio que sea más bonito que otra cosa. Entonces yo prefiero seguir haciendo lo mismo», defiende. «Veo muchas dulcerías que lo hacen todo muy minimalista, ya no te hacen una buena bamba de crema, que es lo más sencillo del mundo, o un borracho, pero aquí sigue haciéndose», afirma. 

El dulcero también tiene sus líneas rojas, nunca trabaja con fondant porque es «una bomba de azúcar». «A los clientes se los digo como pastelero y como diabético, quien se coma eso está loco porque es azúcar pura y dura», aconseja. «Se trata de al menos indicarle al cliente la historia y decirle que tengan cuidado porque eso no es lo que ellos se creen, yo no quiero decir que los míos no sean dulces, también lo son, pero el fondant juega en otra liga», recalca el repostero. 

Sin cuarta generación

Colomar confiesa que tanto él como al resto de la familia, como no podía ser de otra manera, les encanta un dulce. «Yo soy diabético para que te hagas una idea», expresa. «No me cansó porque donde hay una buena ensaimada, un buen buñuelo, unas milhojas francesas, yo me pierdo», indica. Antes de ser diagnosticado, cada vez que terminaba su jornada laboral llevaba consigo una bandeja de postres preparados por él mismo para terminar la jornada laboral de la manera más dulce.

El propietario no prevé que exista una cuarta generación que continúe con el negocio familiar. «Es complicado porque todo el mundo quiere ser funcionario, este es un trabajo muy negrero, contra más libra la gente más trabajas tú», refleja. Por su parte, la jubilación no la vislumbea dentro de poco, a pesar de que está a punto de cumplir los 60 años. «Yo no me jubilo, sigo aquí y en vez de trabajar tanto, lo hago un poco menos y me escaqueo un poco más», pretende.