Un día de verano en el planeta Muelle Deportivo

El Muelle Deportivo se transforma durante la temporada de verano en un lugar para escapar del ajetreo de la ciudad

Juani Blanco, un veterano navegante, disfruta del pequeño puerto desde hace 25 años

Al resguardo del ajetreo de la Avenida Marítima, diferentes bienaventurados disfrutan de la tranquilidad que se respira en el Muelle Deportivo de Las Palmas de Gran Canaria. La postal parece sacada de la serie 'Verano Azul', solo que ahora las pandillas de jóvenes costeros han sustituido la bicicleta por el patinete eléctrico. Protegidos por el dique del Puerto de la Luz un grupo de barquitos Optimist disfruta del sosiego mientras siguen a mamá pato, la lancha instructora que les guía en su travesía de aprendizaje.

Entre todos los veleros que decoran el cielo capitalino con sus mástiles se encuentra habitualmente Juani Blanco, natural de la isla de Gran Canaria, quien lleva dedicando toda una vida al mar. "Mis únicas salidas del muelle son para ir al supermercado", cuenta Blanco, ya que este marinero experimentado reserva el resto de sus escapadas a los paseos con su lancha Open por el Atlántico. ¿Habrá divisado San Borondón en alguna de sus incursiones a la mar? La respuesta solo la conocen él y su cuaderno de bitácora.

Juani Blanco en su lancha Open

Juani Blanco en su lancha Open / José Carlos Guerra Mansito

El veterano navegante disfruta desde hace 25 años del sosiego del pantalán, donde los problemas de la metropoli quedan lejanos y solo llegan los sonidos martilleantes que generan sus vecinos al reparar los barcos. Uno de sus pasatiempos es poner a punto su buque de vela, un trabajo peligroso que le ha ganado numerosas cicatrices en sus brazos, o quizás las obtuvo en una pelea contra un angelote, quién sabe... En todo caso, Blanco sí guarda una mejor relación con sus otros vecinos, los peces que residen en el muelle. "Son más fieles que una persona", afirma el marinero.

Eso sí, para buen animal de compañía ya está el perro Timón, que custodia junto a su dueño la avenida del puerto. Su amo, otro apasionado de la navegación, cuenta que le bautizaron de esa manera tan peculiar porque en los momentos de tempestad atan al can al volante de la embarcación, y así se evitan gritar "¡Perro al agua!".

Al rico bochorno de julio

Justo a la hora del mediodía, el bochorno no impide que un grupo de pequeños alumnos de campus de verano llenen la calles del embarcadero mientras esperan a sus padres para volver a casa. Las risas de los niños, el olor a mar y limo tan característico de los puertos mezclado con los aromas que desprenden los restaurantes cercanos anuncian el ecuador del verano.

En ese momento, dos extranjeros disfrutan del día de julio mientras pasean al fondo del pequeño y tranquilo embarcadero. Se dirigen al velero que tienen atracado desde enero para hacer una corta pausa del mediodía, cambiarse de ropa y seguir conociendo una isla a la que arribaron en noviembre del año pasado. El cubano Alejandro Martínez ha pasado los últimos meses de su vida viajando alrededor del mundo y ahora yace afincado de forma temporal en uno de los pantalanes del muelle deportivo.

Un joven camina por el pantalán del Muelle Deportivo

Alejandro Martínez camina por el pantalán del Muelle Deportivo / José Carlos Guerra Mansito

Martínez bromea sobre su peculiar vivienda refiriéndose a ella como "una casa de verano flotante". Al cubano le encantaría surcar las aguas canarias con su nueva adquisición, pero por el momento deberá seguir esperando hasta que pueda arreglar el motor del velero. Para los navegantes apasionados, el barco es una responsabilidad parecida a la de un animal de compañía. Al igual que cualquier vehículo, los barcos deben pasar periódicamente la ITB (Inspección Técnica de Barcos), lo que supone la necesidad de llevar a cabo un mantenimiento constante del buque.

Mantenerse a flote

En el caso de Martínez, su espera se debe a la demanda estival del varadero Rolnautic, que está ubicado en el mismo Muelle Deportivo. El gerente de la empresa, Juan Carlos Rodríguez, cuenta que el volumen de trabajo en estas fechas es "prácticamente el mismo al de años anteriores", sin embargo, afirma que la mayor novedad en estos meses son "las caras nuevas" de los niños y familiares que acuden a los cursillos.

La época predilecta de los extranjeros europeos es el invierno. Cuando en los países del norte de Europa azota con más fuerza el frío, los viajeros zarpan huyendo hacia la calidez de las Islas Canarias y tiñen el embarcadero de banderas de todos los colores. En ese momento, el Muelle Deportivo cobra vida y el sosiego veraniego da paso al relajo del invierno canario.

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