ANÁLISIS

La tecnificación del Barranco Guiniguada

Parece que los ingenieros de caminos se han adueñado de la intervención en el barranco, frente a la capacidad de decisión que deben tener los políticos

La tecnificación del Barranco Guiniguada

La tecnificación del Barranco Guiniguada / LP/DLP

José A. Luján

José A. Luján

El acceso de la actual alcaldesa al ejercicio de máxima autoridad municipal, tras las elecciones del 23 de julio, vino acompañado, entre otras, de una declaración programática sobre la intervención en el Barranco Guiniguada, consistente en facilitar el acercamiento peatonal de los barrios de Vegueta y Triana. Nos pareció una decisión valiente, plausible y loable que, casi de inmediato, fue secundada por una sensata reflexión del ingeniero Caco Henríquez. En su artículo («El tamaño de una ambición», LP-DLP, 9-IX-23), el que fuera concejal de Hacienda del ayuntamiento capitalino, invitaba a las instituciones sociales y culturales a formular propuestas que propiciaran el debate tendente a la mejora de la actuación en el Guiniguada. No era una novedad ya que la idea se remonta a más de dos décadas, pero obviamente no se ha ejecutado. Sólo tuvimos suerte con la decisión de la alcaldesa Pepa Luzardo de proceder a la demolición de la voluta de cemento llamada «scalectrix».

Todo mandato, ya sea municipal o gubernamental, suele tener un proyecto estrella que defina los compromisos de los responsables públicos en su gestión. En Santa Cruz de Tenerife se inicia estos días la demolición de la casi centenaria Refinería y años antes se creó el «Palmetum» sobre el vertedero que ocupaba una privilegiada zona de la costa santacrucera, poniendo en valor urbanístico no sólo el bellísimo Auditorio Adán Martín, sino incluso una evidencia histórica como es El Castillo Negro. Dando un salto a París, nos encontramos con el Centro Pompidou como la plasmación de una idea del presidente George Pompidou quien en 1969 decide dotar a Francia de un museo de arte moderno y contemporáneo de envergadura internacional. Desde su apertura al público en enero de 1977 su éxito fue inmediato. ¡El Centre Pompidou no deja a nadie indiferente!

La actuación en el tramo del Barranco Guiniguada objeto de la propuesta municipal puede convertirse en un sueño, tal y como lo concebimos en nuestro fuero interno y que de manera propositiva ya hemos expresado en este mismo periódico («Palanganas arbóreas» LP-DLP 2- XI-23). La belleza geográfica de este tramo urbano de nuestra ciudad no tiene parangón en otras ciudades. El barrio de Vegueta con su señorío arquitectónico en piedra y la envergadura de la Catedral con la diafanidad de la Plaza de Santa Ana a sus pies, y la expansión hacia el barrio de Triana, con la vitalidad comercial de sus calles, con fachadas modernistas, con terrazas de restauración a pie de acera, exige una ensambladura que multiplique sus valores intrínsecos.

Desde hace muchos años hemos entendido que «la política es el arte de lo posible». Con este parámetro creímos que la alcaldesa, al hacer esta ambiciosa propuesta, venía con una carpeta debajo del brazo no sólo con el proyecto de rediseño del Guiniguada, sino también con la consecuente dotación económica para su ejecución. En cierta ocasión, decía Felipe González que todo político, cuando abre su boca declarativa, no debe actuar como cualquier ciudadano que hace proyectos apoyado en la barra de un bar. La señora alcaldesa, experimentada en diversos grados de la política autonómica y nacional, ha de conocer las obviedades que aquí planteamos. Estamos ante una evidencia palpable que (¡Dios nos libre!) creemos que se le ha ido de las manos. Este tramo de vía ciudadana parece que tiene tres dueños: El Gobierno de Canarias, el Cabildo de Gran Canaria y el propio Ayuntamiento capitalino. Al final, no sabemos a quién o a quienes pertenece. Lo que sí sabemos es que son tres instituciones públicas, cuyos dirigentes han emanado de la apertura de urnas democráticas, con potestades que no deben estar empañadas por la facilidad de mirar para otro lado.

Así las cosas, en las argumentaciones que en algún caso y de manera provisional se han puesto sobre la mesa en una institución de la sociedad civil como es la RSEAPGC, parece que los dueños ahora son los técnicos, los arquitectos e ingenieros de Caminos. El artículo «Barranco de Guiniguada: la naturaleza también habla», publicado en este mismo periódico (LP-DLP 9-X-23) y firmado por el decano de la Demarcación de Las Palmas del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, nos ha llenado de inquietud. Creemos que un técnico tiene determinadas potestades, sobre todo si en sus actuaciones sobre el uso del territorio peligra la vida de las personas. Sin embargo, también creemos que los políticos tienen un mandato democrático y una capacidad de decisión que en jerarquía funcionarial sobrepasa la que emana de la escuadra y del cartabón.

Una actuación que nos puede servir de espejo la encontramos en Valencia donde el cauce del Río Turia se ha convertido en un espacio al servicio de los ciudadanos. Tendríamos que salvar las diferencias ya que el río levantino tiene unas dimensiones que permiten la ocupación con bastante holgura de múltiples géneros y edificios singulares, siendo uno de los mayores atractivos tanto para turistas como para los propios habitantes.

La drástica actuación sobre el cauce del río se debió a la lección aprendida a causa de la gran riada que sufrió la ciudad en 1957. Las aguas desbordaron el cauce del Río Turia e inundaron gran parte de la ciudad. Valencia sufrió graves daños materiales y 80 personas perdieron la vida ese día. Este hecho lo cuenta en primera persona el recientemente fallecido Jerónimo Saavedra en el libro Diez paseos por Triana, quien recuerda el impacto que sufrió al desembarcar el mismo día de la tragedia en Cádiz, con destino a la Universidad de Madrid.

Dada la envergadura y dimensión social que alcanza la actuación sobre el Guiniguada, una vez destapada la caja de los truenos, creemos que ha de pasar por una comisión abierta a la ciudadanía, convocada por el propio Ayuntamiento, en la que se expongan propuestas y se presione a las instituciones responsables a llevar a cabo el proyecto. El tránsito peatonal entre Triana y Vegueta lo merece en esta coyuntura programática antes de que pasen veinte años y los incumplimientos los empecemos a contar por décadas.

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