Análisis

Poema y corona para Nuestra Señora de la Soledad

La Diócesis de Canarias vivió el 19 de marzo de 1964 una fecha histórica: la coronación de la virgen de la Soledad, segunda de la isla tras Nuestra Señora del Pino

Imagen de la virgen de La Soledad.

Imagen de la virgen de La Soledad. / Juan Carlos Castro

El 19 de diciembre de 1962, una bula desde Roma autorizaba la Coronación de la Virgen de la Soledad de la Portería. Mucho y bueno se ha escrito sobre ella, su historia y el fervor que mueve. Sólo quiero en cumplimiento de promesa, detallar como fue el acto extraordinario que esta bula vaticana inició y culminó hace 60 años, el día de San José de 1964; ya que el fallecimiento de Juan XXIII el 3 de junio de 1963 trastocó un tanto la organización de la coronación.

Desde los primeros días de 1964, todo comenzó a prepararse para lo que se consideraba «una fecha histórica para la Diócesis de Canarias». La segunda coronación de una imagen de la Virgen en la isla, tras la de nuestra señora del Pino, efectuada en 1905. La comisión de honor integrada por el párroco de San Francisco; el obispo Pildain; Federico Diaz Bertrana, presidente del Cabildo; Matías Vega Guerra, embajador de España en Venezuela; José Ramírez Bethencourt, alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas y Juan Marrero Díaz, Deán de la Catedral; había elegido por disposición expresa de Pildain, la fecha del 19 de marzo ya que era onomástica importante y víspera aquel año del Viernes de Dolores. La corona -realizada con donativos y aportaciones de joyas venidas de toda la isla- la realizaría el orfebre sevillano Manuel Sánchez Jiménez, que procedente de la Escuela de Artes y Oficios de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría había trabajado poco tiempo antes el trono de la Virgen, realizado entre 1958 y 1960; aunque tal como reflejara José Miguel Alzola en su libro La Semana Santa de Las Palmas, la Virgen de la Soledad procesionaba bajo palio desde el siglo XVII.

Se organizaba un certamen literario para premiar los trabajos -sobre todo poéticos- que se publicaran o radiaran desde el Día de la Candelaria al Día de San José y que estudiaría un jurado formado por el rector del Seminario Diocesano, el presidente del Museo Canario, el presidente del Gabinete Literario, los directores de los periódicos y emisoras locales y el párroco de San Francisco.

En toda la isla se colocaron carteles anunciadores, dibujados por el pintor José Arencibia Gil representando una silueta de la Virgen bajo el palio de su trono y suspendida sobre su cabeza de la imagen la corona áurea; el Cabildo Insular celebraba un pleno extraordinario en el que acordaba su patrocinio de la coronación y la solicitud de que se le rindieran a la imagen los honores de Capitán General; se encargaron miles de fotografías y estampas de la Virgen tanto en blanco y negro como en color para distribuirlas el día de la coronación; el obispo anunció que concedería Indulgencia Plenaria a los que acudieran al Pontifical y acto de coronación si cumplían con los requisitos establecidos; para el acto de besamanos se preparó la distribución de veinte mil rosas bendecidas y la Diócesis de Tenerife se sumó al acto, aceptando su obispo Luis Franco Gascón el encargo de realizar el pregón anunciador de los festejos el 11 de marzo de 1964; el ceremonioso novenario y la retransmisión por Radio Catedral imprimieron mayor difusión y empaque; y los integrantes de la Archicofradía se implicaron en cuerpo y alma por la Virgen de sus desvelos. Tuvo un papel relevante el párroco Miguel Ojeda Ortiz, que conjuntamente con la Camarera Clara Rosa Sintes, habían apoyado e influenciado unidos a toda la feligresía el proyecto que se iniciara dos años antes en las sesiones inaugurales en Roma del Vaticano II con la presencia del obispo Pildain.

Miguel Ojeda era de Teror. Nacido en El Espartero el 17 de febrero de 1925, se ordenó en 1950. Fue profesor del seminario, del colegio Jaime Balmes y capellán de Infantería. Becado en 1953 por el Cabildo marchó a Friburgo con Vicente Rivero Díaz y allí obtuvo la Licenciatura de Teología.

Tal como escribieran José Miguel Alzola y Julio Sánchez, pasó por las parroquias del Carmen de La Isleta, Tafira y Yaiza, para recalar en 1955 en San Francisco de Asís, donde permaneció hasta 1983, año en que fue nombrado canónigo de la Catedral.

Sus mayores empeños fueron consolidar la estructura y decoración del secular templo conventual, atender las necesidades pastorales y sociales de la amplia zona del barrio de Triana sobre la que tenía jurisdicción y continuar luchando por la coronación de la Soledad que otros, como el párroco Antonio Artiles, iniciaran tiempo antes. Y la Residencia de Mayores, durante años permanente preocupación del párroco.

En la necesaria anécdota, conste que en 1969 bautizó en su parroquia a un niño que llegaría a ser actor reconocido a nivel mundial: Javier Bardem. En 2000 formó parte en representación del Cabildo de la junta directiva de la Asociación Amigos de la Catedral de Canarias. Falleció el 3 de diciembre de 2011.

La devoción a la Soledad de San Francisco es en muchos casos «heredada», se transmite en la familia y se perpetúa en el día a día. Llegué a tener esa especial relación con esta imagen por mi madre. Cuando a fines de los años cincuenta su primer embarazo se complicó con una fuerte anemia, desde Teror la mandaron a hacerse una analítica que lo corroboró, iniciándose el preceptivo tratamiento. El día que el médico Manuel Paradas le dio los resultados y le aconsejó con esa calidad de buena persona que le caracterizaba, mi madre -veinteañera, llorosa, y aturdida- entró en la iglesia más cercana que pudo hallar y allí se encontró con «la Virgen más bonita que había visto en su vida», a la que prometió que si curaba y todo salía bien le presentaría cuanto antes pudiera el retoño que tuviera. Mi madre mejoró y toda la vida lo tuvo por milagro de la Virgen de la Soledad. Por eso, a San Francisco me llevó con pocas semanas en el verano de 1960 y cada vez que bajaba a la capital hacía por cumplir con ella; tenía estampas y novenas y al final de su vida me hizo prometer que le pediría por un buen morir. Así lo hice.

A poco escribí unas letras que guardadas quedaron por años. Pero en la pasada Semana Santa pergeñé una malagueña que en la tarde del Viernes Santo, la extraordinaria Cristina Ramos cantó ante la Soledad: Si de plata es el puñal/ que te hiere en tu dolor/ por azucenas lo cambio/ en desagravio a tu amor. Ese es el sentimiento que despierta esta imagen: amor, soledad reconfortada, cultura, devoción y profundo fervor.

Coronación

El 19 de marzo de 1964 se vivió con brillantez, solemnidad, fervor y entrega de toda Gran Canaria. El Ayuntamiento contribuía con el alumbrado extraordinario de la plaza de Colón y el frontis de la Iglesia de San Francisco.

El protocolo que marcaba el orden procesional fue el siguiente: la banda de cornetas y tambores de Aviación que abría la comitiva; la cruz parroquial; los colegios femeninos; los colegios masculinos; el Pendón de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad y pertigueros; los miembros de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad y las mujeres que asistieran con mantilla canaria, tanto blanca como negra; cien acólitos con velas; treinta niños cantores portando bandejas con flores deshojadas; un grupo de sacerdotes, vestidos con capa pluvial llevaban la bula; pajes con bandejas de plata, regalo de distintas instituciones, entre ellas el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria; luego pasaban los turiferarios; el trono de Ntra. Sra. de la Soledad y delante del mismo sobre un cojín morado, la corona y los atributos de Capitán General; el preste; la compañía de honores; la banda militar; caballeros de la parroquia de San Francisco de Asís y de las demás de la capital; el Obispo de la Diócesis de Canarias acompañado por el Cabildo Catedral; el gobernador Antonio Avendaño representando al Jefe del Estado; Iltre. Cuerpo consular; Consejo Provincial del Movimiento; Excmo. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, bajo mazas; la banda municipal; Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, bajo mazas; y cerrando, las autoridades civiles y multares.

Por el Gobierno Militar y cumplimentando el especial Decreto del Ministerio del Ejército de concesión de honores de capitán general a la Imagen de la Virgen de la Soledad de la Portería en el acto de coronación y magna procesión, se hicieron públicos los honores correspondientes.

«Que las fuerzas que habían de prestarlos fueran una compañía del Regimiento de Infantería al mando de un comandante con escuadra, bandera, banda y música y dos compañías de fusiles; una bandera de Paracaidistas del III Ejército de Tierra al mando de un comandante, con escuadra y banda; una Batería pie a tierra, con escuadra, bandera y banda del Regimiento de Artillería número 94; y que por la Batería de Salvas de la Montaña de San Francisco se hicieran dos salvas de diecinueve cañonazos cada una, la primera a la salida de la imagen desde San Francisco, y la segunda al regresar al templo… Las fuerzas designadas, en traje de gala, cubrirían la carrera con arreglo a las instrucciones dictadas por el Estado Mayor de la plaza y todas las fuerzas estarían mandadas por el teniente coronel del Regimiento de Infantería Domingo Rubio Guerra».

Un momento de la ceremonia de la coronación.

Un momento de la ceremonia de la coronación. / La Provincia

La Virgen salió de San Francisco con una corona de flores en dirección al atrio de la Catedral en una de las jornadas más imponentes y de mayor solemnidad que ha vivido Las Palmas en el pasado siglo. Le esperaban el gobernador civil, el obispo y las autoridades civiles y militares que siguiendo el protocolo marcado debían devolverla a su templo tras la coronación.

La Virgen de la Portería fue llevada al interior y colocada a la derecha del altar mayor: Frente a ella ocupó asiento el representante del Jefe del Estado y los padrinos de la ceremonia: el embajador de España en Venezuela, Matías Vega, y su esposa Clara Sintes, y el presidente del Cabildo Insular, Federico Díaz Bertrana, y su esposa Marisol Torres.

Después de las cinco se inició la misa, oficiada por monseñor Pildain. A su término, con la plaza de Santa Ana y alrededores llenos de gente, en la entrada de la catedral se colocaron las autoridades y el Trono hacia el centro de la calle Obispo Codina.

El prebendado Rafael Vera leyó la bula en latín y en castellano; el obispo entonó la Salve y bendijo la corona, y hacia las siete comenzó el momento máximo de la ceremonia. Los padrinos Vega y Díaz Bertrana entregaron la corona al obispo, que pronunció el «Así como por nuestras manos eres coronada en la Tierra, del mismo modo merezcamos ser nosotros coronados por tu hijo Jesucristo de gloria y honor en los cielos», y la puso sobre la imagen de Nuestra Señora de la Soledad de la Portería, entre los vítores, el repique de campanas y los fuegos que se escuchaban desde San Francisco. La comitiva regresó al templo franciscano por las calles Obispo Codina, Mesa de León, Pelota, General Mola, Puente de López Botas, Triana, Bravo Murillo, Pérez Galdós, General Bravo y Plaza de San Francisco; entre una lluvia de pétalos, banderas y colgaduras. Ya en el templo tuvo lugar el simbólico besamanos y la distribución de las rosas benditas.

Los poemas

La revista Gánigo publicaba el 1 de abril de 1964 el Tríptico de sonetos en la Coronación de Nuestra Señora de Portería, del terorense Ignacio Quintana, primer premio del concurso literario organizado.

«La muy noble y leal ciudad mariana/ se congrega al amor de su casona/ y el oro del fervor se hace corona/para ceñir tu frente soberana/ la visión de la reina castellana/ en la isla se encuentra y perfecciona/ y a través de los siglos lo pregona/ la humilde portería franciscana…/ Virgen de la Ciudad, madre del llanto /arrebujada en luto y desconsuelo/ en las manos la nieve del pañuelo/ seguimos tu camino el Viernes Santo/ junto a tu soledad, junto a tu manto/ que cobija el dolor de nuestro anhelo/ va la ciudad llorando su desvelo/ va la ciudad vertida en tu quebranto…»

Semanas antes, decenas de composiciones, poesías y textos ensalzaron la leyenda de Isabel I de Castilla, los roncotes o el amor que distintas personalidades del mundo de la literatura o la investigación le profesaban. El 1 de marzo, la revista Mujeres en la Isla publicaba un poema de Chona Madera: «Que cuajado dolor va por tus ojos/ por tu frente, por tu rostro todo adolorido/ Madre de soledades que has venido/ a llorar por el Hijo omnipotente/ Porque parte soy de esa simiente/ mírame el corazón, cómo me aflijo/ por tan amarga fuente abrir al Hijo/ de tu amor y mi amor de penitente…» Luis Benítez Inglott le escribió «Pasas muda, llorosa y enlutada/ y al ver esa piedad con que me miras/ sé que ruegas por mí y por mí suspiras/ por mí, que soy ceniza, polvo, nada/ Dame tu llanto lágrima sagrada/ para salvarme del mundo y sus mentiras/ Yo, pecador, hallo en la fe que inspiras/ un consuelo a mi alma atormentada…» Y Juan del Río Ayala: «Soledad de la Señora/ si no fuera acompañada/ por todo el pueblo canario/ que ella lleva en su regazo/ para ser su protectora/ y en su mayor aflicción/ servirle de mediadora…»

Desde 1964 hasta ahora la presencia de esta devoción se ha ido reforzando. Cientos de textos, la celebración del cincuentenario, los honores de la archicofradía y su emotiva, necesaria y sentida participación en la Semana Santa capitalina así lo avalan.

«En Soledad ya camina/ la que todo lo ha perdido/ la que sufre en Soledad/ su puñal de desatinos/ Mil pañuelos no bastaran/ para estar en el camino/ de enjugar el sufrimiento/ por la pérdida de un Hijo/ Y aunque mil ojos la miren/ mil besos le den cobijo/ Ella sigue en Soledad/ buscando su amor perdido/ De San Francisco a San Telmo/ a dar a Santo Domingo/ lloran lágrimas de sangre/ por tu corazón herido…»

San Francisco la custodia como uno de sus patrimonios históricos y afectivos de mayor presencia y Las Palmas de Gran Canaria acude a verla, rezarle y ratificar con su permanente presencia los motivos de su coronación en 1964.

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