Puerto

Andrea Cabrera, de la estiba a su segunda novela

La jefa de prensa de los estibadores en Las Palmas se adentra en la vida de la marquesa de Parabere para escribir con Aldo García de gastronomía, espías y empoderamiento en el Madrid de la Guerra Civil

La energía masculina de un colectivo sin complejos, unido y solidario la animó a superar sus miedos

Un taller de literatura terapéutica y otro epistolar, entre los proyectos inmediatos con la Biblioteca Insular

Andrea Cabrera Kñallinsky (Buenos Aires, 1973) es el rostro de los estibadores en Las Palmas desde 2010. Un colectivo parco en palabras, rudo y propenso a la acción, de esos que paralizan el puerto por la mañana y a la tarde se sientan a negociar con el ministro, sin inseguridades ni complejos de clase.

De esa «energía masculina» y portuaria, tan libre de miedos, viene el impulso que ha motivado su salto a la literatura. La primera novela, La galería de los antepasados (Machado Libros) es del año pasado, agota la segunda edición y consolida su vocación de escritora, que siempre acababa rota o en la papelera porque no se atrevía a soñar. 

Así hasta que se cruzó con los estibadores, un colectivo «solidario, unido e inspirador» que ha funcionado como catalizador de toda esa vocación literaria, siempre camuflada en los medios de comunicación y los gabinetes de prensa para los que Andrea Cabrera ha trabajado.

El peso de lo mejor

En casa, desde chica, le decían aquello de «lo mejor es enemigo de lo bueno», porque la perfección y la exigencia pesan, sobre todo si leíste a Gabriel García Márquez y te quedaste atrapada en Macondo. Tanto que ha tardado 50 años en publicar La galería de los antepasados, una saga familiar protagonizada por mujeres en la que los hombres ganan y pierden propiedades al subastado.

Andrea Cabrera Kñallinsky, jefa de prensa de los estibadores y escritora | 14/03/2024 | Fotógrafo: José Carlos Guerra

Andrea Cabrera Kñallinsky, jefa de prensa de los estibadores y escritora | 14/03/2024 | Fotógrafo: José Carlos Guerra / José Carlos Guerra

También hay una higuera que lo preside todo, secretos y un mar de plataneras que te envuelve en otro tiempo no muy lejano: el de los viajes en burro al Muelle Grande, los primeros coches a manivela y, sobre todo, esa forma de hablar de los isleños de antes, tan mágica sin pretenderlo, con su «refrigerio», su «mantecado» y su «mirar torcido», tan socorrido cuando el desconcierto se mezcla con el enfado y es mejor ocultarse en el silencio.

Porque en la novela de Cabrera los azulejados sugieren, hablan, tienen vida propia. Vienen de Inglaterra, «en dos cajas de cien y una más», y están hechos a la medida de la casa a la entrada del pueblo que el bisabuelo ganó a la baraja. ¿Suerte o fatalidad?

El impulso de los estibadores

Todo ese mundo interior brotó de Andrea en 2018, con 43 años, que es cuando se sentó a escribir la historia de su familia, siempre pasada por el tamiz mágico y luminoso de su imaginación. La determinación para hacerlo la sacó de sus compañeros de fatigas, los estibadores, con quienes se embarcó en la histórica campaña nacional que tumbó en 2017 el Real Decreto Ley para regular el sector y adaptarlo a las exigencias europeas. La derrota del Gobierno de España, primera desde 1979 en democracia, obligó al Ministerio de Fomento a renegociar la norma, esta vez con unas condiciones laborales dignas para los trabajadores afectados por la liberalización de la estiba.

Ese 16 de marzo, en el Congreso de los Diputados, abrazada a una compañera de Valencia, se dio cuenta de que tenía una novela por escribir, porque los poderosos no siempre ganan y todo es posible si «el amor vence al miedo». 

Las chocolatinas Tirma

De esa época aún recuerda los viajes a Madrid y las reuniones con las principales cabeceras, a las que acudía con su caja de chocolatinas Tirma para ganarse la simpatía de los periodistas. Una batalla para conquistar a la opinión pública de la que Cabrera, casi sin saberlo, salió convertida en novelista. Desde entonces se sentó a escribir y no ha parado. Ha comenzado ahora su tercera novela y la segunda verá pronto la luz. Está escrita a cuatro manos con Aldo García Arias, que es director de las librerías y la editorial Antonio Machado, además de compañero de la Escuela de Letras, donde se conocieron. Ambos recurren a la marquesa de Parabere para contar una historia de gastronomía y empoderamiento femenino que empieza en Bilbao y estalla en Madrid, con la apertura de un restaurante intervenido por los republicanos tras el inicio de la Guerra Civil. Por el local más cool del país desfilan personajes como Hemingway, Dos Passos y un buen puñado de espías.

Talleres

Y entre novela y novela, Cabrera impartirá un taller epistolar y otro de literatura terapéutica en el Aula Violeta de la Biblioteca Insular, este último pensado solo para mujeres y el poder de la buena literatura como bálsamo espiritual. 

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