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Opinión

'Serofobiacero'

Con el fin de desarrollar un trabajo conjunto, en relación con lo que se ha considerado la pandemia del siglo XX, como fue y aún continua siendo en algunas zonas del planeta el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), producido por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), la Organización de Naciones Unidas (ONU), a través de ONUSIDA, ofreció en el año 2016 a los países miembros, unas líneas de actuación que permitieran abordar, de forma monitorizada, la situación sobre el VIH-SIDA y la respuesta que cada país estaba dando a la situación. Las expectativas eran muy altas, dado el prestigio y la confianza de los que goza ONUSIDA ante los países miembros, por la ingente cantidad de datos y experiencia acumulados desde su creación en el año 1996.

Anteriormente, en el año 2001, veinte años después de lo que se ha dado en llamar la era del SIDA, que empezó oficialmente el 5 de junio de 1981 en la ciudad de Los Ángeles, en los Estados Unidos de América, la Asamblea General de Naciones Unidas había consensuado su compromiso para combatir la pandemia y sus efectos devastadores para la humanidad, dando con ello contenido al Objetivo número seis de Desarrollo del Milenio cuya meta era conseguir que en el año 2015 revirtiera la epidemia provocada por el VIH.

El grave estado de la cuestión, en el año 2006, llevó a la ONU a realizar una declaración política sobre el VIH, ante la necesidad imperiosa de evitar nuevas infecciones y con el fin de concienciar al mundo y, sobre todo a los gobiernos, de que ningún territorio estaba exento de los efectos de la pandemia y que, por lo tanto, debían preocuparse y ocuparse en facilitar el acceso y la atención sanitaria universal a quienes lo necesitaran, si no querían ver diezmadas sus respectivas poblaciones y ver también cómo se reproducen movimientos de pánico, como el que se vivió en los años 80 y 90 del siglo pasado, en los que a pesar del ímprobo trabajo de la comunidad científica, el desconocimiento de la enfermedad y los prejuicios ocasionaron muertes y sufrimientos evitables y acabaron estigmatizando de por vida y culpabilizando socialmente al colectivo LGTBI.

Posteriormente, en el año 2011, la ONU volvería a realizar otra declaración política insistiendo en la necesidad de intensificar los esfuerzos para erradicar el VIH-SIDA pero ahora, además del esfuerzo de los gobiernos, solicitaba la implicación del sector privado ya fueran ONG's, organizaciones religiosas, asociaciones sindicales...El llamamiento de Naciones Unidas se dirigía especialmente a las asociaciones que representaban a personas que viven con el VIH y el objetivo fijado era el de parar la epidemia en el año 2016 y poner fin a la misma en el año 2030. Las medidas propuestas para lograr estos propósitos fueron: intensificar el control de los avances, cuantificar el logro de los objetivos trazados y emitir informes anuales sobre los progresos, como así viene haciéndose en los últimos tres años. La buena noticia es que el control mundial del VIH-SIDA ha pasado a la fase de monitoreo global cuya intención no es otra que facilitar la comprensión y evolución de la situación.

La mala noticia es que, a pesar de todos los esfuerzos, en el año 2018 había 37,9 millones de personas infectadas por el VIH en todo el mundo, estimándose que una cuarta parte no sabe que es portadora del virus, mientras que en España -según los datos publicados en noviembre de 2019 por el Ministerio de Sanidad- existen entre 130.000 y 170.000 personas infectadas por el virus y de ellas, el 14% no está diagnosticada. Según fuentes ministeriales en el año 2018 se notificaron 3.244 nuevos diagnósticos de VIH, contabilizándose en 88.135 los diagnósticos desde el inicio de la epidemia, pese a estas cifras, es un dato esperanzador para nuestro país el que los casos de SIDA hayan remitido desde los momentos más álgidos de la pandemia, experimentando un descenso progresivo desde el año 1996 hasta 2018 en los que se han notificado 415 casos de SIDA.

Con mirada retrospectiva, y a grosso modo, podríamos decir que se ha actuado correctamente logrando convertir el VIH-SIDA en una enfermedad crónica- como así ha sido- al igual que lo son la diabetes, el parkinson, el alzheimer, la esclerosis múltiple o la hipertensión, entre otras, es más, hasta se ha logrado una medida profiláctica de preexposición al VIH, conocida como la PrEP (por sus siglas en inglés) que es un tratamiento diario con medicamento contra el VIH que reciben las personas seronegativas, pero con alto riesgo de exposición a contraer la infección, medicación sobre la que existen discrepancias de orden político, técnico y económico a la hora de dispensarla, según la visión y criterios sanitarios y de salud pública de cada comunidad autónoma; en el caso de España y que como ya dije en anteriores ocasiones, siempre les quedará internet a las personas necesitadas para adquirirla.

Si ahondamos más allá de los avances científicos y de cómo inciden físicamente los tratamientos médicos en las personas portadoras del VIH y nos ocupamos por un momento de los efectos colaterales sociales- porque supuestamente y al menos en nuestro entorno, la profilaxis y la atención sanitaria estarían cubiertas-, convendrán conmigo que aún queda mucho por hacer en cuanto al rechazo social que perciben- y perciben bien- las personas que se declaran seropositivas (portadoras del VIH), rechazo al que hemos dado en llamar Serofobia y que viene a sumarse a otras fobias, exponentes también del rechazo por parte de los sectores sociales intolerantes y nada respetuosos con la diversidad social, al no ajustarse a su pensamiento único, a su modelo excluyente de sociedad y, por ende, al orden y la doble moral que practican, intentando hacer creer y normalizar sus propuestas y conductas patológicas, ante quienes les siguen y hasta les votan, cuando por principio y definición, en un estado democrático que se precie, no tienen cabida las actuaciones tipificadas por ley como delitos de odio.

Las Comunidades Marcan la Diferencia es el lema propuesto por ONUSIDA para el año 2019, en relación con el Día Mundial del SIDA que conmemoramos cada primero de diciembre. Nada más cierto y apropiado al menos en nuestro entorno donde como dije, cubiertas las necesidades básicas sanitarias queda pendiente, como casi siempre, la modificación de las conductas sociales que llevan al rechazo de las personas seropositivas pues es en el ámbito de la afectividad donde más se evidencia el déficit educativo que padece la sociedad, en unos momentos en los que no se debiera alegar un desconocimiento que sí se produjo en los años 80 y 90 del siglo pasado en relación con el VIH-Sida.

En referencia a los equipos que forman parte de la cadena humana que trabaja para erradicar el VIH-SIDA, considero que Las Comunidades Marcan la Diferencia y que siempre es momento oportuno para marcar la diferencia mejorando la calidad de vida a las personas seropositivas, que así lo han manifestado, a través de las prestaciones socio-sanitarias y dando oportunidad de manifestarse a quienes no se atreven por el miedo al rechazo. Y si importante es la cadena multidisciplinar que aborda la epidemia del VIH, no menos lo son -desde mi óptica- las comunidades, que también marcan la diferencia y lo hacen a través del respeto desde el núcleo familiar hasta el entorno laboral y social en los que desarrollan sus proyectos de vida las personas seropositivas, reclamando sus servicios como agentes privilegiados en las redes humanas que luchan contra el VIH, sobre todo en aspectos relacionados con la educación en igualdad desde la diversidad; una oportunidad que no debemos desaprovechar puesto que las personas seropositivas no nos hablan de supuestos sino de realidades.

La frialdad de las cifras no lo es tanta cuando sabemos que, según en qué lugar del planeta le haya tocado vivir a cada quien, así será la respuesta que obtendrá a las necesidades básicas una persona seropositiva. Por suerte, la rapidez en la investigación y la concienciación de la comunidad internacional en relación con la pandemia VIH llevan camino de controlarla y de hacerla remitir.

Confiamos en la comunidad científica, se lo han ganado, y también en la social más inmediata a las personas portadoras del VIH; esas son las razones por las que les animo a que en el Día Mundial del SIDA se sumen, nos sumemos y marquemos la diferencia. Yo lo haré.

José Antonio Godoy Rodríguez. Profesor

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