Isla martinica

El pregonero y la pocilga

LOS SALVAPANTALLAS PREGONEROS DEL CARNAVAL 2023 (2)

LOS SALVAPANTALLAS PREGONEROS DEL CARNAVAL 2023 (2) / TONY HERNÁNDEZ

Nono fue durante mucho tiempo el pregonero de Quismondo, el pueblo de mi madre, en Toledo. Era un tipo afable, siempre con una sonrisa en la boca, pero que, como todo hijo de vecino, escondía una historia tras la rebosante simpatía que le distinguía. En sus años de mocedad, siendo ya alguacil de la localidad, cometió un error que le acompañaría toda la vida. Nadie en el pueblo ignoraba la falta, aunque en presencia del protagonista, reinara un respetuoso silencio en torno a la cuestión. De pequeño, le llegué a conocer y tratar, llamándome afectuosamente «el canario», bonito apodo para el que ha nacido en estas Islas. Jamás se me ocurrió mentar en sus narices el error de juventud, pero lo hago ahora apremiado por el deseo de que se entienda ese otro mal que acaece entre los intelectuales de la progresía. Nono hacía de todo, desde lo suyo, dar el pregón de las noticias del ayuntamiento, hasta arrimar el hombro cuando así se lo pedían. En realidad, su imagen en mi memoria es la de un buenazo, el típico inocentón que ya sólo se puede encontrar en los pueblos del interior de Castilla. Sin embargo, en cierta ocasión, aceptó el encargo de construir una pocilga para un parroquiano y con tan mala fortuna que se olvidó de practicar una puerta a la porqueriza, quedándose atrapado en su propia obra. El pobre Nono tiene sus émulos en la actualidad y algunos de ellos se cuentan entre lo más granado de la cultura nacional. En concreto, entre los pregoneros de la izquierda, una comunidad aparentemente bonachona, como el malogrado vocero quismondano, pero que, al igual que aquel otro bendito, comete errores que les perseguirán de por vida.

La corrección política y las diversas variantes que la asisten, como la ideología woke, tienen sus representantes en España. Uno de estos es el famoso novelista Antonio Muñoz Molina, quien, a la par que Elvira Lindo, la «irredenta progre», pues así se identifica en público, forman un dúo que, según dicen los que saben del asunto, marca el paso al resto de los intelectuales que se reconocen como progresistas. Pues bien, al primero de los nombrados, le ha ocurrido algo parecido a lo de la historia de Nono, pero en el terreno de las ideas. Muñoz Molina, colaborador habitual de El País, donde imparte doctrina desde sus tribunas, es el autor de una que no tiene desperdicio. Culpable de herejía, aparecida el pasado sábado, 28 de enero, en la sección de Opinión del diario, es la oportunidad para que el escritor se queje amargamente de la censura de la corrección política imperante. Mas lo que resulta francamente delicioso es que el reclamante fue, en su momento, uno de los que más ayudó a que se levantara el muro de intolerancia contra el que se acaba de estampar. Son las cosas de la vida, pensará más de uno, y no le faltará razón, pero, qué quieren que les diga, él se lo buscó.

Así se las gastan los progres, sobre los que llevo escritos no se sabe cuántos artículos, pero es que no hay día que dejen de sorprenderme. La pocilga de Nono ya está en el recuerdo de todo un pueblo y, a partir de ahora, habrá otra porqueriza que se sumará a la larga lista de disparates nacionales, la de un pregonero de la izquierda que se dio de bruces, precisamente, contra la pared que él mismo había construido.

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