Isla martinica

La filosofía del ‘tito Berni’

Apuntes de la vicepresidenta de la Cámara baja, la popular Ana Pastor, sobre el caso del 'tito Berni'

Apuntes de la vicepresidenta de la Cámara baja, la popular Ana Pastor, sobre el caso del 'tito Berni' / Efe

Voy a escribir de filosofía. Por favor, no se me vayan. Al menos, esperen un poco, aunque sólo sea por aquello de la deferencia hacia el autor. Gracias de antemano. Muy cerca del esperpento, y miren que me está mal el decirlo, se encuentra la filosofía. Siempre ha sido así, desde los tiempos de Aristófanes, quien, incluso, sometía al pobre Sócrates a mil y una perrerías en sus comedias, convirtiéndolo en un guiñapo moral para el particular deleite de los espectadores. En el famoso Caso Mediador se produce esta asombrosa paradoja, lo que, para algunos, podría suponer una visión alternativa, tal vez esclarecedora, desde luego diferente, de la propia realidad que nos ha tocado vivir con las andanzas de unos cuantos puteros al calor del dinero de todos y bajo las siglas de una formación política.

Cuando el Tito Berni esgrime ante un incrédulo periodista que "no conoce al tal Tito Berni", es decir, a sí mismo, caben dos opciones: reírse de la jugada o buscar un posible argumento a la declaración del protagonista. Y, en esta segunda elección, se encuadra Markus Gabriel, por lo demás un excelente filósofo, que construyó un libro fabuloso sobre la cuestión, titulado Warum es die Welt nicht gibt (2013), en el que registra esta rotunda frase: "el mundo no puede existir, en principio, porque no aparece en el mundo". Así que, en recta aplicación del razonamiento, el Tito Berni no existe, ya que, en ese otro mundo, el de las mordidas y extorsiones varias, no hay posibilidad a la caricatura que se ha hecho del personaje. Curioso argumento, pero fundamental para entender la filosofía del delito y, ya puestos, para entender también la filosofía del Nuevo Realismo Ontológico. En resumen, lo que es, es, como predicara Parménides de Elea, aunque lo que no es, quizás sea, en perfecta alianza con Protágoras de Abdera.

Tal es la intencionalidad del Tito Berni, que no sepamos distinguir lo que realmente es de aquello que aparenta ser su contrario, como cualquier presunto delincuente que se vanaglorie de serlo. Sin embargo, hay más en sus palabras, en sus actitudes y hasta en su defensa jurídica de lo que a primera vista parece, especialmente cuando, desde su propio partido político -el suyo, aunque se extremen en negar lo evidente -, se esmeran en activar cuantas medidas disuasorias sean necesarias a fin de evitar la identificación de la marca ideológica con la manifiesta corrupción. Maravillosamente, se incautan de la filosofía para zafarse del bochorno, si bien caen en él a cada paso que dan. Como escribiera Gabriel: "todas las imágenes del mundo son falsas porque quieren ser imágenes de algo que no existe". ¿Les suena aquello de "la persona de la que usted me habla"? Pues eso. Lo que no se pronuncia, no existe. Por ello, para los del partido de los "cien años de honradez", lo único constatado es el sentido que ellos mismos dan de la realidad. No hay más mundo que el que nosotros definimos: la corrupción siempre es de otros, jamás de los míos.

El esfuerzo de Markus Gabriel por meter el pie entre lo real y lo aparente es encomiable y merece el unánime reconocimiento de la comunidad filosófica, pero, llevar semejante artificio a la política actual, ya es harina de otro costal. Ni soñando se me hubiera pasado por la cabeza que un supuesto delincuente me llegara a dar tal lección de filosofía, y creo que a él y a la alegre pandilla que comandaba tampoco. A partir de ahora, en mis clases emplearé abundantemente las peripecias de un vividor profesional como ejemplo de lo que es la filosofía en acción y su imperiosa necesidad para entender la realidad.

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