Isla Martinica

Profecías para pobres

Los países pobres son los más perjudicados por el calentamiento

Los países pobres son los más perjudicados por el calentamiento / Efe

Las prioridades de un pobre diablo en la época sanchista son radicalmente opuestas a las del desgraciado que sobrevivía en la década prodigiosa del PSOE de Felipe González. En aquellos tiempos, estar en la pobreza era un seguro de atención por parte de la clase política, mientras que, en la actualidad, la miseria moral se extiende como una mancha de aceite entre los que agonizan bajos las siglas de la rosa. Es tan distinta la percepción que se vuelve perentorio elaborar una lista que, como la de la compra, pero al revés, nos disuada frente a los rigores del sanchismo.

En primerísimo lugar está el acecho a los que peinan canas, porque sufrirán la mayor de las desilusiones, ya que todavía estarán en la creencia de que el socialismo aspira a suprimir las desigualdades entre los españoles. El pobre de la calle, ese pordiosero que extiende su mano y baja la cabeza, esperando la caída de unas pocas monedas con las que malvivir, aunque tal vez no lo tenga en cuenta, tampoco ha olvidado que al sanchismo ya no le importa la igualdad como valor fundamental de las personas más allá de ser una bonita palabra en cualquier eslogan electoral. Lo que realmente desea Sánchez, y con él este socialismo de cartón piedra, es la identidad nacional de los pueblos, remitiendo el concepto igualitario a las propias nacionalidades, ignorando, que es lo que más duele a los que sienten cerca la pobreza, la dignidad de los individuos, que no casa ni con bandera alguna ni menos aún con una lengua oficial. En pocas palabras, la pretensión sanchista es que catalanes y vascos miren por encima del hombro al resto de los españoles. ¡Todavía hay clases, por favor! Para un socialista de raza, quiero decir de los de manual, esto es un anatema, el mismo advenimiento del Anticristo, pero, en esta nueva era, constituye la primera certeza con la que irse a la cama.

La segunda de las profecías se sustanciará en el castigo de los que no acaten el pensamiento único. Aquel que deshonre, mancille o, simplemente, discrepe de la Palabra tiene los días contados. El sanchismo, en la versión de este renovado PSOE hecho a imagen y semejanza del Señor, resulta una especie de secta a lo grande, no obstante mantenerse en la jerarquía la selección de los allegados y predicadores. Cualquier falta recibirá, incluso la más simple, la peor de las reprobaciones. Por el contrario, si, por el azar de la vida, el pobre de solemnidad es tocado por la mano del Sumo Hacedor de inmediato será regocijado con las mayores bendiciones, quizás una dirección de Correos, acaso una empresa de encuestas demoscópicas, tal vez una alcaldía de postín o, por qué no, una legación en tierra extranjera con una jugosa cuenta corriente en el banco. En esta España de la picaresca, ese pobre diablo del que venimos hablando haría bien en ir a la busca, que es como se decía antaño eso de ganarse la vida a matacaballo. La tercera es que el ganapán que no desee serlo deberá honrar las fiestas de la rosa como si la vida le fuera en ello. Mil errores, mil desatinos no harán que deje de celebrar las siglas bajo las que pace servilmente. Maltratadores, violadores y pederastas con penas reducidas, o incluso en la calle antes de tiempo, no es suficiente motivo para hacer un acto de contrición. Ante el mal, dientes, como diría la tonadillera, que de eso sabía un rato. El sanchismo de la Palabra jamás reconocerá error alguno en su proceder. La cuarta profecía advierte al pobre diablo frente al falso testimonio y la memoria. Nadie ofenderá la prédica del sanchismo. La Verdad es el Verbo y el Verbo está encarnado en el Señor. El españolito que viene pidiendo por las esquinas ser tratado igual que un catalán o un vasco cuando acude a su cita médica debe renegar de la crítica, aborrecerla, y someterse a la proclama de la vulgata en forma de periódico global. Llegado el caso, incluso se ha de renunciar a la razón por el credo sanchista.

La quinta y última reza así. Cuídate del mal y no te dejes tentar por los ideales de libertad. Sólo existe una y es la libertad del Señor ante la que sólo cabe decir amén. El pobre del sanchismo ha de reconciliarse con la única palabra posible, el Aló Presidente, porque, por ella y para ella, pervivirá.

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