Cartas a Gregorio

La jornada laboral y la familia

Manolo Ojeda

Manolo Ojeda

El pasado mes de octubre durante la XXVIII Reunión del Plenario de la Fundación Círculo Montevideo celebrado en Avilés, el multimillonario mexicano Carlos Slim proponía implantar una jornada laboral de doce horas, es decir, trabajar durante tres días a la semana a razón de doce horas diarias con la intención de, según su criterio, dar cabida a otros trabajadores al mercado laboral.

No sé de dónde habrá sacado este señor esas conclusiones, pero, para empezar, si en España permitieran que un empleado trabajase tres días a la semana, lo primero que se le iba a ocurrir es buscar otro trabajo para el resto de los días, ya sea declarándolo o no.

Además, y teniendo en cuenta los bajos salarios que seguiremos teniendo, es lo más normal. Total, que tendríamos la misma cifra de ocupación, pero con trabajadores doblemente cansados.

De ser así, una de las partes más perjudicadas sería, consecuentemente, la familia, que, si ya era difícil el diálogo entre padres e hijos, ahora no tendrían ni tiempo de verse.

Sin embargo, hay propuestas que serían mucho más eficaces y sencillas, como, por ejemplo, implantar una semana laboral de cinco días de siete horas diarias, lo cual sería bastante más cómodo para el trabajador, y, sobre todo, mucho más conveniente a la hora de prestar atención a su familia y tiempo suficiente para dedicárselo a sus hijos. Es más, diría que, en el caso de la educación primaria, el padre o la madre debería acompañar a clase a sus hijos al menos una vez al mes y compartir con ellos esa jornada educativa, que se podría computar dentro de las horas de su jornada laboral.

Hace unos días leía las lamentables declaraciones de los padres de un pandillero que había sido condenado a prisión permanente por asesinar a otro adolescente. El periodista les preguntaba que cómo llevaban todo aquello, y ellos contestaron: «Dormimos mucho, porque es lo más cerca de estar muerto…».

Uno de los mayores problemas de la sociedad contemporánea es la falta de diálogo y de entendimiento entre padres e hijos producido, precisamente, por el desencuentro permanente que supone el horario laboral.

En otros tiempos la educación de los hijos se repartía entre los padres y los profesores del colegio, pero ahora ni los profesores tienen el mismo trato personal de entonces y los padres tampoco tienen tiempo ni paciencia para educarlos adecuadamente.

Así que, lo más sencillo es dejar que se entretengan con los videojuegos o la televisión, que son en este caso los que les están educando, con los nefastos resultados de violencia y manipulación que estamos viendo.

Si la familia no se implica en la educación de los hijos, tarde o temprano sufrirá las consecuencias.

La jornada de trabajo no es solo un asunto de productividad o rentabilidad empresarial sino, sobre todo, una medida general que conlleva el bienestar de toda la sociedad.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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