Reflexión

Hasta la próxima, hermano

Ángel Víctor Torres y Jerónimo Saavedra en una imagen de archivo

Ángel Víctor Torres y Jerónimo Saavedra en una imagen de archivo / CEDIDO/@AVTORRESP

Salvador Garcia-Carrillo y Saavedra

Jerónimo Saavedra fue un hermano para mí. Nos conocimos en 1974, en la primera asamblea del PSOE grancanario, en la más absoluta clandestinidad. Presidía la asamblea Jesús Mancho, compañero miembro de la Comisión Ejecutiva Federal, también clandestina, del partido. Me llamó la atención desde la puerta de entrada, cuando apareció un señor que yo no conocía, con la piel blanquecina y que cargaba una maleta tipo piloto. Cuál fue mi sorpresa al escucharle intervenir: me dejó con la boca abierta. Su culto lenguaje, su capacidad y estrategia políticas, y el conocimiento interno que tenía de aquel PSOE, deslumbraba a todos los que allí compartíamos asamblea. Quienes me acompañaban venían con historia y trayectoria; militantes hoy considerados históricos dirigentes y referentes del Partido Socialista y de la UGT. Hablo de personas como Juan Rodriguez Doreste, su hijo Octavio, Anastasio Travieso, Tano Navarro, Ángel Tristán Pimienta, Carmelo Artiles, Ángel Luis Sánchez Bolaños, Manuel Carmona, Francisco Rodríguez (Paty) y Enrique Parrilla, entre otros. Fue la primera vez que compartimos tiempo y afecto. Y no fue la única.

En el Primer Congreso de la UGT, celebrado en Madrid, Jerónimo y yo fuimos compañeros de Comisión Ejecutiva: él, como Secretario Federal de Política Institucional y yo, como Secretario Federal de Sanidad. Fueron muchas las veces que coincidimos y fue un camino para conocer, paso a paso, al personaje humano, político e intelectual que llenaba de cultura a quienes le rodeábamos. Juntos vivimos innumerables luchas intestinas dentro del Partido Socialista, especialmente duras las insularistas, y concretamente, siempre recordaré el momento de la creación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en donde Jerónimo fue el máximo defensor de essa iniciativa, y por tanto, es justo reconocer que hoy Gran Canaria tiene una universidad pública, en parte, gracias a la fortaleza política e intelectual de Jerónimo Saavedra.

Para mí, Jerónimo fue siempre mi amigo. Siempre sentí su apoyo, su aprecio y siempre me defendió con la palabra, en su justo tono, frente a quienes me intentaron calumniar, desprestigiar e incluso, apartar. Siempre le escuché decir que si alguien tenía algo en mi contra, para eso estaban los órganos éticos del Partido Socialista y, en su defecto, la Justicia.

Recuerdo con intensidad su comentario «tiempo, al tiempo». Eso me dijo cuando, una vez me designó el ministro de Sanidad Ernest Lluch, como director general de Recursos Humanos del Insalud en el País Vasco, le dije: «Jerónimo, voy, pero me gustaría volver a casa». Y así fue. Su «tiempo, al tiempo» llegó cuando me propuso como director gerente de los hospitales de El Hierro y La Gomera. Fueron duros momentos. Quizás el peor, el incendio de La Gomera, cuando los socialistas perdimos a varios compañeros. En esos momentos, sentí la soledad con algunos mientras con otros, y hablo de Jerónimo y también de Eligio Hernández, lo que sentí fue el apoyo y el impulso para seguir adelante. No fue casual. La amistad que nos unía, desde el respeto, en lo personal y lo político, forjó una relación irrompible.

Jerónimo siempre me demostró confianza, confianza hacia mí y confianza en aquello que él me encomendaba. Tanto es así, que tomó la decisión contra viento y marea de designarme director gerente del recién transferido desde el Estado Polígono de Jinámar. Fue una de las peores épocas de mi vida política. El sufrimiento y la necesidad de miles de personas quedaba bajo mi potestad. Algo tenía que hacer, tenía que dinamizar Jinámar, tenía que calmar aquel malestar generalizado de la gente. La falta de alimentos, de material sanitario, de servicios públicos, de carreteras incluso, deprimía a toda una comunidad que vivía en la más absoluta pobreza y de la que difícilmente podría salir. Centré todo mi esfuerzo y conseguí que el Polígono de Jinámar mejorase las condiciones de vida de toda su gente, en todos los conceptos y disciplinas. Jerónimo era hombre de pocas, pero contundentes palabras. Y así me lo hizo saber cuando visitó Jinámar para inaugurar la sede de la Gerencia. Su sentimiento de orgullo, de satisfacción y de trabajo bien hecho, quedó patente en lo que él llamó «una Universidad popular».

Jerónimo Saavedra fue un hombre honrado, político de gran capacidad, reconocido nacional e internacionalmente, intelectual por excelencia y amante de la música. Dejó su semilla en la creación del Festival de Ópera de Canarias. Siempre le defendí y le defenderé. Por encima de todas las cosas, Jerónimo fue mi compañero, mi amigo, mi hermano. Nuestro último almuerzo juntos fue el pasado día 8 de noviembre, en medio de una finca de plataneras. Compartimos tiempo, secretos y política. Compartimos toda una vida.

Jerónimo: Espero que te hayas reencontrado con tus amados padres, con tu querida hermana Isabel, y con el resto de tus hermanos, a quienes tanto quisiste y apreciaste. Nuestro camino se separa, temporalmente. Algún día, espero poder llamarte de nuevo y escucharte tu habitual «Diiiimeee», con tu particular expresión y tono de voz. Me quedo hasta ese momento con tu recuerdo más exquisito y la tristeza, de nuevo temporal, de no tenerte al lado.

Hasta la próxima, hermano.

El pueblo canario siempre te recordará.

El Partido Socialista siempre te recordará.

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