Artículos de broma

En la piñata de la calle Ferraz

El muñeco que representaba a Pedro Sánchez es izado entre los manifestantes en la calle Ferraz el 31 de diciembre.

El muñeco que representaba a Pedro Sánchez es izado entre los manifestantes en la calle Ferraz el 31 de diciembre. / EP

Javier Cuervo

Javier Cuervo

No sé si se ve el delito en la piñata de turrón de la calle Ferraz, pero se oye el odio. «Así habría que darte», «hijoputa» y tal. Existe el sintagma «discurso de odio», pero cuando el odio tiene forma de discurso los prejuicios no llevan a buen juicio y cuando lo dicta el sentimiento la rabia le quita articulación y queda en insultos. Ese es el odio que se oye hacia Pedro Sánchez, un presidente del gobierno con el que pierde la educación la gente que más presume de tenerla y que más la reclama a los demás.

En la piñata frente a la sede central del PSOE se oye el odio en los insultos al presidente, pero es muy difícil ver a Pedro Sánchez en el muñeco que lo representa. No hay buena artesanía: ni se recurrió a un buen ninotaire de Valencia ni a un buen rapero del odio. La piñata de Ferraz es pariente muy lejana de la que Marco Polo trajo de China a Venecia, desde donde llegó a España por vía cuaresmal y siguió los vientos alisios religiosos hacia América para que los agustinos mezclaran dios y piñata, palabra y golosina, dos cosas que la lengua aprecia.

En la piñata se golpea con un palo un objeto frágil hasta que rompe para que llueva el contenido sobre los presentes. En la de Ferraz gusta más pegar al continente que gozar del contenido. Es una piñata que no viene tanto de la de Marco Polo de China como de la de Blas Piñar de Toledo y es golpeada como con nueva fuerza de Fuerza Nueva. Es una piñata más de «dar piñas» que de dar turrón del duro.

Al personificarse en Pedro Sánchez por medio de un muñeco que lo representa torpemente le añaden un poco de vudú, una religión originaria de África Occidental, que convive con el rezo del rosario de otras jornadas, un ejemplo de multiculturalidad y multiconfesionalidad, casi de sincretismo, con la religión cristiana originaria de Oriente Medio. Dentro de Moncloa se cree lo que conviene y delante de Ferraz se puede creer cualquier cosa en rituales con bandera hasta los pies por «putodefender España», como dijo el patriota. Golpean la piñata creyendo que es Sánchez y creen que cuando lo rompan les lloverá turrón.

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