Reseteando

Piratas tóxicos en alta mar

Estas millones de bolitas de plástico casi invisibles que perjudican el ecosistema galaico y llegan a las comunidades de Asturias y Cantabria demuestran, una vez más, la piratería medioambiental que cruza los mares.

Los microplásticos invaden ya todo el planeta, incluidos los casquetes polares.

Los microplásticos invaden ya todo el planeta, incluidos los casquetes polares. / Getty Images

Javier Durán

Javier Durán

Los científicos advierten desde hace tiempo que la mayor lacra medioambiental del mar es el plástico. No sólo daña a las especies, sino que por sus infiltraciones en la carne del pescado acaba llegando al organismo de los humanos. Sobre las derivaciones y efectos de esta ingestión no consentida trabajan miles de investigadores en el mundo. A nadie se le esconde a estas alturas que detrás del estridente avance del cáncer, cada vez más notorio entre los jóvenes, se encuentran las causas medioambientales. De todo ello se concluye: al igual que Rajoy con los hilillos del Prestige, Feijóo y otras autoridades gallegas confunden y se precipitan al afirmar que la marea blanca de los pellets no es tóxica.

Estas millones de bolitas de plástico casi invisibles que perjudican el ecosistema galaico y llegan a las comunidades de Asturias y Cantabria demuestran, una vez más, la piratería medioambiental que cruza los mares. A la vista de la profusión de pellets, la Fiscalía ha abierto una investigación para saber qué ha provocado el atentado ecológico. Y como en tantos otros desastres o vertidos, le costará lo suyo encontrar a los responsables principales del atentado y no a los testaferros de turno.

La autoridad judicial se verá inmersa en una maraña de titularidades, fletes, banderas, pólizas de seguro y complicidades cuyo objetivo último es burlar las responsabilidad indemnizatorias que les corresponde. Sí, seguro que existen leyes internacionales a mansalva que exigen, por ejemplo, el requisito del doble casco para los gigantes que transportan el crudo. Pero otra cosa distinta es que se cumpla la norma, y no que se esgrima el reglamento vigente una vez que ha ocurrido la desgracia.

Según los hechos que dan vida a la inundación de pellets, todo arranca a partir de un grupo de seis contenedores, que, a la altura de la costa de Portugal, cayeron al mar con el material utilizado para la manufactura de plásticos. Cómo se deslizaron hasta el océano, cómo estaban estibados, era hermético (a la vista está que no) el cierre de estos depósitos... Una serie de interrogantes todavía sin respuesta para un poder que pretende ir por libre, o imponer sus propias normas.

Este desgraciado episodio con los pellets cuya trascendencia esta por ver pese a la rapidez con la que se expresan algunos políticos representa, llanamente, la importancia del control exhaustivo en las entradas y salidas de los barcos, de las materias primas que conforman sus cargas, así como del cumplimiento extremo de los protocolos de vigilancia. Seguramente será así, pero nunca está de más advertirlo en un momento donde la ruta canaria se erige como alternativa al Canal de Suez por el conflicto en el Mar Rojo, debido a los ataques de la milicias hutíes de Yemen.

Nuestra condición de territorio isleño nos hace altamente sensibles frente a cualquier alteración ecológica de origen portuario, ya sea en amarre, fondeo o como zona de paso. El derrame de pellets ha llegado a Galicia por culpa de las corrientes: ni la mediana lejanía sirve de patente de corso. La otra preocupación viene dada por la economía: un PIB dependiente del turismo y las playas.

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