Miren a ver

División entre los rojos

Una parte de los defensores de la República -demócratas constitucionales, republicanos, socialistas, comunistas, nacionalistas y separatistas vascos y catalanes, anarquistas, tronskistas,…- llegó a batallar entre sí en plena guerra civil

Las vicepresidentas y ministras Yolanda Díaz y María Jesús Montero junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso de los Diputados esta semana.

Las vicepresidentas y ministras Yolanda Díaz y María Jesús Montero junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso de los Diputados esta semana. / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Antonio Cacereño

Antonio Cacereño

Uno de los motivos por los que la República perdió la Guerra Civil (1936-1939) fue la división entre sus defensores. Hasta el punto de llegar a matarse entre unos y otros en una guerra civil dentro de la guerra civil. Vale que los militares africanistas contaban en principio con personal y unidades mejor preparados, aunque la chapuza del golpe de estado que no supieron dar fuera de tal calibre que provocó una contienda fratricida que causó cientos de miles de muertes, destrozó millones de vidas y hundió en una ruina y miseria mayor a la que ya existía al conjunto de España.

Vale que contaban además con el apoyo logístico y militar de las potencias fascistas, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, armadas hasta los dientes; y con la displicencia de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que pagarían su ignominia pocos años después haciendo frente a una guerra mundial que asolaría a Europa y golpearía a Asia y otros rincones del planeta. En estas condiciones, la resistencia republicana se antoja una heroicidad. ¿La unidad de sus partidarios hubiera podido lograr el objetivo de Juan Negrín de resistir más allá de abril de 1939 y propiciar que los futuros aliados abrieran los ojos y vieran en toda su magnitud la bestia a la que se enfrentaban?

Una parte de la coalición ‘roja’ -demócratas constitucionales, republicanos, socialistas, comunistas, nacionalistas y separatistas vascos y catalanes, anarquistas, tronskistas,…- llegó a batallar entre sí durante los sucesos de Barcelona y la eliminación a sangre y fuego del POUM en plena guerra civil, en mayo de 1937.

La rendición y entrega de Madrid, en abril de 1939, se produce tras otro golpe de Estado: el de un incauto coronel Segismundo Casado, que creyó que Franco -general de generales, el hombre que firmaba penas de muerte mientras tomaba un cafelito- le perdonaría su apoyo a la República legalmente constituida; unido al revanchismo anarquista, pues la CNT y FAI cobraron a Juan Negrín la factura de la represión al comunismo libertario. Este guirigay de pena, penita, mucha pena, ¿les recuerda a algo? Salvando las distancias y la enorme tragedia, claro está.