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Retablo y geografía de cuentos canarios

Retablo y geografía de cuentos canarios / La Provincia

Antonio Perdomo Betancor

Antonio Perdomo Betancor

Existen dos tomos que en ocasiones pasan desapercibidos para muchos cuentistas y escritores isleños: «Retablo y geografía de cuentos canarios». Fue publicado en el año 1993 por la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias. Es una recopilación realizada por el tinerfeño Sebastián de la Nuez y la herreña Flora Lilia Barrera Álamo.

En la introducción, citan al ensayista Juan Manuel Trujillo, que se hacía la siguiente pregunta:«¿Existe tradición?». Expone de la Nuez: nuestro crítico y escritor no podía llegar a la conclusión desalentadora, como todavía ocurre en parte que

«Canarias se ignora e ignora que se ignora» como es sabido, sigue diciendo «sin tradición no es posible ninguna cultura; sin tradición, no son posible sino las genia- lidades individuales»

En ocasiones nos presentan una cultura, o un producto, a la que no podemos acceder, salvo que cumplamos unas condiciones mínimas; unos previos que inclu- yen un conocimiento excluyente, porque si no los tienes, parece que no eres digno de poseerla. Y, en el otro extremo, tenemos un tipo de cultura que se paga, al que cualquiera, previo abono, puede consumirla y sentirse satisfecho.

Pero la tradición, incluso la renovada y la que se construye cada día, y la cultura que subyace de ella, crea comunidad, pueblo, espacios para la solidaridad y el en- cuentro. A algunos, les interesan seguir promocionando esa cultura para unos po- cos, porque el resto no tenemos el nivel o, simplemente, no la merecemos. Y las migajas, son alentadas por lo privado, que invitan al consumo, para así sentirnos saciados y contribuir a la gran mentira.

Por eso, el poder, o los que sostienen el poder, quiere controlar los productos culturales; saben que así unos estamos ocupados en buscar una salida y, otros, quedamos atrapados en una especie de nebulosa, opaca y tibia. Y, cuando sienten que se les escapa de las manos, que aquello que poseía sentido deja de tenerlo, recurren a culpar a los productores locales, nos llaman pedigüeños, nos dicen que estamos todo el día quejándonos, que exigimos y no somos merecedores, que vi- vimos en el pasado, que se impone otra mirada o, como parece una costumbre ya arraigada, echarle la culpa a los docentes.

Y ocurre que, si pretendes enseñar a magullar sin haber metido antes la cabeza debajo del agua, es probable que, tarde o temprano, te atragantes.