Opinión | Amalgama

Cultura de cancelación

Slavoj Žižek.

Slavoj Žižek. / La Provincia

Un texto de Christopher Domínguez, en la revista Letras Libres, de febrero de 2024, se titula La cancelación de Slavoj Žižek, y a su vez, expone y critica al libro de Eliran Bar-El, profesor de filosofía en la Universidad de York, sobre Žižek: How Slavoj became Žižek. The digital making of a public intelectual. El filósofo esloveno era uno de los cien personajes públicos más influyentes del mundo, y descollaba en las disciplinas del psicoanálisis lacaniano y la filosofía izquierdista radical de corte hegeliana. Žižek se presentó, en 1990, a las elecciones de Eslovenia por el Partido Liberal Democrático, sin ningún éxito, un país que no entró en la masacre de la ex-Yugoeslavia. Tal vez por ello, por no haber vivido bajo un totalitarismo duro, Žižek apuesta por el comunismo, o quizá por haber vivido en un comunismo moderado como el del Mariscal Tito (fallecido en 1980), se atreve a defender ese socialismo tan caro a los intelectuales por su juego pendular con la dialéctica, lo mismo que le pasaría, a la inversa, en otro tipo de totalitarismo, a cualquier persona que vivió bajo el régimen franquista tardío.

En Serbia han hecho desaparecer de los callejeros las alusiones al Mariscal, pero no así en el resto de los países desgajados de aquella Yugoeslavia que, en su tiempo, fue líder de los Países No Alineados, y que tuvo un papel parecido al que ahora se quiere ejercitar desde el Foro de São Paulo o el Grupo de Puebla. En Serbia, el monumento histórico del Mariscal, no ha sido pasto de los saqueadores de tumbas políticos, y se le recuerda como el dictador comunista que posibilitó una época de prosperidad económica, paz étnica y convivencia. En medio de ese percal Žižek hizo crecer su intelectualidad izquierdista, porque es la que tenía éxito por entonces; tengamos en cuenta que Žižek nació en 1949 y cumple 75 años este 2024. Incluso Markus Gabriel y yo quisimos traerle a Gran Canaria a un seminario hace un lustro, pero declinó por sus problemas de salud de entonces.

Señala Eliran Bar-El que fue Žižek educado en un «marxismo esloveno» que, a su vez, era heterodoxo y antiestalinista. Un marxismo hippie, al estilo de la Escuela de Frankfurt, que ha terminado en colocar el nuevo sujeto histórico en la cruzada LGTBI, o sea, a gestionar las condiciones sexuales de la gente, lo que hasta entonces se trataba de lugares íntimos y pasaron a ser lugares públicos. Aunque el coleguismo de Žižek lo fue con los punkies, un movimiento destacado en los ochenta, especialmente en Eslovenia, y que lo mismo eran brutalmente anarquistas y grafiteaban la A dentro del círculo como optaban por una esvástica en las paredes, y Žižek les dio voz en la revista Problemi buscándose eso, un problema con las autoridades. Es esa la raíz por la cual Žižek pasa a proponer Sobre la violencia, Seis reflexiones marginales, en 2009, texto en el que se basaron ciertos podemitas de 2015 para ejercitarla.

Como la decisión por un partido u otro, en la vida de los humanos, es una cuestión no de ideologías sino de fuerzas vectoriales, Domínguez señala con acierto: «Si el enemigo de tu enemigo es tu amigo, para muchos disidentes como Žižek, el comunismo, así en su variante titoísta, se había instaurado derrotando a los nazis y esa era la gran prenda heroica del imperio soviético. Desafiarlo con banderas nazis en los conciertos punks no solo expresaba la existencia de grupúsculos fascistas, sino que era gruñirle al poder autoritario». Es así que Žižek, tan caro a los podemitas, justifica a los punkies, a la tendencia anarco-nazi de estos, y a los atentados del 11 de setiembre o los del 7 de octubre, con una especie de relato psicoanalítico lacaniano. Y aquí llegamos al por qué Žižek resulta que está en proceso de cancelación.

La cuestión es que el 8 de noviembre de 2016 surge Donald Trump, el día de su elección, y en la BBC, preguntado Žižek por quién votaría, dijo: «Trump. Me horroriza. Pero pienso que el verdadero peligro es Hillary». Y se desgració, los demonios de la cancelación le cayeron encima. Žižek cultivó la cultura popular y la cinefilia, pero ya el impresentable Noam Chomsky atacó a Žižek, le tildó de charlatán, y éste se le enfrentó, de forma que terminó siendo expulsado de la repugnante ortodoxia izquierdista: «Žižek seguía deplorando la experiencia estalinista pero defendiendo etimológicamente al comunismo como la esperanza en un mundo bueno para la gente común. Žižek, como el pospuesto fin del mundo de tantas sectas milenaristas, siempre está a la espera de ese acontecimiento, parusía que ocurre sin cambiar las cosas, ya sea el 2001 y el 2008, el plantón en Wall Street en 2011 o las primaveras árabes. Todos le echan leña al fuego y nada incendia el mundo».

Y como es lógico, estas derivas fracasadas terminan en la gestión sexual que, pasada al entorno público produce esas magníficas Rodríguez Pam o Irenes Monteros, que se meten a legislar y hacer pedagogía sobre los actos sexuales en las camas de los ciudadanos, sustituyendo la labor de los viejos sacerdotes católicos. Y así, por ejemplo, vemos varias fotos de Rodríguez Pam, secretaria de estado del Ministerio de Igualdad, o de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, con Samantha Hudson, icono y activista LGTBI de la izquierda, que ha sido contratado para el marketing de Doritos, de la empresa Pepsico, y que en sus tuits tiene perlas como las que siguen: «Quiero hacer cosas gamberras, como meterme a una niña de 12 años por el ojete» (5 oct 2015), o «el chumino de mi puta madre me la pone super dura» (4 set 2015).

Para terminar con esa mezcla de violencia y gestión sexual, hace pocos días, en un acto feminista en Valencia con Sindy Takanashi, Carla Galeote y Julia Salander, fueron éstas interrogadas por Carmen, una componente del Frente Obrero de España, de ideología marxista: «¿Por qué silenciáis la violencia cuando es de inmigrantes?». Y al ser tildada de racista por ello, repitió: «Es evidente que el aumento de la inmigración en España está relacionado con el aumento de casos de violaciones, violaciones de manadas y de matrimonio forzosos. Y lo que estáis haciendo es ocultar un problema». El intercambio de pareceres terminó con los insultos de las ponentes feministas a Carmen, porque para ellas estos temas son matices, y argumentaron así: «Mira, estoy hasta el coño, de verdad. Por favor. Estoy hasta el coño. ¿Se puede ir esta gente? ¡Estoy hasta el coño! ¡Hasta el coño ya, macho! Mira, no voy a escuchar a una puta persona más que hable con agresividad. ¡No te voy a escuchar, pava, joder!». Le quitaron el micro y la expulsaron. En fin, muy zizekiano, muy de violencia lacaniana, pero el sujeto histórico es ese ahora, no ha sido bien elegido por los intelectuales de izquierda, que han perdido el oremus, y por eso Žižek ha sido cancelado, cuando había llegado a ser su mejor defensor.