Opinión | Tropezones

Móviles polivalentes

Teléfonos móviles.

Teléfonos móviles.

Cuando viajo a Madrid a visitar a mi hija y su familia, lo primero que hago al llegar es silenciar mi móvil, respetando las normas de su casa, para que las señales sonoras del celular, por avisos de chats o emails no se entrometan en la convivencia familiar.

Por supuesto que no solo respeto dicha iniciativa, sino que la aplaudo, así como la proscripción de aparatos electrónicos o televisión a la mesa, que comparto también en mi hogar.

Pero en mi último viaje me insinuó que tal vez el uso del aparato estaba ocupando una cuota excesiva de mi quehacer diario, privándome del disfrute, pongamos que de la vida real, en favor de vivencias puramente virtuales. Como valoro seriamente las opiniones de mis hijas, me tomé la molestia de buscar en las entrañas de mi móvil el historial de uso del mismo.

Y me encontré con una horquilla entre una y dos horas diarias, con las lógicas variaciones según el día de la semana. Lo que me lleva a plantearme ¿me habré hecho esclavo de mi móvil?

Analicemos, y vayamos por partes. El uso primigenio del aparato como teléfono sin duda es insignificante, sobre todo por la facilidad de comunicarme por SMS, por email, o sobre todo por wasap, que viene a ser un fax express que te exonera de cortesías preliminares y finales. La segunda función que me presta mi aparato es la información. Los veinte o más minutos que me llevaría hojear un par de periódicos de papel, los utilizo accediendo virtualmente a 5 o 6 periódicos digitales, por los que me informo y de paso me río un rato contrastando por ejemplo los titulares de El País con los del ABC. Se me regala además una información no solicitada, pero que como está elaborada con base en mis intereses, chivados por los cookies de mis consultas a la red, suele ser bien recibida. También se me tienden trampas con engodos por el estilo de «asombroso puente chino entre dos montañas». Hay que ser precavido y evitar este tipo de titulares, pues si abres la reseña por lógica curiosidad, te encuentras con una interminable parrafada sobre puentes, hasta llegar al desenlace de tu interés, tras haber soportado toda la publicidad entreverada en el relato, que es lo que a Google le interesa que te tragues. Por supuesto que el capítulo de información también incluye la que uno solicita en distintos enlaces o apartados, opción que antaño requería diez veces más tiempo y generalmente sin demasiado éxito, pues no es lo mismo recurrir a enciclopedias o diccionarios que tener acceso inmediato prácticamente a todo el conocimiento universal a poco que esté uno ducho en el manejo de un artilugio que lleva dentro un gigantesco ordenador agazapado.

¿Y si ya voy por 40 o 50 minutos de uso, en qué consumo el resto de tiempo compartido con mi amigo digital? Pues muy sencillo, en intercambiar música, escritos, fotografías, vídeos o confidencias con grupos de amigos, con mi familia, o con compañeros de profesión a través de los chats. Un enriquecedor contacto social que sin la ayuda de mi móvil me llevaría el doble o triple de tiempo en un encuentro real, por demás imposible de concertar sin salvar esperas inasumibles o distancias imposibles.

Y añadamos de propina 15 minutos de operaciones diversas, desde gestiones bancarias, localizaciones por GPS , o acopio de credenciales varias, hasta completar mi cupo medio.

Por todo ello me inclino a pensar que el móvil me permite vivir mejor, cundiéndome el tiempo, nuestro bien más escaso y preciado . Y si algunos días tal vez me paso abusando de una herramienta que no me esclaviza, sino que es bendita esclava mía, pues qué se le va a hacer, hija mía, más se perdió en Cuba.