Opinión | Día de Europa

José Manuel Vega Pérez

Mucho en juego en junio

Archivo - Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas

Archivo - Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas / ALEXEY VITVITSKY / SPUTNIK / CONTACTOPHOTO

Cuando comencé mi andadura europeísta en la década de los 80 del pasado siglo, me encontraba destinado en Jinámar (Gran Canaria), en calidad de director de un colegio de enseñanza primaria recién construido. Los centros escolares de la zona tenían como referencia en sus denominaciones a personas de ideología liberal y de izquierdas, tendencia notoria hasta en las actuaciones de los sindicatos. Eran otros tiempos. 

Este colegio que se inauguraba urgía nominarlo. Presenté entonces al claustro de profesores y consejo escolar la opción de rotularlo con el nombre de «Europa», en homenaje a la UE.

Hubo manifestaciones en contra, además de aportaciones interesantes. Un colegio ubicado en un espacio marginal del municipio capitalino empezaba su trayectoria y sobresalía en su nominación por su proclividad occidental y europeísta, no incompatible con la apertura al continente africano que algunos querían hacer prevalecer y priorizar frente a la integración plena de Canarias en la UE. Triunfó el nombre propuesto y se inició una actividad no tan serena pero sí  responsable por parte de todo el profesorado y la comunidad escolar.

Varios alumnos y profesores pudieron visitar como invitados la sede de la Comisión Europea en Bruselas que nos sirvió de germen para crear la Asociación Europea de Enseñantes en la sección de las Islas Canarias (Aede-Canarias).

Junto a las actividades múltiples que se realizaban y coincidiendo con discordancias a nivel técnico entre gobierno y sindicatos por la implantación de la jornada continua para trabajo del profesorado y alumnos, la Aede abordó su organización interna, logrando superar el millar de miembros en pocos meses. Esto daría pie a programar y desarrollar diversas actividades que afectarían al profesorado y alumnado de todas las islas en años sucesivos. El objetivo era no solo potenciar nuestra vinculación a la misma comunidad canaria fragmentada, sino crear conciencia y motivación para entender y creer en nuestro compromiso y  pertenencia a un estado supranacional llamado Europa.

Cuando el concepto europeísta estaba aún en pañales en nuestras islas, Aede, con el apoyo de instituciones y educadores, impulsó cursos de formación, conferencias y seminarios, jornadas de trabajo, viajes a las instituciones europeas y centros de enseñanza de otros países en los que se planteaban modelos alternativos y programas de actuación.

Pasaron los años y las actividades iban calando y haciendo efecto. Varios cientos de docentes, estudiantes, funcionarios, periodistas, empresarios, miembros de Asociaciones de Padres y Madres de alumnos, participaron de forma directa en las propuestas aludidas para animar el proyecto europeo. 

En consecuencia, Aede-Canarias pasó a formar parte de la institución a nivel europeo, siendo autorizada a funcionar como tal en un congreso extraordinario celebrado en Estrasburgo. No en vano Aede-Canarias ha recibido el premio «Ciudadano Europeo» en su primera edición en 2008. 

Pregunta y retos

Es obvio que Canarias ha estado relacionada históricamente con otros pueblos, culturas, formas de vida y de supervivencia. Y en las últimas décadas y como resultado de la integración de España en la UE, las  desavenencias han sido patentes con algunas actuaciones que no han coincidido en la visión futurista. Si nos paramos a pensar y analizamos seriamente la realidad actual cabe preguntar ¿qué habría ocurrido si no hubiéramos ingresado en la UE y quedamos al margen en el proceso de integración como pretendían algunas réplicas políticas?

No hay que olvidar la historia. Europa tuvo que sufrir dos guerras mundiales con millones de muertos para llegar a entender que, aunque fuera en lo económico inicialmente, debía dar paso a un gran proyecto por la paz, la concordia y la  reconciliación, especialmente de Francia y Alemania. 

Las bases sobre las que se asienta el proyecto son además la democracia con su separación de poderes, respeto de las libertades fundamentales, de la pluralidad y diversidad, del estado de derecho que nos ha llevado a la UE solidaria que conocemos hoy. La fortaleza del proyecto de la UE demanda más que nunca acudir a las urnas a la ciudadanía que sigue creyendo en los principios humanistas y económicos que dieron lugar a su nacimiento.

La UE ha pasado por momentos límites, por situaciones que parecían insalvables, se ha construido con grandes esfuerzos y suma de voluntades. Ha sabido, pese a otros planteamientos e ideales, estar a la altura de los últimos desafíos: el poder político en Estados Unidos, pandemia, aumento de los populismos, la guerra de Ucrania, la emigración desbocada, respondiendo a estos retos con una sola voz.

Sin embargo,  al evocar el Día de Europa de este año 2024, hemos de reflexionar sobre los nuevos desafíos: posible cambio de liderazgo en EEUU, necesidad de reforzar nuestra política de defensa y profundizar en relaciones exteriores, emigración, etc. Además, pendiente igualmente, habrá que afrontar la ampliación de la UE a nuevos países que esperan su turno, acabar de digerir la salida del Reino Unido que nos conmocionó en su momento y sobre todo prepararnos para las exigencias que nos depare el resultado de las próximas elecciones europeas.  Todo este conjunto es motivo suficiente  para que los ciudadanos acudan a las urnas en junio y voten,  para contar con una Europa más fuerte dotada del respaldo y los instrumentos necesarios que le permitan incluso dotarse en el futuro  de la ansiada Constitución europea.

Ser ciudadano europeo nos aporta no solo el derecho a vivir libremente en uno de los territorios más desarrollados del mundo en todos los aspectos, también nos demanda participar en la responsabilidad de elegir a quién nos representa y decide las políticas sociales (sanitarias, de libre circulación, etc.) y por supuesto, disfrutar de los mismos derechos en Canarias, Paris, Roma… En definitiva, un país que sigue construyéndose con el esfuerzo y las voluntades de su población. Un país llamado Europa.