El agujero negro de nuestra galaxia está a dieta pero sigue engordando

Un grupo de científicos liderados por el IAC observa cómo se produce la acreción de materia en el centro de la galaxia Andrómeda, gemela a la Vía Láctea

El largo camino para alimentar el agujero negro de Andrómeda: desde 6500 años luz hasta su entrada. La imagen muestra la majestuosidad de la galaxia de Andrómeda con sus numerosos brazos en espiral, repletos de millones de estrellas. En el centro de todo el sistema se encuentra el agujero negro (pequeño recuadro en la imagen)

El largo camino para alimentar el agujero negro de Andrómeda: desde 6500 años luz hasta su entrada. La imagen muestra la majestuosidad de la galaxia de Andrómeda con sus numerosos brazos en espiral, repletos de millones de estrellas. En el centro de todo el sistema se encuentra el agujero negro (pequeño recuadro en la imagen) / Telescopio espacial Spitzer

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El agujero negro de nuestra galaxia, Sagitario A, está a dieta. La estructura que corona el centro de la Vía Láctea come muy lento y lo hace en poca cantidad, en pequeñas hebras de polvo y estrellas que giran a su alrededor. Pero pese a hacerlo despacio, el agujero negro sigue creciendo y no se descarta que en algún momento de su vida vuelva a explotar. Su comportamiento es similar al de la galaxia gemela, Andrómeda, cuya curiosa forma de alimentarse ha sido revelada por un grupo de investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

"Andrómeda es la galaxia más cercana y parecida a la nuestra, prácticamente su hermana gemela", asegura Almudena Prieto, investigadora del IAC y coautora de un estudio publicado en la revista The Astrophysical Journal, en el que explican el proceso de alimentación de estos cuerpos. En concreto, ambas estructuras cósmicas cuentan con agujeros negros de baja actividad –son las estructuras de este tipo más débiles del universo conocido–, lo que hace que ambos emitan muy baja radiación y sean difíciles de rastrear. La actividad de un agujero negro depende de la manera en que se alimenta, es decir, de cómo la materia entrante se aproxima a su centro.

"Los agujeros negros son ansiosos devoradores de comida y, aun así, delicados", explica Christian Alig, investigador de la Universidad Observatorio de Munich y primer autor del artículo. Los científicos están acostumbrados a ver reacciones violentas y agresivas en ellos, pero esto solo ocurre cuando "la alimentación es forzada y excesiva". Cuando, sin embargo, se les alimenta lenta y progresivamente, "no dejan señales de su comida", relata Alig.

En el estudio, este grupo internacional comparte los métodos para lograr una visualización directa del proceso de alimentación de este tipo de estructuras que por su propia idiosincrasia –los agujeros negros representan per sé la ausencia de luz–, suelen ser muy difíciles de captar. "En el centro de las galaxias, alrededor de los agujeros negros, se suelen concentrar la mayor parte de las estrellas, y su brillo nos ciega y no nos permite ver lo que hay detrás", reseña Prieto.

Los investigadores han conseguido, a través de las observaciones de los telescopios espaciales Hubble y Spitzer, conseguir imágenes en diferentes longitudes de onda. Si bien el Hubble es capaz de ver el oscurecimiento producido por el polvo de los filamentos en luz visible, el telescopio Spitzer distingue los mismos filamentos de polvo, pero en el rango infrarrojo. La observación conjunta con ambos telescopios ha podido revelar una visión completa del proceso de acreción del material que está alrededor del agujero negro. "Al final solo teníamos que sustraer de la imagen el brillo de las estrellas para ver qué había debajo", resalta la investigadora. Debido a la proximidad de la galaxia de Andrómeda, las observaciones de Spitzer de su núcleo son las más detalladas que se han obtenido con este telescopio hasta la fecha, y tienen un nivel de precisión comparable al alcanzado por el telescopio Hubble.

Lo que encontraron oculto tras el fulgurante brillo fue una estructura de filamentos de polvo y gas que se arremolinaban alrededor del núcleo de la galaxia de forma "ordenada". "Estos filamentos se adentran progresivamente y en espiral en el agujero negro, similar a como el agua se precipita por un sumidero", explica Prieto, que asegura que la imagen es "espectacular".

"Se posicionan en una emisión coherente de camino hacia el centro", afirma. "Estos datos demuestran que aunque sea un agujero negro pasivo y de poca actividad, se está alimentando y sigue creciendo", relata la investigadora, que recuerda que el agujero negro de Andrómeda es 100 veces más masivo que Sagitario A. "Por eso, el hecho de que su ritmo de acreción sea moderado no quiere decir que no pueda despertarse", insiste la investigadora, que advierte que "si tuviera mucha comida, podría acabar explotando como lo hacen otros agujeros negros".

La elección de Andrómeda para el estudio no es fortuito. "La seleccionamos porque es una galaxia que vemos de cara", explica Prieto, que recuerda que el centro de la Vía Láctea está emborronada desde nuestra posición por el polvo y las estrellas. "Nos encontramos en una posición cercana al plano de la galaxia y es muy difícil de visualizar", resalta la investigadora.

Este estudio forma parte del proyecto PARSEC que tiene como objetivo investigar, en múltiples longitudes de onda, el núcleo de las galaxias más cercanas y los procesos de acreción de los agujeros negros. Liderado por el IAC, el proyecto lo forman cerca de 50 miembros de instituciones de un gran número de países.

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