La UD Las Palmas tiene un don. De hecho tiene muchos, pero hay uno que llama poderosamente la atención. No hay equipo como el amarillo con la capacidad para dar vida a los que sufren. A veces se comporta como una ONG. Ya lo hizo con la Real Sociedad, con el Osasuna, con el Betis, con el Leganés, casi levanta al Sporting y ayer, para no perder la costumbre, lo repitió con el Granada (1-0). El colista de Primera ha dado un bofetón al sueño amarillo de entrar en Europa. Queda mucha competición por delante y la UD ha formado un equipazo, pero remontarle siete puntos al Villarreal y además quitarse de encima a Eibar, Espanyol, Athletic o Celta suena a milagro.

No es la batalla en la que empezó la temporada la UD. Nadie se lo pidió. Se ha metido en ella por méritos propios, por mostrar unas virtudes que ayer le costó sacar a pasear. Porque el Granada fue un hueso y porque la UD se empeña en darle un empujón a los más débiles. No enseñó colmillo el conjunto de Quique Setién en el momento idóneo para cambiar el chip y mirar hacia arriba sin remedio. Más bien enseñó los dientes de leche, los que todavía tiene si se trata de aspirar a Europa, un objetivo para el que todavía, por lo mostrado ayer, le queda madurar.

Y es que la UD le concedió demasiado al Granada, que se adelantó con un golazo por la escuadra de Andreas Pereira. Salió con poca intensidad, cometió numerosos errores en la salida de balón, tanto de inicio como en el resto del encuentro, y cuando dio un paso al frente le faltó puntería. Bigas, Prince, Tana y Jesé, que debutó con veinte minutos, fallaron ocasiones claras, en algunos casos clarísimas, que podían haber dado la victoria a la UD a pesar de no haber hecho un partido notable. Un encuentro en el que, por cierto, no estuvo Roque Mesa por decisión técnica por primera vez en toda la temporada.

El físico se come al talento

El desenlace del partido sorprendió, pero el guión fue el esperado. Lucas Alcaraz planteó una defensa de cinco hombres con dos mediocentros, convirtió el césped en un campo de minas y la UD, que acabó con más del 70 por ciento de posesión, llevó el timón. Pero no dominó. Porque una cosa es tener el cuero y otra bien distinta controlar el partido. Lo segundo lo logró el Granada al principio, cuando impuso su físico sobre el talento amarillo. Su entusiasmo vino acompañada de la habitual caraja a domicilio de la UD, que sigue sin ganar lejos de la Isla desde la primera jornada.

El equipo de Lucas Alcaraz le intimidó. Entraron continuamente con pierna fuerte y ya a los 30 segundos Dani Castellano necesitó asistencia. Lo mismo ocurrió al cuarto de hora con Michel Macedo, que tuvo que ser sutituido. Esa agresividad local, que se tradujo en 16 faltas y una sola amarilla en la primera parte, provocó nervios en los amarillos, incapaces de encontrar el rumbo, de buscar la corpulencia de Livaja o Prince, juntos en el once por primera vez en meses.

Empeñados en rizar el rizo alimentó la UD a su rival. El Granada solo había generado una ocasión de gol, un centro de Carcela que no encontró rematador en área pequeña. Había sido la única, pero cuando al cuarto de hora Andreas se sacó de la manga una volea para el museo a nadie le extrañó. El cuadro nazarí estaba más cómodo. Y ese tanto llegó de la manera en la que lo buscaban, con presión alta y forzando una pérdida del rival. Fue entre Tana y Viera en campo propio. Allé tiró para adelante, le frenaron entre Montoro y Bigas pero el balón le quedó al jugador cedido por el Manchester United, que la clavó por toda la escuadra.

No funcionó el ataque que puso en liza Setién. El cántabro no dio carrete a los fichajes hasta la segunda parte y apostó de inicio por Prince en la izquierda, Tana en la derecha, Vicente y Viera de enlaces por dentro y Livaja arriba. La sopresa estaba en la primera suplencia del curso de Roque Mesa. El teldense ha perdido foco con la entrada de Montoro por detrás en las últimas citas y a la hora de decantarse por uno para el duelo de ayer escogió Setién al valenciano, que ha estado de notable en el último mes.

Tras el gol del Granada tuvo la UD un arrebato de personalidad. Ya antes había avisado con un remate cruzado de Tana y poco a poco empezó a aparecer Viera en zona de peligro. Los andaluces se replegaron para tomar aire y a la UD le costó menos llegar a campo contrario. Ya estaba David Simón en el campo -entró en el minuto 18, justo después del gol de Andreas- cuando Bigas remató de cabeza una internada de Viera. Tana, también activo en ataque, lo probó tras una dejada de Livaja, bregador pero sin presencia en el área. El arreón de la UD acabó con una chilena de Prince a otro centro del croata.

Pero el cuadro amarillo no se encontraba a gusto. Le costaba un mundo combinar y el partido estaba donde quería el Granada, que lo llevó al barro con el permiso del colegiado. Llegó otra ocasión visitante al borde del descanso con un córner que rematóde nuevo Bigas totalmente solo. Ni a balón parado lo conseguía la UD, que se iba al descanso acorralado en el juego pero con ocasiones suficientes como para empatar. En la reanudación volvió a entrar el duelo en el terreno físico. En el cuerpo a cuerpo la UD no era rival. A cada balón dividido, a cada intento de regate aparecía la interrupción del Granada en forma de robo o falta. Así, la UD cometió más errores en la salida de balón, el más grave un incendio de Lemos ante Adrián Ramos que apagó Bigas.

El balear, el mejor de la UD, inició los minutos de más inspiración de los amarillos con un disparo que rozó el poste de Ochoa. En esas entró Jesé para situarse como extremo izquierdo, Prince ocupó el derecho, Tana se asoció por dentro con Viera y el fútbol fluyó. El ex del PSG tuvo en la mano un debut redondo, pero falló las dos ocasiones más claras: un remate en boca de gol a centro de Simón y un mano a mano tras un gran pase de Viera. Tana, con el partido roto y Halilovic pasando de puntillas, también la tuvo en el descuento pero volvió a surgir Ochoa. En la segunda parte hubo alma y hambre, algo que le faltó a la UD en otras derrotas a domicilio, pero le faltó puntería. Y el tren se le escapa.