La Virgen del Pino, llantos y un «esto no se escapa»

Los 500 fieles de la UD viven una tarde de pasión | «No he visto nada igual»

La 'Marea amarilla' arropa a la UD Las Palmas en su llegada a Cartagonova

PEDRO CANELLADA GARCÍA

Paco Cabrera

Paco Cabrera

Pinito y diez más. Arte, pasión, devoción y lágrimas por un escudo.Lo que esconde el tsunami de Sandro del (1-4). El Municipal de Cartagonova fue la extensión del partenón de Siete Palmas. Un ‘pequeño Gran Canaria’. Los quinientos fieles de la UD, ubicados en el Fondo Norte, fueron una bombonera con pancartas, banderas, bufandas y estampas de la Virgen del Pino. Un ecosistema que ejerció de plataforma para los pupilos de Pimienta, que flaquearon en el inicio de la contienda.

Con el tanto de Mikel Rico, cuando todo olía a chamusquina, la ‘marea amarilla’ se encomendó al director de orquesta con megáfono Alexander –con la elástica azul de las pintaderas y el ‘18’ de Samways–. Sincronizados y justo detrás de la portería de Aarón Escandell, activaron la palanca mágica. Fueron llegando los goles de Enzo, Sandro y misil tierra-aire de Sergi.

Auyanet Lázaro, con más de tres décadas de bagaje en la grada por su UD, asume que vivió uno de los desplazamientos «más emocionantes». «No podía animar desde el descanso, me pudo la tensión y empecé a llorar. Lo tenemos tan cerca, que no se nos puede escapar de ninguna manera. La alegría de la afición te impacta. No se puede explicar todo lo que vivimos con la llegada del equipo con la guagua, el bufandeo desde el hotel en Cartagena y la quedada con el resto de seguidores. Este sentimiento no se puede explicar», valora el seguidor de Ultra Naciente, que lució la camisa de Carmelo González.

De vuelta a Madrid por carretera, incide que falta el último empujón. «Estoy en Barajas y todavía me emociono. Lo merecemos [el ascenso] y falta lo mejor, subir en nuestra tierra. Por Gran Canaria, por el fallecido Manolo Vieira, por Viera y Pimienta». Por su parte, Orlando Cabrera, se estrenaba en un viaje en esta temporada.

Portó una estampa de la Virgen del Pino. No fue el único. La imagen de Pinito fue el corazón de la mancha amarilla en el Cartagonova. «Me da energía y luz. Es el empujón divino. Sentías el corazón de los jugadores, tras cada gol se acercaban y era todo adrenalina», valora el abonado en Sur.

Por su parte, la abonada Esther Cathaysa Suárez Caty, que estuvo acompañada por sus hijos Iker y Helsy, relata que sufrió una caída. «Ilusionados, tensos...Con el primer gol de Enzo, lloramos. Agarrados y sintiéndote arropada por tu familia. Sin conocernos de nada, pero da igual. Cantamos bailamos. Todos por un mismo objetivo, emoción, furor. Tanta unión entre desconocidos solo se puede explicar por el apego al escudo. Sufrí una caída de espaldas, me asistieron , y al volver a la grada, todo eran pulgares en alto. Toda la grada me preguntaba, ‘¿cómo estás?’. Esa complicidad define a la Unión Deportiva».

Miguel Galván, que se desplazó por la Península en el último paso por Primera –del Bernabéu a San Mamés–, no recuerda un partido con tantos ingredientes. «El hecho de jugarte un ascenso, los móviles...Nos íbamos relatando el devenir de los partidos. Todos pendientes del Alavés-Málaga y fue una locura». Gritos, expectativas, sueños y 500 corazones. Rezos, plegarias y alguna Biblia. «Todo suma, todo aporta», reitera Caty. La gran fiesta pasa por Siete Palmas.

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