En pleno Valle de Agaete, en la urbanización La Suerte, existe una ermita de la que pocos conocen su existencia, pero que ciertamente ofrece un punto de descanso, meditación y oración para todos los que la visitan. Bendecida por la Iglesia finlandesa e inaugurada en 1997 con la asistencia de casi 300 personas, han sido los propios vecinos quienes, únicamente con sus propios recursos y métodos, han construido esta pequeña iglesia y esperan que una persona de cualquier religión la pueda disfrutar. Aun así, aunque la mayoría de los vecinos están encantados con la capilla, algunos no creen que sea la comunidad la que tenga que mantenerla, económicamente hablando.

En la urbanización La Suerte, en el Valle de Agaete, se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Valle, de la que muy pocos han oído hablar, pero cuya obra y conservación han requerido el esfuerzo de muchos de los vecinos. Y, sobre todo, el ahínco de Alberto Díaz, Teuvo Punkka, ya fallecido, y Fausto García, el único que aún continúa viviendo en el Valle. La idea de la capilla la tiene Díaz, pero es Punkka, aparejador finlandés que entonces residía en la zona, quien planea y pone en marcha el proyecto; se lo propone a García y son ellos dos quienes, al día siguiente, comienzan la construcción, a mediados del año 1996.

Cuando la gente del lugar los vio colocando, con sus propias manos, las primeras piedras, muchos quisieron prestarles su ayuda en cuanto supieron de qué se trataba. Les llevó "unos ocho meses edificarla, aunque no íbamos todos los días, sino cuando nuestros trabajos nos lo permitían. Tanto su construcción como su mantenimiento han sido únicamente gracias a las donaciones y nuestros propios aportes económicos", cuenta García.

"La ermita de La Suerte", prosigue, "la levantamos donde antes había una cueva, en la que hace 40 ó 50 años hubo un pesebre que se usaba para guardar el ganado". En la capilla se disfruta de la tranquilidad y de un bonito paisaje, en el que se puede, incluso, cuando el clima lo permite, atisbar el Teide.

En su interior, que otorga una sobrecogedora sensación de paz y recogimiento, está el altar con la Virgen, que fue cedida anónimamente por un vecino y bautizada como Nuestra Señora del Valle. También se encuentran un órgano, donado por un finlandés; una estatua de Cristo, realizada por Díaz; o unos excepcionales murales pintados sobre la misma pared, obra de Max Waltert, un artista suizo que además era daltónico, "lo cual le concede aún más mérito", señala García.

En total, dentro, hay 25 asientos, "regalados por particulares del pueblo, pero puede tener capacidad de hasta 50 personas. La campana de la entrada pertenecía a un barco ruso y, según el vecino que la donó, debe tener unos 200 ó 300 años de antigüedad", añade.

El 30 de enero de 1997 fue inaugurada, con la asistencia de unas 300 personas, y bendecida por la Iglesia finlandesa, "de la que debemos reconocer que se ha portado mejor que la nuestra, pues ha hecho donaciones de hasta 200 euros. La Iglesia católica nos propuso encargarse de todo y controlar la ermita, pero les dijimos que no. Nuestra idea es que esta sea como una iglesia ecuménica. De hecho, a día de hoy, "en la capilla se han celebrado ya cinco o seis bodas finlandesas y, hace unas semanas, una española, oficiada por el alcalde de Agaete, Antonio Calcines", afirma.

"La advocación de nuestra Virgen", continúa García, "es el 2 de agosto, y por eso la primera misa que celebramos fue ese día. Sin embargo, hubo problemas con el entonces alcalde de Agaete, porque el 3 de agosto es La Rama, así que nos recomendó que no celebrásemos la fiesta en esas fechas. Al final tomamos la decisión de pasarla al mes de noviembre".

Una anécdota que él destaca "ocurrió hace unos meses", asegura, "cuando vino a la capilla una señora finlandesa. Fue directa al libro en el que firman las visitas para mostrarme algo que ella misma había escrito años atrás, cuando se casó aquí, embarazada de su hija, a la que también, en esta ocasión, traía para que conociese el lugar en el que se casó su madre".

En general, a los comuneros de La Suerte les agrada la ermita, "pero lo cierto es que casi nadie coopera. Además, los hay que no están de acuerdo con que sea la comunidad la que tenga que sustentarla, así que nos las tenemos que apañar como hasta ahora", sentencia.