"Las Fiestas del Pino deberíamos pasarlas al 25 de diciembre, porque con este calor no hay quien pueda", comenta a su mujer un vecino de Teror expectante a la entrada de la Virgen en Calle nueva, donde esperaba la procesión. El calor apretó ayer más que ningún otro día y el vaivén constante de abanicos fue un decorado más del paisaje en el pueblo. Aún así, ni las altas temperaturas frenaron dar el resultado de un espacio lleno de almas emocionadas que, al igual que la protagonista de la jornada, quedaron bajo una lluvia de pétalos de todos los colores que pronto formaron una alfombra llena de amor.

Lo bueno nunca es fácil y que la Virgen del Pino haya tenido este recibimiento por parte de sus vecinos y foráneos tiene un gran trabajo detrás. Hace un año que los organizadores y voluntarios, en dos de los principales balcones de la Calle Real de la Plaza, empezaron a trabajar para que los pétalos y el color resultante abrazaran la imagen de la Virgen y a sus fieles.

"Desde que cambió el recorrido de la procesión, el año pasado, para que la gente viera mejor, nosotros nos ocupamos de las flores", explica Tony Tadeo, que no sólo se ocupa de este día, sino que también colabora con los arcos y las carretas de las fiestas. "Estas dos últimas semanas han sido de no parar, porque todo tiene su preparación y hay que hacerlo bien", añade.

Explica que durante el año se empieza a recolectar el dinero entre los vecinos del pueblo y aquellos que quieran colaborar y que, gracias a los voluntarios que se prestan, "es posible llevarlo a cabo". Con el dinero guardado, semanas antes del gran día se encargan de comprar las flores. "En esta edición hemos adquirido 4.500 cabezas de rosas de todos los colores", cuenta con gran satisfacción.

Una vez en sus manos las cajas repletas con aroma a distancia, comienza el trabajo duro. "Hay que separar los pétalos uno a uno de cada rosa, teniendo especial paciencia con las cabezas más pequeñas porque son más complicadas, y prestar más atención a aquellos pétalos que están estropeados, porque si uno está podrido pudre al resto y hay que cuidarlo", explica. Además, asegura que las rosas blancas son las más delicadas por la facilidad para estropearse.

Después de jornadas enteras de trabajo, con la ilusión que les supone un acontecimiento así siempre presente, distribuir los pétalos mezclados en distintas cajas preparadas para subir a los balcones y azoteas es el siguiente paso. "Antes, a lo mejor, conseguíamos dos cajas, pero este año hemos hecho 12 grandes entre las dos casas desde donde los tiramos", afirma Tadeo satisfecho tras su labor.

Así, a pesar de que tanto él como el resto de voluntarios aseguran que se trata de un trabajo duro, "lo hacemos encantados, porque es indescriptible el momento en el que los tiramos, es algo fuera de lo normal y muy emocionante". A escasos minutos de que comience el espectáculo floral y la procesión pase por su camino, un grupo de 20 colaboradores, entre las dos viviendas, se encargan de los últimos detalles para que todo salga perfecto.

De esta forma, Tony Tadeo se dispone a subir las empinadas escaleras del hogar de la familia Déniz Montesdeoca, que han cedido su balcón y azotea "con mucho gusto", para que la Virgen sienta esta lluvia de colores tan especial que le tienen preparada. Arriba, el resto de implicados ya están en sus puestos, con las cajas cerca y los nervios a flor de piel, nunca mejor dicho. Con gorros de paja y agua de Teror, para combatir el calor, esperan ansiosos a la protagonista.

Enfrente, el resto de compañeros también se muestran preparados y, a voces, desde un inmueble a otro, se dan las indicaciones necesarias para que todo salga bien. "Primero él, que está más a la derecha, y después todos juntos", indica uno de ellos desde la azotea al otro lado. "Tiene que ser hacia arriba y despacio", explican a la vez que se coordinan con la intención de que se vea de la mejor manera posible desde todos los ángulos.

Mientras, el pueblo de Teror late con miles de corazones fieles con ganas de uno de los días más importantes del año. Mayores, adultos, jóvenes, niños o bebés, la edad es indiferente cuando de ver a Pinito se trata. Agua, granizadas, helados, refrescos o cervezas bien frías para hacer más llevadera la espera marcada por el día más caluroso de las Fiestas. "Esto sí que es sentir El Pino", bromea Manolo Marrero, espectador, mientras señala su mojito, bebida que ha triunfado en esta edición del jolgorio.

Igual que lo han hecho los abanicos. Unos que vienen y otros que van, en manos grandes, pequeñas, arrugadas, nuevas, de uñas largas o con pulseras. Desde los balcones, los bancos a la sombra, en una escalera o en el bordillo de la acera. Sin duda, si los pétalos fueron miles, este instrumento capaz de refrescar, también. Así, muchos de los puestos alrededor de la basílica aumentaron sus ventas por la compra constante de esta herramienta que nunca pasa de moda. "Ahora sí", comenta suspirando una clienta satisfecha al poner en marcha el vaivén.

Como los tenderos, los chiringuitos de la plaza también se vieron sumergidos en un sin parar constante. Bocadillos, conos de papas fritas, tortilla y todo tipo de bebidas. Gente y más gente con hambre voraz no sólo de procesión.

En cada espacio con sombra un grupo arrejuntado y en cada escalón de los portales una familia con su bocadillo de chorizo de Teror en mano, la mayoría después de una caminata desde la capital grancanaria. Aunque era de esperar que el día de peregrinaje fuerte fuera el miércoles, lo cierto es que durante la mañana de ayer el número de caminantes desde Tamarecite o diferentes puntos de la Isla fue bastante mayor. Al llegar, llenaron los rincones del pueblo con mochilas, palos de senderismo, cantimploras y mucha satisfacción. Así, buscar un espacio sin sol se convirtió en toda una odisea.

De esta manera y casi sin esperarlo, en el ambiente se empezó a palpar que el recorrido de la Virgen por las calles del pueblo iba a comenzar. Pronto, los traseros sobre el suelo en sombra se despegaron para que una masa de fieles se pusieran en pie e hicieran un pasillo a la patrona de la Diócesis de Canarias. "¡Qué viva la Virgen del Pino!", se escucha de lejos de la boca del primero de muchos asistentes con ilusión y pasión.

Al salir de la iglesia y al girar hacia la primera vía de la ruta, junto a las Casas Consistoriales, miles de devotos esperaban, muchos con lágrimas en los ojos. Como si de un día de primavera de película se tratara, los primeros pétalos empezaron a caer sobre la imagen, comunidad religiosa, autoridades, banda y militares.

Mientras tanto, en la azotea de los Déniz Montesdeoca ya estaba todo listo. Los voluntarios mantienen las cajas en alto con ganas de vaciarlas y con nervio siempre presente. "¿Ya?", pregunta uno de ellos cuando se acerca la imagen y, entonces, llegó el momento esperado durante todo el año.

Miles de pétalos separados con todo el amor del mundo comenzaron a caer de manera delicada desde azoteas y balcones. Poco a poco un manto sublime de colores cubrió el lugar y lo transformó en un espacio aún más mágico. Con el vello de punta y al grito de "¡Guapa!", los voluntarios no dejaban de tirarlos. Abajo, los más pequeños recogían del suelo los que caían y reproducían el gesto a pie de calle.

La Virgen, sin quererlo, cambió su manto beis y dorado por una mezcla de tonos y un aroma a rosas. Delante, su patrono, Agustín Manrique de Lara, encabezó su entrada de nuevo a la basílica. Acto seguido, sonaron las campanas pregoneras del final y, una vez la imagen dentro, el sonido fuerte de las tracas sonó por segundos acompañado de un fuerte aplauso por parte del público. Al terminar, la banda del ejército de tierra, con sus uniformes de gala, pusieron la música final que despidió esta edición, a la vez que los militares llevaron su marcha hasta desaparecer.

A sus espaldas, una alfombra de flores quedó como señal de lo ocurrido. Los tejados lucían con el mismo colorido y los responsables de ello aguardaban a recoger las cajas ya vacías para comenzar un almuerzo juntos bien merecido. "Ponemos nuestra casa con ilusión y honor, hay que innovar y, aunque sea un curro, merece la pena", explica la familia Déniz Montesdeoca a la vez que Tadeo asegura que "este año hay más gente y más pétalos".