Campaña de estío I

La papeleta embotellada

Las elecciones generales se celebran por primera vez en temporada estival y, quien más, quien menos, tiene una opinión frente al mar

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio.

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio. / Adae Santana

El rebumbio político queda muy lejos cuando la vista se posa en el frente marítimo. Ya sea la brisa, el redondel que hacen los dedos en la arena o por los gritos de los chiquillos que se echan agua sin antes haberse mojado la nuca, el calor hace olvidar esa vena hinchada que se le dibuja a los políticos cuando la televisión los encara y no saben qué cámara es la suya. ¿O la vena hinchada es de los votantes que los miran? Rosales y Olga Paz, dos bañistas tempraneras, no lo saben, porque prefieren nadar y olvidar, ajustarse su gorrito para evitar que la sal destiña pronto el cabello, y buscan en el trono de sus hamacas un poco de serenidad, que ellas allí no votan, hay otras cosas de las que hablar, y si las apuras, se están pensando eso que llaman cumplir con la democracia. 

¿Qué le dirían a Pedro Sánchez de tenerlo delante, y a Feijóo, a Santiago Abascal, a Yolanda Díaz, a los candidatos canarios (¿se sabrán sus nombres?) que van a elegir el próximo 23 de julio en las elecciones generales? Nada bonito, eso está claro. «Ellos prometen y cuando están dentro se olvidan», hasta el Tribunal Supremo admite más recursos. «A mí me da igual porque con la edad que tengo, bueno, siempre he cumplido, pero la gente joven que tenía sus cosas para el verano y se les va a echar a perder, qué», dice Rosales. De fondo, la acompañante de Paz suelta por lo bajo, «hay que votar para luego quejarse», y hace mutis por el foro. Una aparición estelar que revuelve a las protagonistas. No se vayan a confundir. Recalcan que respetan las opiniones de todos, más en un país democrático, vaya a ser, pero no toleran la prepotencia. «Esa actitud de chulito», apostilla. El presidente no es santo de su devoción.  

En la toalla, una joven salpica la conversación con sus comentarios, aunque opta por no dar su nombre. Aguarda a estar libre de los focos para que sus pensamientos sean escuchados, sin escrutinios perversos, ya que cree que el debate se enrarece y, en vez de intercambiar ideas, termina asintiendo muda a la perorata ajena. Tal vez sin fuerza para la réplica, tal vez deseosa de que acabe. «El otro día mi suegra me decía que con Franco se vivía mejor, que no faltaba el plato de comida, y le tuve que decir que tampoco era así. Hay cosas que están mal, pero eso de volver al franquismo…». Por juventud, no conoce las calamidades de la dictadura, pero intuye que no estaría tan tranquila en la orilla ni podría decidir hacer una escapada para el domingo de las elecciones por su cuenta con tanta facilidad. Recuerda que la papeleta por correo se puede pedir hasta el 13 de julio, ¿ella lo habrá hecho?   

Campaña de estío I: La papeleta embotellada.

Campaña de estío I: La papeleta embotellada. / Adae Santana

Las veinteañeras paran un momento, aunque las están esperando. Se llaman Vanessa Molina y Zaraida Moreno y coinciden, «tal vez hay cosas de un partido que sí nos gusta, pero otras no, y luego cambian o hacen lo contrario a lo que decían». Nombran lo ocurrido con los perros de caza y la ley de bienestar animal, por ejemplo. No se achican si hay que hablar de política en su círculo, a pesar de que tampoco tienen muy claro a qué atenerse. Siguen, que tienen prisa. Julio es corto y sus horas suspiros. 

Unos altavoces suenan al final del paseo de Las Canteras, donde los guiris —esos turistas de calcetín en chola, como aclaraba Manolo Vieira para nuestros amigos peninsulares y peninsularas— lamen los cucuruchos de helado con parsimonia. Creedence Clearwater canta I wanna know, have you ever seen the rain?, y un hombre hace un ovillo con la seda de nailon frente a las barcas de los pescadores. Miro a la panza de burro y busco los termómetros. Unos 25ºC, ahí va, y el termostato sube en otros a los 30. Listos para freír un huevo, que, como receta de alta peligrosidad de aceite caliente por milímetro cúbico, es la mejor metáfora para hablar de la paciencia de tres compadres que miran con sorna los pantis y las playeras de quienes recorren de un lado a otro la ‘ruta del colesterol’.   

Una pistola

Galván, Vicente Pérez y García están sentados en el banco semicircular de La Puntilla, como cada mañana. Gozan del arte de la observación, privilegio de la condición premium de jubilado, a las diez y media de la mañana. La cala está medio vacía y ellos la llenan con sus pieles morenas, las gafas de sol puestas a media nariz, camisas chillonas y una conversación que va entre el susurro molido por el olor a crema solar y los aspavientos, «¡oh, qué fue!», para recibir a los conocidos que se acercan a decirles qué ha ocurrido en esas horas que han abandonado sus puestos de marineros en tierra. «Se hacen la foto con el rey y ya, entonces, ¿qué? ¿Los canarios no valemos nada, somos basura?», suelta Galván sobre los políticos. Parece que esa especie de homínidos con cargos públicos no convence a nadie.

Echa la vista atrás y reafirma que esta es la primera vez que hay elecciones en verano. Los sentidos le dan la razón. A sus espaldas, los chiquillos gritan, celebran el punto del voley, corren a marcar un gol, reman en kayak, y están en ese limbo llamado felicidad donde el cénit está en hacer amistades antes de que el sol recorra las sombras del Teide y la montaña de Gáldar en el horizonte. Galván estuvo en el extranjero durante cuatro décadas y va a cumplir ahora. Le pregunto a los demás, y la respuesta es, «no sé, estoy en el paro», «¿en el paro? ¡jubilado!», se ríen sus compinches. Y hay tiempo para las cábalas a pie de calle: «Graba lo que te digo, el PP ganará con 153 y para llegar a la mayoría pactará con Vox», y García añade con sorna, «¿el de la pistola?», «¡que no ha matado a nadie...!», pero tiene la pistola. «Soy libre», susurra el compañero. Deja correr el tema. Se despiden con alegría, parece que la charla los ha animado, hoy en casa comentarán que saldrán en el periódico… ¿O ya hoy se les habrá olvidado?

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