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entrevista

"Fernández-Aceytuno no era un utópico, era un realista"

"Fernández-Aceytuno no era un utópico, era un realista"

Pese al paso de los años, hablar de urbanismo, arquitectura y paisaje en Canarias es hablar del trabajo José Miguel Fernández-Aceytuno. ¿Qué lo hace imprescindible?

En primer lugar es un referente porque cuando él comenzó a hablar de la necesidad de proteger el paisaje de estas islas, muchos, o al menos unos cuantos, comenzamos a descubrirlo. Es un referente también por su buen hacer, por su capacidad para ilusionar, para congregar alrededor de una idea, de un plano, a un heterogéneo grupo de profesionales dispuestos a implicar lo mejor de sí mismos para salvar trozos de paisaje en peligro, o ya en proceso de depredación. José Miguel tenía una indiscutible madera de líder, incansable en su constante diálogo con el territorio. Era capaz de encontrar los resquicios del sistema para inundarlos de ideas nuevas, refrescantes, ideas de futuro.

La calidad y profundidad de los estudios que acometía, como paso previo a aportar cualquier solución a un determinado problema, constituyen referentes para todo aquel que, antes, ahora y en el futuro, quiera acercarse a la problemática urbanística y territorial de estas islas desde una visión paisajística y participativa. Sus aportaciones teóricas, divulgadas a través de artículos y conferencias, son imprescindibles para comprender el conjunto de su trabajo.

En definitiva, es un referente imprescindible porque creaba procesos para desarrollar proyectos concretos con el objetivo final de mejorar la calidad de vida del conjunto de los ciudadanos; ciudadanos a los que siempre intentaba hacer participar.

Muchos de los proyectos que realizó se quedaron el papel, no pudieron salir adelante. ¿Iba por delante? ¿Creía que iba a 'dominar' los intereses políticos y económicos?

A excepción del Plan General de Ordenación Urbano de Puerto del Rosario (1984-88), que se aprobó por unanimidad, y el desarrollo del Proyecto Guiniguada entre mayo de 1998 a junio de 2000, el conjunto de proyectos y propuestas de su autoría se quedaron en papel, como bien dice usted. Una contradicción, al menos en apariencia, puesto que salvo el Parque de la Música, el resto de sus trabajos fue encargado por distintas administraciones públicas; es decir, con dinero público, guardado finalmente en un cajoncito, conscientes, quizás, de que en el futuro habría mejores oportunidades para hacerlos realidad.

A veces se comenta que era un utópico, pero a mí nunca me lo pareció. En mi opinión era un realista, capaz de ver lo que otros no veían o disimulaban no ver y plantear soluciones a las alternativas más convencionales. Ni quiso ni pudo dominar a los intereses políticos. Quiso, en todo caso, dialogar con ellos; pero otra cosa es que las fuerzas, entre ellas las económicas, fueran tan dispares que a veces no tuviera más remedio que dar un paso atrás y esperar una mejor ocasión.

Una idea emblemática de su trayectoria fue el Parque de la Música en el Barranco de Tamaraceite. ¿Qué pensaba al respecto: lo veía como un fracaso?

Un fracaso no, una decepción sí, aunque la esperanza siempre caminaba a su lado. Por ejemplo, tan solo una semana antes de morir, me pidió que fuera a hacer fotos al Parque de la Música para escribir un nuevo artículo sobre El parking sin música. Yo hice las fotos y logré montar algunas panorámicas que le hicieron pensar que todavía era posible. El artículo, obviamente, no pudo llegar a escribirlo.

Aprovecho aquí para decir que en el transcurso de los debates previstos con motivo de la exposición, a celebrar en distintas fechas de los próximos meses, uno de ellos, a modo de acto simbólico de este imprescindible homenaje, llevará por título Música, en el parque de la música.

¿Otro de los grandes temas de esta exposición es su actuación en el Guiniguada? ¿Qué queda por hacer?

Por hacer está casi todo; desde luego todo lo que él propuso en el documento inicial y que se desarrolló con la participación de múltiples profesionales, muchos de ellos profesores de la ULPGC, durante los dos primeros años de ejecución del proyecto (UPP, FEDER Artículo 10). En cualquier caso, solo hay que darse una vueltita por el barranco y se podrá comprobar que lo que pudo haber sido no fue, aunque afortunadamente todavía podríamos utilizar la estrategia del parque en la rehabilitación del paraíso, que era el subtítulo del Proyecto Guiniguada .

Un asunto clave de su carrera, en el que gastó mucha energía, fue el monumento de Tindaya. Èl llevó a Chillida a la montaña de Fuerteventura y lo convenció para que afrontara la intervención. ¿Cómo digirió la polémica que se suscitó después con indicios de corrupción, protestas ecologistas y la posterior depresión del artista?

En mi opinión, hizo lo más coherente y ético: apartarse de la polémica. Efectivamente, a propuesta de José Miguel, Chillida llegó a Tindaya como excusa para salvar la montaña, en el contexto de un Plan Especial de Protección que en esos momentos estaba redactando. Otra cosa muy distinta es lo acaecido a partir de aceptar el artista ese reto. En muchas ocasiones debatimos entre nosotros sobre lo que Chillida podía haber hecho ante tanta polémica no-artística. Por ejemplo, decíamos a veces, que Chillida hubiera podido hacer un cubito de piedra de Tindaya de unos pocos centímetros y presentarlo ante el mundo como una contribución del arte a un lugar patrimonial a proteger. Con ese gesto, es posible que Tindaya no hubiera generado una polémica que todavía está activa. Un gesto que, por otra parte, seguramente hubiera propiciado que La Estación Cultural de Tindaya propuesta por el Plan Especial fuera una realidad consolidada a estas alturas.

En cualquier caso, desde que escribió su Carta abierta a Eduardo Chillida, dejó clara su postura al respecto. Quien quiera leer entre líneas, de ella se puede deducir, entre otras muchas cosas, que el silencio de Tindaya está en el paisaje que la rodea y que para sentir lo mágico del lugar no era necesario entrar en la montaña, sino permanecer quietamente fuera.

Músico y escritor, ¿cómo intervienen estas dos facetas del arquitecto en su obra paisajística?

El sonido, la música, también hace paisaje, está presente en él, seamos conscientes o no de ello. Y José Miguel lo sabía perfectamente. Incorporar estudios específicos sobre el paisaje sonoro está presente en su trabajo desde el inicio de la ejecución del Proyecto Guiniguada. Y tras él, el mismo concepto formó parte también de otras propuestas como el Proyecto Paisagem, EP@M.

Hablar de José Miguel como escritor es, sin duda, algo complejo. Su capacidad para redactar informes de largo alcance era evidente para cualquiera que le pidiese algo por escrito. Sin embargo, ese hecho profesional contrasta claramente con el poeta, más contenido y silencioso que sin duda también era. Si me permite recuerdo aquí su Nací para ser náufrago: Cuando el sol desatornille/mi cuerpo del mar/cubriré el trayecto muy rápido/y al revés/romperé el horizonte al caer/y crecerán paisajes en mi jardín/como metidos en jaulas pesadas/ del color de la luz

De las intervenciones presentes en la exposición, ¿cuál cree usted que resume sus obsesiones?

Sin lugar a dudas, el Parque de la Música y el Proyecto Guiniguada, por ser dos posibles grandes parques, situados estratégicamente en las entradas norte y sur de esta ciudad, tan necesitada de ellos. Y en ambos casos, porque los territorios vinculados a esas propuestas todavía tienen una oportunidad. Por otra parte, el Proyecto Guiniguada incorpora, a modo de antecedentes, una síntesis de los objetivos de otros trabajos anteriores que desafortunadamente tampoco se materializa-ron; hablo en concreto del Plan Especial de Protección del Jardín Canario (1982) y del Parque de San Roque, San Juan y El Batán (1984).

¿Qué parte de culpa tuvo el paisaje de Fuerteventura, al que le dedicó dos libros, en su itinerario posterior como arquitecto?

Ser arquitecto de obra nueva no estaba entre sus intereses principales. Era el territorio y el paisaje lo que bullía en su cabeza. Sin lugar a dudas, el paisaje de Fuerteventura, fue decisivo en su trayectoria profesional. Siempre pensé que José Miguel era un hombre de desiertos más que de selvas. Desiertos jaspeados con algo de vegetación, con casas, modestas, bellas, donde vivir en paz. Una arquitectura tradicional que siempre procuró proteger y poner en valor. Que su paso por Fuerteventura fue decisivo quedó patente también en su último trabajo firmado, el Plan de Desarrollo Turístico de Boa Vista, en Cabo Verde; una isla con muchas similitudes paisajísticas a Fuerteventura.

A modo de conclusión, una frase suya vinculada a su experiencia con la arquitectura popular en Fuerteventura es clarificadora: "las cosas son del lugar y los lugares de todos".

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