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Museos

Más de dos mil archivos reconstruyen la vida de la escritora Ignacia de Lara en el Museo Canario

El depósito está compuesto por fotografías, postales, cartas y manuscritos | La familia completa la donación iniciada en 1982

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Donación al Museo Canario del archivo personal de los herederos de la escritora Ignacia de Lara José Carlos Guerra / Carlos Novella

Un trozo de papel, un pañuelo o la esquina de una servilleta sirven para anotar las palabras sueltas que se asoman en los sueños, e Ignacia de Lara lo hacía en la platina de las chocolatinas que comía en la madrugada. Una anécdota que recobra sentido en las palabras de Antonio González Padrón, marido de una sobrina nieta de la poeta y activista grancanaria que en pleno siglo XX abogó por la educación de las mujeres como vehículo para la mejora social. En nombre de la familia, en abril hizo entrega al Museo Canario de más de dos mil documentos que completan el archivo de la escritora con cartas, manuscritos y objetos que detallan una vida llena de literatura y conciencia crítica.

Buceando entre los recuerdos, el archivero de la institución científica Fernando Betancor va detallando la composición del tesoro documental y señala el que parece el más antiguo: una foto de primera comunión en donde la protagonista cuenta con siete años, es decir, 1887, el principio de un sentimiento religioso que marcaría sus convicciones y misiones tras cursar los estudios en el colegio de las Dominicas.

Nacida en la capital en 1880, la herencia documental tiene alrededor de 200 fotografías, manuscritos que relatan su proceso creativo, como el de su primer libro, Tiré de un recuerdo y como las cerezas (1921), y las 400 postales que coleccionó, entre las que destaca una firmada por el poeta Tomás Morales en la que cita a un personaje de La cena de Bethania datada en febrero de 1900, un gesto que muestra la amistad que mantenían, proclive a la intelectualidad de la época como con los hermanos Millares Cubas, Alonso Quesada o Concha Espina. A las hojas amarillentas se le añaden abanicos, imperdibles con su retrato que fueron regalo para sus sobrinas y rosarios que diversifican el contenido con objetos.

Ignacia de Lara, por y para la cultura

En realidad, la donación completa a la hecha en 1982 y adquiere un total de cuatro mil piezas que también reflejan su compromiso político y social en las conferencias dadas por la radio, los artículos firmados en los diarios El Defensor de Canarias, Falange, La Voz Obrera, entre otros, y el nombramiento como presidenta de Acción Popular de la Mujer. "Ella creía que si la mujer no era intelectual y económicamente independiente, no se podría hacer la revolución social", afirma el cronista oficial de Telde.

Logró ser maestra y publicar el segundo y único libro de poemas, Para el perdón y para el olvido (1924), en el que el amor y el desamor protagonizaron los versos. Volvió después de haber vivido en Madrid y Barcelona, y sus textos literarios quedaron desperdigados en la prensa a la vez que se recluía en la casa de Bravo Murillo y en Santa Brígida para albergar la creación, "era socialcristiana y, a su vez, no había tertulia literaria a tener en cuenta sin ella, fue aplaudida y tenida en cuenta, tanto, que el escritor y cronista Luis Doreste Silva publicó en los rotativos que había muerto por segunda vez Teresa de Jesús al referirse a Ignacia de Lara". Siendo la única mujer a la que se le dedicó una calle en Escaleritas durante el franquismo, el familiar destaca que la periodista y escritora Dolores de la Fe "tocó la campana para que los investigadores se asomaran a su obra", la cual recogió la tradición popular en su última publicación Entre Paisanos. Cantares (1940).

Las sobrinas jugaban a adivinar el mayor número de poemas de su tía mientras recordaban la labor de alfabetización que realizaba en los estratos marginales aunque se la criticara por codearse, por ejemplo, con prostitutas, asegura Antonio González. Su compromiso por la mejora social, en busca de un sueldo digno y de la construcción de viviendas para los desfavorecidos, además de la defensa de los derechos de las mujeres, repercutieron en su proyección política, impidiéndole ser diputada en las Cortes en 1933 tras postularse.

El Museo Canario, defensor de la memoria

"Había periódicos en los que se decía que volviera a su casa, pero entendía que la cultura no podía ser utilizada por el poder para avasallar", indica González. "Mantenía el principio de libertad como una lucha por las clases sociales, aunque su familia fuera tradicional y aplicara la doctrina eclesiástica". La escritora vivió las vicisitudes de una Guerra Civil inminente contrariada por el anticlericalismo y la quema de iglesias y monasterios, sin embargo, esto no supuso que lamentara el futuro de las generaciones marcadas por la pugna sangrienta.

"Esta es la consolidación del Museo Canario como uno de los centros de referencia en el ámbito insular canario como conservador y difusor de archivos personales, que son 40 en total y en el que destaca por volumen el de Ignacia", apunta Fernando Betancor, archivero de la institución científica. "Es importante subrayar la existencia de una mujer escritora en una época marcada por los hombres que se encontraba en la órbita modernista y que, seguramente por ser mujer, ha quedado relegada a un segundo plano".

Las salas que visitó tantas veces guardan en sus fondos un legado indescriptible, por lo que la siguiente misión consiste en inventariar y describir el ingente contenido, aparte de publicarlo en internet, para que el personal investigador siga desentrañando las inquietudes y vicisitudes de toda una época a través de la mirada de una mujer que retó desde la doctrina al sistema.

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