Creo que si no corría cuando era jugador no voy a empezar ahora", justifica risueño un domingo, a sus cincuenta años, su entrega sobre la cancha urbana de Las Canteras Greg Everett Stewart Nichols, considerado entre los tres mejores jugadores extranjeros en la historia del Club Baloncesto Gran Canaria.

Don Gregorio, apelativo por el que se le conoce afectuosamente, tercero en el ranking de máximos anotadores del club claretiano -2.701 puntos en la liga ACB-, es ahora un canario más. Reconocido por su gran corazón, el ala-pívot tiene ahora 8 hijos, 145 kilos de peso, una residencia en Telde y una empresa de importación de pescado, pero, a pesar de los años, continúa viviendo con pasión el basket callejero y de barrio, ese mismo que le sirvió para defenderse en la vida, desde su niñez, en las peligrosas calles del Bronx neoyorquino.

Stewart llegó a Canarias del Ron Negrita Joventut en el año 88 de la mano de Joaquín Costa para vestir la camiseta del Coronas Las Palmas. Entre las cualidades que enamoraron a la afición de Tamaraceite destacaban sus movimientos de bailarín en el poste bajo, una visión de juego asombrosa y un depurado tiro de media y larga distancia. Gregorio disputó 111 partidos en seis temporadas y en dos etapas distintas en la entidad claretiana, para vivir dos ascensos y formar con Willy Jones, Tom Scheffler o Norris Coleman algunas de las mejores parejas extranjeras en la historia del Granca. Fuera del parqué fueron célebres sus noches en el Sur, combinadas con una sensación de dejadez en su juego que irritó a más de un aficionado. "No lo puedo negar, era joven y cometí errores, pero en la cancha siempre rendí", asegura éste.

Ahora, Greg divide su tiempo libre entre las canchas de Telde y Guanarteme, donde demuestra no haber perdido esa técnica depurada, con el sello inconfundible del playground del barrio neoyorquino del Bronx, donde se crio, entre la música y el deporte. "Ahora, si jugamos en un uno para uno no me gana nadie pero si el juego es rápido y con más gente me canso y me cuesta más", explica éste por medio de un repertorio de expresiones canarias y con un marcado acento neoyorquino. De vez en cuando, cuando pasea por la Isla, alguien le da las gracias.