La economía canaria toca fondo como la menos competitiva de España

El hundimiento de la productividad, las subidas del SMI y la revalorización de las nóminas por la inflación dejan a las Islas como la región con mayor coste laboral

Un trabajador comprueba los medidores de una industria del Archipiélago.

Un trabajador comprueba los medidores de una industria del Archipiélago. / Juan Carlos Castro

En su último informe sobre la competitividad regional en España, el Consejo General de Economistas ya situó a Canarias en el furgón de cola del país. Solo Andalucía, penúltima, y Extremadura, última, quedaron por detrás de las Islas. Pero la situación del Archipiélago ha empeorado. Y lo ha hecho por un desmesurado incremento del coste laboral en el que subyace una no menos desmesurada caída de la productividad. Hay más ocupados y asalariados que nunca y los sueldos medio y mínimo están en máximos históricos, pero el valor de los bienes producidos y servicios prestados no crece en igual medida. De hecho, 2022 finalizó con el Producto Interior Bruto (PIB) regional aún por debajo de las cifras de 2019, el último ejercicio antes de la doble crisis de la covid y la inflación. En otras palabras: la Comunidad Autónoma generó el año pasado menos riqueza o renta que en 2019 pese a que trabajaron 46.300 personas más que entonces. No extraña así que Canarias sea ya, y con diferencia, la región española con el mayor Coste Laboral Unitario (CLU), lo que la condena a ser también la menos competitiva del país.

El Laboratorio de Análisis de Políticas Públicas (IvieLAB) acaba de publicar un informe comparativo con la evolución del coste laboral unitario en las 17 comunidades del Estado. El CLU es uno de los principales indicadores del nivel de competitividad de un país o territorio y se calcula al relacionar los salarios con la productividad. Lo saludable para una economía cualquiera es que ambas variables –sueldos y renta generada– crezcan en paralelo, de forma que una región será más competitiva cuanto más pequeño resulte el CLU. Pero no es lo que ocurre en el Archipiélago. Las Islas han pasado de tener el coste laboral –lo que le cuesta a la empresa cada trabajador en función de lo que este produce– más bajo de España a tener el más alto del país. Según los cálculos de los técnicos del IvieLAB, el indicador se situó al cierre del segundo trimestre de 2023 hasta 9,3 puntos por encima de la media nacional. Justo por detrás aparece Extremadura como la segunda autonomía menos competitiva, aunque con casi cinco puntos menos de CLU que Canarias. Todo un misil a la línea de flotación de una competitividad que nunca ha sido el principal valor de la economía del Archipiélago. Ni muchísimo menos. ¿A qué obedece este empeoramiento? Pues a que la masa salarial se ha disparado –hay más trabajadores que nunca, el sueldo medio ha subido por la inflación y el Gobierno de Pedro Sánchez ha incrementado varias veces el salario mínimo– sin que el PIB haya crecido en sintonía. Es más, sin que todavía haya recuperado las cifras precrisis. La productividad, y con ella la competitividad, está así por los suelos. ¿Son los sueldos el problema? No.

Distintos ritmos

El problema, cabe insistir, es que el ritmo al que aumenta la producción y el ritmo al que aumentan los salarios están desacompasados. En 2008, el coste laboral unitario estaba en las Islas 1,4 puntos por debajo de la media nacional; estaba así entre los cinco más bajos de España. Así que la comunidad era entonces mucho más competitiva que ahora. Sin embargo, lo era únicamente por su menor costo salarial, no por su productividad. Lo era, en definitiva, por unos sueldos muy inferiores a la media estatal. Hay que recordar que, por aquel entonces, hubo incluso varias polémicas porque algún ente dependiente del Gobierno regional vendió a inversores extranjeros la oportunidad que les brindaba un territorio competitivo por sus bajos salarios. Les vendió que aquí se pagan sueldos pequeños, lo que era tan cierto como poco estético para promocionar la economía, al menos a juicio de quienes azuzaron la controversia. El caso es que en 2019, el último ejercicio prepandemia, el CLU aún estaba por debajo de la media, pero solo un 0,4%, ya que el empleo se había recuperado de la destrucción sufrida en los años de la Gran Recesión a mayor velocidad que el PIB, esto es, que la renta o riqueza generada. En definitiva, los salarios habían crecido más que la productividad y Canarias perdía así competitividad. Y en estas llegó la covid, y después, la inflación, y los sueldos han seguido subiendo no ya por encima de la renta generada, sino muy muy por encima.

Así que la economía del Archipiélago tiene hoy el coste laboral unitario más elevado de España, un índice de 109,3 frente a los cien puntos de la media nacional. Es el resultado de esa combinación de más ocupados y asalariados que nunca, un SMI que ha experimentado notables subidas y una inflación que ha desembocado en el alza del sueldo medio. La masa salarial más alta de la historia con un PIB que no llega al de 2019. Más costes laborales y menos riqueza producida.

Lo anterior explica por qué es tan importante que la economía regional eleve su productividad. Reducir el CLU y ganar competitividad sin bajar el sueldo medio exige, sí o sí, que la productividad aumente. Si esta no crece, Canarias quedará condenada a tomar la vía de la devaluación salarial para ser competitiva. Deberá así seguir los pasos de Marruecos, Túnez o Egipto, que

, por sus menores costes laborales.

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