Campaña de estío III

El olor a cloro y la sonrisa de Marcos

La piscina municipal 29 de abril, como tantas otras, es un reducto alejado del calor febril para alcanzar algo de paz

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio.

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio. / ADAE SANTANA

«Marcos vale su peso en oro», la periodista dice que me acaban de hacer ese piropo. Le advierto que a las doce y cuarto tendré que meterme en el agua para atender a una señora, y va y se sienta en las escalinatas de enfrente. Creo que no me ha entendido. Saca el cuaderno, garabatea algo, y mira de un lado a otro. No sé. Susa me llama. Le doy indicaciones para que nade de un lado a otro de la piscina, quién lo diría, si hace apenas unos meses no se podía ni tener en pie después de la caída. Ya me gustaría llegar a los 80 así, con las gafas y el gorro puestos… Ahora sí se acerca. ¿Que qué pienso de las elecciones? A ver, por dónde empiezo. 

Está claro que esto de hacerlo en vacaciones tiene su interés, ¿no? Para bien o para mal. Eh, ¿quieres mi opinión a nivel laboral, con la ciudad…? Libre albedrío. Bien. Empiezo. ¿Tú te acuerdas de que antes había tantas piscinas como dedos de mi mano? Estaba la de León y Castillo, la de La Isleta, el Metropole, en Julio Navarro, también las de Martín Freire y nosotros, la municipal 29 de abril, de la que se encarga desde hace unos años la Federación Canaria de Natación. Eso significa que hay más instalaciones deportivas, más campus, lo cual está muy bien, ya se sabe que tener espacios verdes en la ciudad mejora la convivencia y la salud de las personas que vivimos aquí, pero significa que hay menos usuarios. Aquí, donde nos ves, bajo este techado que apelmaza el calor, donde casi que la única escapatoria son las cinco calles que ves delante, podía haber en verano hasta 50 chiquillos. En este tiempo, si acaso, vienen con sus abuelos, que están desempleados y tienen tiempo, algunas veces con sus padres, a pasar un rato y hacer ejercicio. 

¡Susa, vamos, para allá con la tabla y un brazo quieto! Y seguimos hablando recorriendo el borde de la piscina a la vez que Susa hace una brazada más. Cada paso, cada movimiento, es una onda en el mar en el que podría hundirme. Ancla sus ojos a los míos, tan marrones y los míos tan azules, y yo sigo contándole que esta pasión me viene de lejos. En realidad, mira tú por dónde, yo estudié Imagen y Sonido, y ni yo ni ninguno de los compañeros de la promoción trabajamos nunca de ello. No se hablaba de diversificación económica, ni había incentivos fiscales para el cine, y una alternativa a la hostelería era esta, solo éramos unos chavales que se buscaban la vida y, por si acaso, me hice el curso de monitor de piscina y acabé aquí. ¿Antes? Sí que tiras del hilo, pues te contaré que nací con los pies planos y mi madre decidió operarme, así que el doctor le recomendó que hiciera deporte para que tuviera un buen desarrollo. ¡Piscina!  

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio.

Campaña de estío III: El olor a cloro y la sonrisa de Marcos. / Adae Santana

Las vueltas de la vida que, siendo del barrio de La Feria, la que me quedaba más cerca era esta y se me dio bien. Al final, me convertí en nadador del Club Natación Ciudad Alta desde el año 86 al 2000, lo tengo grabado a fuego, y me quedé en horario de mañana de lunes a viernes. Nada mal, ¿eh? Si consultaras en Google por qué se llama esta instalación 29 de abril, tal vez te sorprenderías. Una noticia de un exdirector de tu periódico, Diego Talavera, habla de cómo el pleno del Ayuntamiento suspendió esta fiesta que celebraba la adhesión de Gran Canaria a la Corona de Castilla, es decir, la conquista española, en el año 1979… ¿Por dónde iba? Ah, sí. La cuestión es que mi situación laboral y la de mis compañeros ha cambiado de la noche al día, a pesar de que el tema deportivo está copado por el fútbol y el baloncesto. ¿Y la natación? No, para nada, piénsalo, es una práctica más individual, casi que aburrida según cómo se mire, y hay canarios para todo: señores de 60 años que no saben nadar o jóvenes de 20 que ni se mojan la cara. 

Escuchar y nadar

¡Diez respiraciones, Susa! ¿Te das cuenta? Ella viene por salud, como tantos. Los mayores son los que más relajados están. Si te digo la verdad, desde la pandemia nada es lo mismo. Antes la gente venía, disfrutaba de sus 45 minutos de piscina y se iba con la misma, envueltos en las toallas, con las gargantas hundidas en pañuelos gruesos para que el frío al salir no los pillara, pero algo ha cambiado. No se calman. No se concentran. Mando a hacer una piscina a crol y que dejen el brazo derecho inmóvil, les digo cuando terminan que lo han hecho mal, y ni se han percatado. Lo primero que pregunto desde que cambié el chip es cuánto tiempo tienen. Hay un caballero que viene todas las mañanas de siete a siete y media. Ni un minuto más. Están liados, tienen hijos, el trabajo, se salen del agua, ¡y si son autónomos ni te digo! Sí, sí, los tengo fichados. Al final, escucho. Me cuentan qué les ocurre. Por ejemplo, el otro día una usuaria me decía que estaba en la cama mirando el techo, ¡y apareció un manchurrón! Una cañería se había roto. 

Y… Hay otras cosas que son muy duras. Una señora, por la que te dije que me voy a meter en el agua, tiene una enfermedad grave, además, su hijo tiene cáncer, aunque gracias a dios se está recuperando, y me confesaba que solo quería morirse. ¿Cómo te quedas? Yo solo puedo distraerla y, como soy muy bromista, le hago maldades y la hundo, me suelta, ¡maricón!, y ya sé que se le ha olvidado su pena. Un día me dijo que venía a la piscina porque estaba yo. Como le digo a todo el mundo, en lo que esté en mi mano, te ayudaré. Esa es una gran satisfacción porque aprendemos cada día de la gente y vemos algunos milagros, como alguien que empieza utilizando una muleta y termina por andar sola.      

También comparten conmigo que la ciudad está como abandonada. Sucia. Una mañana hablé con el barrendero de Parque Central porque solo hay una papelera cuando delante tengo un instituto con un montón de adolescentes. Imagínate esa papelera a las cuatro de la tarde y… Bueno, ¿la juventud? Las cosas cambian, te lo digo por eso de que con 43 años ya tengo el 50% vivido, ¿no? En mi época nos juntábamos tras el entrenamiento e íbamos a la tiendita con 30 pesetas y compartíamos la comida, luego, con los bañadores puestos seguíamos jugando al balón. No había móviles ni redes sociales. Éramos una piña. Aunque, al contrario de lo que alegan muchos, los jóvenes de ahora son buena gente. ¿Ves la niña del gorro plateado? Da los buenos días siempre, y eso ya dice mucho.  

No sé qué pasará, pero yo estoy a gusto aquí. Ahora bien, los políticos hablan de la jornada de cuatro días, de las subidas de sueldos… ¡Ojalá lo vea! ¿Nombre completo? Marcos García Aguilar. ¡Adiós, un placer! Sonreímos. Se va justo a tiempo. Está a punto de ser las doce y cuarto. ¿Qué escribirá después de tanta pregunta? Bueno, la grabación servirá de algo, digo yo. Voy a cambiarme, que toca otro chapuzón.

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