Taxistas que esperan a unos clientes que no llegan, restaurantes que no sirven alimentos y una playa vacía en cuyos arenales ya no se marcan las huellas. Los efectos del confinamiento de los turistas en sus hoteles y el éxodo masivo a sus territorios de origen, huyendo de un país en estado de alarma para combatir la crisis sanitaria del coronavirus, está dejando en Puerto Rico estampas que no se veían desde antes del boom turístico en Gran Canaria: todo vacío. Pero a ratos pareciera que la propagación del Covid-19 fuese una farsa, a juzgar por la despreocupación con la que pequeños grupos de turistas continúan saliendo a la calle para dar paseos pese a las restricciones. Y la Guardia Civil actúa.

Con megafonía en varios idiomas, los agentes de la benemérita realizan constantemente controles de seguridad para informar a los visitantes de que está terminantemente prohibido permanecer en la calle dada la emergencia sanitaria. Algunos de ellos optaron por ponerse mascarillas e incluso guantes para protegerse frente al Covid-19, sobre todos los de edad más avanzada, al constituir uno de los grupos de riesgo frente a la enfermedad; otros, simplemente, paseaban sin protección.

Desde los establecimientos hoteleros y extrahoteleros de la zona se ha informado constantemente a los turistas sobre la situación que atraviesa España y el riesgo de contagio, pero muchos no han atendido a razones. "Hacemos constantemente recomendaciones a los huéspedes para que permanezcan en sus habitaciones hasta que llegue el momento de marcharse a su país, pero no hacen caso", explicó ayer Yaiza Guedes, propietaria del complejo Nachosol Atlantic, de la cadena turística canaria IG Hotels & Resorts, "tienen la sensación de que no es para tanto, que somos unos histéricos y que estamos tomando medidas drásticas porque nos apetece".

Para evitar los posibles contagios dentro del establecimientos, la empresa hotelera ha tomado medidas como el cierre de las zonas comunes como el solárium y la piscina del complejo. Solo mantiene abierto el restaurante, donde toma las medidas necesarias para garantizar una separación de un metro y medio entre los clientes.

En el caso de los británicos, puntualizó Guedes, se han mostrado despreocupados como consecuencia de que el propio primer ministro inglés, Boris Johnson, apenas había tomado medidas para contener el coronavirus hasta el día de ayer, cuando su gobierno dio un giro en la estrategia para atajar la propagación del Covid-19.

Como el resto del sector turístico canario, este hotel está a la espera de que termine la estancia de los pocos turistas que quedan en su interior para echar el cierre entre el próximo viernes y el domingo. De los tres establecimientos que tiene la cadena dependen 25 empleados. "Estamos barajando darles las vacaciones para mantenerlos lo máximo posible y luego procederemos inevitablemente a un ERTE", afirmó la directiva hotelera, Yaiza Guedes, "es una pena porque estaba siendo una temporada medianamente buena".

La misma sensación que tiene ella la tienen los trabajadores de otros establecimientos alojativos de Puerto Rico. "El hotel está forrado con papeles donde se avisa de la situación de estado de alarma y la prohibición de salir a la calle, pero los turistas hacen caso omiso", afirmó ayer el recepcionista de otro complejo ubicado en el valle de Puerto Rico, "hasta los guías se lo han explicado, pero ellos se limitan a decir que están de vacaciones y las van a aprovechar; no colaboran demasiado". De hecho, aunque algunos establecimientos han cerrado las piscinas, no así otros y ayer pudieron verse turistas tomando el sol en grupo, sin respetar las distancias, en los solarium.

Este trabajador perderá temporalmente su empleo el próximo domingo. "Los empleados lo tomamos de aquella manera, con resignación; hay que colaborar, estamos en una situación excepcional y hay que entenderlo", afirmó.

El vacío

La percepción era ayer la misma entre los trabajadores de muchos establecimientos turísticos de Puerto Rico. Y es que, en momentos puntuales, la avenida Tomás Roca Bosch llegó a ser un hervidero de turistas que la Guardia Civil tuvo que desalojar. No así en las farmacias, donde los usuarios sí respetaban la distancia mínima de un metro y medio en las colas, y donde continúa el desabastecimiento de gel antiséptico y mascarillas.

En el caso del Centro Comercial de Puerto Rico, los trabajadores de mantenimiento apuraban ayer el tiempo para desinfectar todas las instalaciones, sobre todo las barandillas que bordean todo el establecimiento comercial y que son susceptibles de ser manipuladas por los clientes que acceden al supermercado. Unas 2.000 personas que trabajan en este recinto están ahora mismo en sus casas dadas las restricciones impuestas por el Gobierno a la apertura de los negocios.

La casualidad ha querido que esta semana tampoco estén operativos los obreros que intervienen en las obras de mejora del complejo. Según explicó el administrador del centro, Ubaldo Marrero, volverán la semana que viene a sus puestos y lo harán en las condiciones de seguridad necesarias para evitar contagios por coronavirus. "La situación ha provocado un parón en seco sobre la economía y, aunque se acabe la cuarentena, tardaremos muchos meses en recuperarnos", concluyó.