San Bartolomé de Tirajana

Raúl Cárdenas, el mejor de 560 vendedores de la ONCE en Canarias

El barcelonés residente en San Fernando vende en Fataga y Tunte desde 2009

En el invierno de 2005, Raúl Cárdenas Catalá, quien hasta entonces era chef de la cocina de un hospital de Barcelona, tuvo que iniciar una nueva vida vendiendo cupones en su ciudad natal después de que se le reconociera una discapacidad por problemas médicos en la cadera. Era un día frío y duro. «El primer día fue un poco desastroso porque me pusieron en la calle con un expositor en el que llevaba todos los cupones y con el viento se me volaron todos», relata. Cuatro años después se mudó a Gran Canaria por amor y ahora, 14 años después del inicio de esa aventura, ha sido reconocido por la ONCE como Mejor Vendedor del 2022 de los 560 que la organización tiene en las islas. «No me lo creía, pensaba que nunca iba a llegar a eso porque es muy difícil», señala.

Raúl Cárdenas Catalá, mejor vendedor del año de la ONCE en Canarias, sostiene su reconocimiento.

Raúl Cárdenas Catalá, mejor vendedor del año de la ONCE en Canarias, sostiene su reconocimiento. / Juan Castro

Raúl estudió la carrera de hostelería y ejerció en Menorca, Bélgica, Holanda, Francia y Barcelona durante siete años hasta que en 2005 se incorporó a la ONCE. «Al principio me costó mucho y a la semana ya no quería continuar», cuenta, pero un cambio de ubicación al puerto de Barcelona le animó las ventas y lo motivó a quedarse. «Echo de menos la cocina pero ahora estoy en otra etapa de mi vida».

Esa etapa comenzó en 2009, cuando en un viaje a la isla conoció a Juan, quien hoy es su marido y con quien tiempo después adoptó a su hija Cirenia. Su primer destino en Gran Canaria fue Arguineguín el 1 de octubre de aquel año, un día que no fue malo en ventas pero en el que le sobraron cupones «porque no conocía el pueblo ni su gente». Fue efímero porque al día siguiente lo enviaron a cubrir una plaza en los pueblos de Santa Lucía de Tirajana y Tunte, lugares que alternó con ventas por la zona sur de la isla hasta que cuatro años después le dieron la plaza fija en Tunte, un barrio en el que ha hecho «amigos que ya son familia».

«Pensé que nunca lo conseguiría porque es muy difícil, tengo muchos compañeros muy válidos»

Raúl cubre ahora los pueblos de Fataga y Tunte, barrios en los que ha creado vínculos emocionales con sus vecinos. «Faltas un solo día y ya te echan de menos; he formado una gran familia en Tunte, pero no para vivir allí porque si no estarían todo el día metidos en mi casa», señala con humor. Ese acercamiento con los ciudadanos en los últimos 14 años es tal que cada sábado a las 07.00 horas de la mañana varios vecinos de Fataga esperan en la gasolinera del pueblo a que Raúl llegue con los churros. «¡Yo siempre llevo los churros calientes!», relata. También se encarga de llevar el periódico diariamente a varios vecinos de Tunte. «Les hago el favor de llevárselo; una vecina me descuelga un cesto por la ventana y ahí le meto el periódico y el cupón diario».

«Todos los días vivo una historia diferente, este trabajo no es monótono, no consiste solamente en darle al botón en una máquina y vender números», sostiene Raúl. De hecho, la ONCE no reconoce al vendedor del año por las ventas que ha realizado, sino por el esfuerzo que realizan para llevar los valores de la organización a todos los rincones, su trayectoria, su actitud en el puesto de trabajo, su compromiso con los clientes y su don de gentes. «Es un trabajo que me llena mucho, me gusta, no tengo a ningún jefe presionándome por las ventas», añade, y confiesa que no tiene ninguna frase hecha o coletilla de vendedor. «Cada día suelto lo que me viene a la cabeza, soy muy abierto y me gusta mucho el cachondeo».

Raúl Cárdenas Catalá, mejor vendedor del año de la ONCE en Canarias, sostiene su reconocimiento.

Raúl Cárdenas Catalá, mejor vendedor del año de la ONCE en Canarias, sostiene su reconocimiento. / Juan Castro

Raúl es consciente de que además de vender números también reparte ilusiones. En 18 años de profesión, el premio mas gordo que ha dado fue de 250.000 euros con el Cuponazo y 10 boletos de 25.000 euros. «No recuerdo el número, solo que acababa en 83, pero sí a quién se lo vendí en Cita, en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y en Tunte», cuenta. También ha dado un premio de 35.000 euros al 24.125. «Poquito a poco voy dando algo».

Fuera de su jornada, Raúl es un apasionado del gimnasio, practica pádel y sale habitualmente a realizar rutas en bicicleta. Pero sobre todas las cosas es un amante de los animales y en su finca de Lomos de Pedro Afonso tiene a Catalina, Rayo y Trueno, dos burros y un caballo, una pasión que le viene de su marido, pues tenía cuadras y caballos. También admira a Leo Messi. «¡Que soy del Barça! Me encantaría ser como él; mira, en la ONCE ya he conseguido ser vendedor del año, por algo se empieza», sonríe el vendedor.

Raúl persigue la suerte en el número 11.923, la fecha de su enlace matrimonial con Juan hace doce años

A Raúl le comunicaron su designación como vendedor del año de la ONCE en Canarias apenas cuatro días antes de la cena de Navidad de los trabajadores de la organización. «No me lo creía porque es muy difícil y porque es un reconocimiento que le puede tocar a cualquiera de los 560 vendedores de toda Canarias. Tengo compañeros muy válidos. ¿Por qué yo? No puedo decir que soy el que más vende porque hay quien vende más, pero me reconocen mi trayectoria y eso es motivo de orgullo; estoy muy contento y emocionado», señala el catalán, «es un espaldarazo al trabajo y eso me motiva a continuar en esto; yo me conformo con seguir como estoy ahora porque estoy en el mejor momento de mi vida: me nombran vendedor del año, soy feliz en el trabajo, soy feliz con mi pareja y con la hija que tenemos, ¿qué más puedo pedir?».

Raúl recogió el galardón junto a otros 21 vendedores de otros puntos de España en una gala celebrada recientemente en el Hotel Ilunion Pío XII de Madrid. Por delante, dice, quiere seguir como está ahora. Y lo hará, eso sí, persiguiendo la suerte en el número 11.923, una cifra que refleja la fecha de su boda al revés. «Y si me toca, lo cobro, ¡solo faltaría!».

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