Una vida entre medicinas y ungüentos

Gustavo Rodríguez y Rosa Jiménez, farmacéuticos de Sardina del Sur cuentan la historia del negocio familiar

Una farmacia de más de medio siglo que permanece en el corazón del pueblo a pesar del paso del tiempo

Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.

Gustavo pasó su niñez y adolescencia en la farmacia de su padre en Extremadura y, aunque en un principio pensaba quedarse allí y continuar con el negocio familiar, "las prácticas de las milicias" le trajeron hasta Gran Canaria, isla que ha sido su hogar desde mediados de los años 60. "Me vine a Las Palmas y me gustó tanto que busqué sitio para poner una farmacia y quedarme aquí", cuenta el antiguo boticario desde una de las salas de la trastienda del establecimiento.

"Yo nací aquí. He vivido aquí toda mi vida. Cuando salía del colegio hacía los deberes y jugaba a despachar medicamentos"

Rosa Jiménez

— Farmacéutica

Rosa Jiménez, su sucesora, le escucha con interés y una mirada cariñosa que evidencia la estrecha relación que mantienen. El vínculo de Rosa con esta farmacia comenzó incluso antes de su nacimiento, pues su madre empezó a trabajar como auxiliar en la apoteca de Gustavo con tan solo 16 años. "Yo nací aquí. He vivido aquí toda mi vida. Cuando salía del colegio hacía los deberes y jugaba a despachar medicamentos", recuerda. Jiménez asegura que nunca se planteó estudiar otra carrera, ya que esta profesión creció en ella como algo "natural".

Gustavo Rodríguez antendiendo a una cliente tras el mostrador de su farmacia en la década de los 80.

Gustavo Rodríguez antendiendo a una cliente tras el mostrador de su farmacia en la década de los 80. / José Pérez Curbelo

Una "farmacia de servicio"

La farmacia estuvo situada inicialmente a unos pocos metros del local actual, frente al cine del pueblo. "Ese local fue el principio. Era muy pequeño y luego nos trasladamos a aquí, a la plaza", explica el farmacéutico. Añade también que aunque podría haber cambiado la farmacia a Vecindario, que por aquel entonces era un núcleo en crecimiento, decidió quedarse porque le gusta "la farmacia de servicio y no la de negocio".

Algunos de los vecinos más longevos del pueblo llevan años acudiendo a la botica de "Don Gustavo" desde que "Rosita" era una niña y, a día de hoy, a pesar de ser una adulta se siguen refiriendo a ella con ese sobrenombre. "La gente mayor que me ha visto crecer me dice Rosita, pero bueno no pasa nada" comenta divertida. También ellos han agradecido la ayuda que la familia ha dado a los vecinos pues "cuando las cosas iban mal, al que no tenía siempre se le dejaba sacar las medicinas", explica Jiménez. La farmacéutica agrega que, "ahora las restricciones de la política sanitaria gubernamental no permiten que deje una medicina sin haber pasado por una receta".

Exterior de la farmacia, situada en el número cinco de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur.

Exterior de la farmacia, situada en el número cinco de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur. / José Pérez Curbelo

El número 5 de la plaza de San Nicolás de Bari ha cambiado mucho desde que abriera sus puertas, actualmente automáticas, hace ya más de medio siglo. También la profesión ha sufrido transformaciones. "Antes era mucho más fácil aunque costaba trabajo hacer todo por escrito y por teléfono", defiende Rodríguez. "Hoy todo el trabajo está informatizado inclusive la forma de pago", añade. A pesar de las modificaciones "burocráticas" y de los avances tecnológicos, el negocio no ha perdido de vista su principal labor, la de "seguir dando un servicio cercano y de calidad al pueblo". En palabras de Gustavo Rodríguez, "cambia la norma, cambia la forma, cambia la administración, cambia la burocracia, cambia todo, pero nosotros intentamos seguir siendo los mismos".

"Cambia la norma, la forma, la burocracia, cambia todo, pero intentamos seguir siendo los mismos"

Gustavo Rodríguez

— Antiguo farmacéutico

Un pueblo que al igual que la farmacia de Rosa y Gustavo ha ido cambiando. "La población ha ido envejeciendo y ahora está llegando gente nueva, jóvenes", apunta la boticaria, que reconoce que han tenido que "salir a las redes" para darse a conocer entre los nuevos vecinos. Tanto Rodríguez como Jiménez recuerdan una época en la que Sardina "iba muriendo", un periodo en el que, pese a la incertidumbre, no se plantearon abandonar el pueblo.

A pesar de los retos a los que se han enfrentado desde su apertura en el año 1967, la farmacia es "el único negocio que perdura en este pueblo. El resto de los negocios desgraciadamente han ido cerrando". La licenciada tiene claro que continuará al mando de la farmacia siguiendo los pasos de Gustavo. "A menudo me llaman diciendo que hay gente interesada en comprar la farmacia, pero no me interesa porque yo estoy aquí en mi pueblo donde siempre he vivido y donde mi familia es feliz", afirma Jiménez con rotundidad.

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