Una Rama a prueba de contratiempos

Unas 70.000 personas viven una Bajada en la que se mezclaron momentos de sol y sombra

La Rama de Agaete 2023

José Carlos Guerra

D. M.

Una Rama accidentada por el fallecimiento de una vecina al inicio de la Diana, atípica por la llovizna durante parte del recorrido e incómoda por la escasez de establecimientos para comer o beber no impidió que unas 70.000 disfrutarán de la Bajada hasta la ermita de Las Nieves, y posteriormente de la Retreta, que culminó pasada la medianoche con los fuegos artificiales.

Todo parecía indicar que La Rama iba a bajar hasta la ermita en piragua hasta que, como si de un milagro se tratase, el cielo decidió abrirse a media mañana sobre el barranco de Agaete, después de una mañana de incertidumbre acerca de la cancelación o continuidad de los actos de las Fiestas de las Nieves. Esperando la línea 103 en la parada del C.C Las Arenas, el tiempo se mataba especulando con cierto nerviosismo sobre si La Rama finalmente quedaría suspendida ante el fallecimiento a primera hora de la mañana de Laly Diepa. Los juerguistas se embarcaron en las globales y salieron de dudas al llegar al municipio de Agaete, donde la fiesta no hacía más que empezar a las diez de la mañana. El clima firmó la paz con los agaeteros, pero propició que el inicio de la Bajada se retrasara más de lo previsto.

Por un momento, el cielo ennegreció. El sol del mediodía quedó cubierto de un mar compuesto por ramas y el tiempo se detuvo. Los gritos, pitos, el compás de la banda de Guayedra y un bucio ensordecedor pusieron el ritmo a la Bajada de la fiesta. En el país villa de Agaete los problemas del mundo real suenan lejanos y solo queda hueco para el jolgorio. "Buena cerveza la que tomamos aquí", cantaban los juerguistas. Mucha lata y mucho barril hizo falta para calmar la sed de los que se dejaban los pies en el baile con los papagüevos. Los trabajadores de los negocios y barras a pie de calle también padecieron desgaste de suela, pero el germen en este caso fueron las idas y venidas en pleno caos para hacer frente a los insaciables.

Sorprendidos, muchos se preguntaron el porqué del cierre del mítico bar Perola en esta fecha tan señalada. Una esquina que sirve a los parranderos a modo de punto de encuentro entre el pelotón de gente que se congrega alrededor de la Plaza de la Constitución. El cierre del local no afectó en exceso a los planes de los parranderos, ya que con toda seguridad los presentes bebieron hasta agotar la última gota de cerveza de la comarca norte. Solo faltó que el recién llegado alcalde del municipio saliera al frontis del ayuntamiento para pedir una remesa urgente de barriles embarcados en el Fred Olsen de Tenerife.

Ruiz, Ricardo, infiltrado perteneciente al municipio vecino de Gáldar alquiló una vivienda vacacional a pesar de tener la casa relativamente cerca. El hombre será de Gáldar, pero se reafirma en que es culeto de corazón. "Estas son mis fiestas, las de casa no las vivo igual", alega rompiendo todas las barreras de pique intermunicipal. Ruiz se enamoró perdidamente de la fiesta, y a partir de entonces trabaja duro en su batalla por firmar el tratado de paz entre Gáldar y Agaete.

Emprendedores improvisados

El que no es rico es porque no quiere. Cuatro sillas de plástico expuestas frente a un garaje-escaparate para vigilar el negocio que montaron unos emprendedores improvisados. La camiseta casera de La Rama 23' a diez euros y la caña a 1'50, sin que se note esa inflación subyacente. Un poco más abajo, en esa misma calle de León y Castillo, Orlando Cruz, el nuevo Tío Gilito culeto, también consiguió el carné del club de empresarios espontáneos con su éxito de ventas. El representante de la asociación cultural TEA uniformó ayer a toda una marea humana mediante la compra de camisetas que promocionaban el hashtag 'Los Colores de La Rama'. Frente a la puerta de cartones multicolor se congregaba una multitud de ansiosos por la Bajada al tiempo que cantaban Propuesta indecente de Romeo Santos y llenaban las cartulinas de promesas.

El baile de La Rama anima Agaete

T. M. R.

Desde la ventana que da a la calle, la regente del hogar, Nena Armas o "de armas tomar" según calificación propia, vive la fiesta de La Rama con intensidad desde que era pequeña. Veterana de 79 años con una cacerola entera de caldo y carne mechada a sus espaldas para alimentar a los invitados que entran y salen de la vivienda sin cesar. En la noche del viernes, seis inquilinos acompañaron a doña Armas en casa, pero la cifra exacta de personas que estuvieron "de paso" durante la jornada aún está pendiente de confirmación por la patrona.

Sin moverse de la ventana, espera impaciente a que la Banda de Agaete llegue a la altura de la Plaza de la Constitución, es entonces cuando los pies "se le levantan solos" y la agaetera se une en los bailes. Ella es culeta apasionada de toda la vida y sufre la fiesta con devoción, algo que los que no forman parte del municipio no logran entender. "A mi marido no le gustaba que una mujer casada saliera a bailar a la plaza", pero la discusión no duraba demasiado porque la mujer "de armas tomar" le objetaba "pues vete", y salía a la plaza sin mirar atrás. El tiempo fue asentando el diálogo entre ambos cónyuges, hasta que pudieron compartir la pasión por La Rama y bailar al son de La Rama de Agaete.

Como en la de Nena, el resto de viviendas de la villa se llenan de vida. Gente mezclándose en un bosque de tallos de árboles, hacen una parada en el box de las casas adosadas, para luego seguir celebrando. Algunas veces el gentío descontrola quién entra y quién sale, pero no importa porque en el día de La Rama no cabe lugar para empezar una trifulca. Otras, la marabunta de gente que se apropia de las casas echa a los propietarios, relegados a observar la Bajada como uno más desde la calle.

Histórica de la villa

Una salsa con el papagüevo Paqui en la puerta de la casa de la susodicha y un recuerdo familiar firmado para la posteridad. Emocionada y con lágrimas en los ojos porque quedó inmortalizada en figura de papel y cartón como regalo de cumpleaños, la vecina ahora baila junto a sus hermanas para agradecerles el detalle. Su hermana Anate carga con el muñeco caricaturizado que hizo para La Rama de San Pedro, un gesto que convierte a la dueña de la casa en parte de la historia de la villa marinera.

La familia Armas Saavedra posee rama original de Tamadaba. Cada año, las tres generaciones suben para recoger su propia mimosa a lo alto del parque natural. En esta ocasión remaron contra viento y marea cuando pensaron que el viento les dejaría sin brotes. La olla de oro al final del arcoíris se encontraba en lo alto del pinar. Los incendios de 2019 quemaron todo lo verde que se hallaba en lo alto del barranco, y los residentes naturales de la zona eran espectadores de las consecuencias que acarreó aquel acontecimiento desde entonces, con la destrucción de gran parte de la vegetación. Ayer, la familia Armas Saavedra vivía de nuevo una Rama "como las de antes", no solo por los mogollones de gente que se echó paseo abajo, sino porque poco a poco pueden ver como el pinar de Tamadaba se regenera y vuelve a ser lo que era.

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