Arucas.

Harimaguadas, ritos y divinidades

El pintor Octavio del Toro expone 18 cuadrados dedicados a la figura de las sacerdotisas aborígenes | La serie se expone en el Museo Municipal de Arucas

Harimaguadas, ritos y divinidades | JOSÉ CARLOS GUERRA

Harimaguadas, ritos y divinidades | JOSÉ CARLOS GUERRA / Javier Bolaños

Javier Bolaños

Javier Bolaños

La mujer en su máxima expresión. Pero no una mujer actual. Se trata de aquellas sacerdotisas aborígenes dedicadas, entre otras funciones, a realizar prácticas rituales y el culto de los antiguos pobladores canarios, en sus relaciones con los poderes sobrenaturales.

Harimaguadas, ritos y divinidades

Harimaguadas, ritos y divinidades / Javier Bolaños

Las harimaguadas o maguadas de Octavio del Toro aparecen estereotipadas con una figura muy particular: cabeza pequeña y casi insignificante en la que el rostro, sus ojos y sus expresiones pasan desapercibidos, cuello largo, cuerpo que engorda hacia las extremidades inferiores, anchas caderas y gigantescos pies descalzos con los al aire (casi al estilo del fallecido artista colombiano Fernando Botero).

Harimaguadas, ritos y divinidades

Harimaguadas, ritos y divinidades / Javier Bolaños

«En todas las culturas y sociedades que nos han precedido por las representaciones artísticas de las que tenemos constancia y que nos han llegado hasta nuestros días, -expone el autor- la mujer ha sido representada y se le ha atribuido el papel de vehículo e intermediación entre el mundo terrenal y el divino, mágico o religiosos». En este caso, en la población aborigen canaria las harimaguadas eran consideradas las adivinas o sacerdotisas, y a ellas acudía el consejo para hacer oraciones.

Las figuras del artista grancanario son representadas en consonancia con ídolos prehispánicos, que se reflejan como ejemplo de máxima expresión en el ídolo de Tara.

Roque Nublo

La mujer se presenta realizando sus rutinas, trasladando gánigos y vasijas. Y, sobre todo, predomina en casi todas sus obras la presencia del drago como una especie autóctona ligada a la sombra de la mujer. Pero también con un significado muy particular, ya que esta especie protegida tenía características mágicas y su resina, por ser roja, se le conocía como sangre de drago. En menor medida también surgen las tabaibas y las cazoletas. En una de las escenas aparece la idea de la columna que sostiene el universo. Este pilar místico es asociado por la población prehispánica con roques y montañas, vinculado a la divinidad en la tierra.

La figura de las harimaguadas en el periodo prehispánico formaba parte de un grupo socio-religioso muy respetado en el seno de la sociedad de la época. Y en gran parte del trabajo del artista aparece en el tomagante, que eran considerados los lugares donde residían y se dedicaban a la oración, las artes adivinatorias y la enseñanza. De ahí solo salían en ocasiones puntuales para bañarse en el mar, según el propio relato del autor.

Las figuras, ídolos y estatuillas se caracterizan por la recreación de sus rutinas, con sus rituales, sus ceremonias de verter leche, manteca, (quizás agua) en cazoletas, entre riscos, en medio de un paisaje no por más o menos inventado, sí reconocible, de montañas, roques, dragos, palmeras y tabaibas. Y, con todo ello, no falta la silueta del Roque Nublo.

«Para mí constituyen la representación de la importancia de la mujer», según Octavio del Toro, «tanto en aquella sociedad como pienso que, actualmente, en la nuestra», ha llegado a manifestar el autor sobre esta obra, que se encuentra en el Museo Municipal de Arucas hasta su clausura esta semana.

El pintor otorga un gran protagonismo a las harimaguadas desnudas, con pequeños pechos, y en gran parte del trabajo totalmente despojada de ropa. Tal vez porque su figura se asocia al nexo de unión entre lo terrenal y lo divino. En este caso, también por su protagonismo en la fecundidad y la fertilidad, que supone la continuidad de la estirpe.

La exposición de los 18 acrílicos sobre arpilleras se distribuye en tres salas, aunque la serie es muy homogénea en formas, estilos y la temática, en la que predomina los tonos claros.

La selección de cuadros tiene también rasgos del indigenismo de Antonio Padrón, en el que surgen dentro del paisaje los símbolos aborígenes y las figuras geométricas de la Cueva Pintada

Algunos de los cuadros expuestos en el Museo Municipal de Arucas durante estos días. A la izquierda, la obra ‘El Roque’, que se basa en la idea de una columna que sostiene el universo. Este pilar místico es asociado por los aborígenes por los roques y montañas. A la derecha, ‘Cueva Pintada, con sus bandas anchas de color en las paredes, techos y zócalos, que revisten estos lugares. |

Suscríbete para seguir leyendo